Explicación y Dedicatorias

Los textos aquí expuestos son una serie de historias escritas por mí como autor aficionado que desearía dar a conocer.

Reconozco que los primeros seis capítulos están bastante "verdes" en lo referente a madurez literaria, por lo que es a partir del septimo capítulo donde considero presente una mayor elaboración y renovación del estilo. (Demostrada en el argumento de dicho capítulo).

A pesar de ello, mantengo esos seis capítulos como una forma de dar a conocer los origenes de mi querido personaje, así como de mi trayectoria literaria y también porque, al igual que un padre jamás reniega de sus hijos, cualesquiera que sean sus defectos, ningún escritor debe jamás avergonzarse de ninguna de sus obras.

lunes, 4 de octubre de 2010

 Un gnomo en Ventormenta



Capítulo 11: El ojo de la pantera(II)

Separados y unidos una vez más, Kronüs y Estelae volvían a estar juntos tras haber pasado por una serie de experiencas que les habían abierto los ojos a ideas que nunca antes habían pasado por sus inocentes cabezas. Sin embargo, su tarea aún no había terminado. Sus compañeros seguían en paradero desconocido y su misión en la jungla aún no había concluido. ¡Demos paso a esta segunda parte del undécimo capítulo de Un Gnomo En Ventormenta!


Cuando la pantera hembra colocó lo que llevaba en el suelo a los pies de Kronüs, ambos, elfa y gnomo, abrieron los ojos ampliamente.


-No puede ser…-

Se trataba de la ardilla mecánica Defi, la cual se encontraba en un estado lamentable. Estaba llena de arañazos, abolladuras, la pintura se había desgastado casi completamente y uno de sus ojos verdosos se había hecho añicos.

Kronüs se arrodillo para recogerla con cuidado y Defi alzó su pequeña cabeza lastimeramente mientras observaba al gnomo con su único ojo funcional. La llevó cerca del fuego y empezó a rebuscar entre sus bolsillos hasta sacar su navaja multiusos y unas cuantas piezas de repuesto que llevaba. El gnomo empezó a reparar metódicamente la ardilla ante la silenciosa mirada de la elfa y la pantera.

Mientras Kronüs proseguía con la reparación Estelae se percató de un papel plegado que había caído al suelo después de que el gnomo hubiese recogido a Defi. Lo cogió. Estaba lleno de barro y amarillento, pero al desdoblarlo, encontró un mensaje. Por desgracia, la mayor parte de la tinta se había emborronado y solo se podían leer un par de palabras.
¡¡Ayuda!!

 

Atrapad…

 

Ogros…Cueva…


--> E

¡¡¡Rápido!!!

Estelae abrió los ojos con sorpresa y se lo enseñó a Kronüs rápidamente, interrumpiendo la reparación de Defi. Kronüs cogió el mensaje y lo leyó serenamente mientras se mesaba la barba pensativo.

-Está claro…-Comenzó Kronüs tras unos segundos de silencio.-Que han sido atrapados por una de las tribus de ogros de por aquí. Probablemente los que nos atacaron aquella noche que nos separamos. No se puede leer mucho más. Pero al menos sabemos que se encuentran en una cueva donde la tribu tendrá su asentamiento. Muy probablemente al Este de la región, en la cadena montañosa que separa esta jungla de las Tierras Devastadas.-Kronüs terminó de hablar y prosiguió con la reparación de Defi. Estelae le miraba fijamente, esperando alguna decisión por parte del gnomo.

Una vez que hubo terminado, Defi se puso de pie de nuevo, jugueteando alegremente. El gnomo se levantó lentamente, recogió sus cosas en silencio y, una vez que acabó con ello, tomó su bastón y miró fijamente con una sonrisa a Estelae.

-Bueno, tenemos unos compañeros a los que ayudar. ¿Podrías por favor explicarle la situación a tu amiga y que nos guíe?- Estelae asintió enérgicamente, feliz de ver que Kronüs estaba tan lleno de energías para salvar a sus amigos. La elfa se volvió a la pantera y le explicó rápidamente la situación.

-Pues sí. Hay una cueva de esos seres tan grandes de cabeza pequeña, allá donde sale el sol, en las montañas.- Explicó la pantera pensativa a Estelae.

-¿Puedes guiarnos hasta allí?- Preguntó la elfa de forma apremiante. La pantera parecía dubitativa:

-Mi hermano dice que no nos acerquemos…Pero bueno, por ti y tu macho, ¡claro!- Exclamó enérgicamente Colmilloumbrío. Estelae asintió a Kronüs, dándole a entender que la pantera había accedido a guiarlos. El gnomo también asintió, se volvió hacia el socorrido campamento e agitó las manos en el aire mientras recitaba una leve letanía arcana. Al momento todos los objetos empezaron a recogerse solos, por su propio pie y, una vez que todo estuvo recogido, Kronüs cogió su zurrón y se volvió a Estelae, también lista ocn su zurrón y al lado de la pantera.

-¡Vamos!- Exclamó con energía el gnomo. Elfa y pantera asintieron y todos salieron corriendo tras Colmilloumbrío.


***

Una sombría figura surgió de entre la vegetación y se adentró en el silencioso claro. Allí encontró las cenizas de un fuego apagado recientemente y, lo más importante, huellas, claras y frescas, en el suelo. Un gnomo, una elfa y una pantera. Se dirigían al Este y a gran velocidad.

Fue entonces, mientras la figura examinaba el terreno que apareció una enorme pantera, dispuesta a despedazarla si era necesario. La figura misteriosa mantuvo la mente fría. Rebusco entre sus bolsillos hasta sacar un dardo. Miró fijamente a la pantera. Esta comenzó a correr en su dirección para abalanzarse sobre él. La figura cambió el peso a su pierna derecha y cuando la pantera saltó, lanzó el dardo, certeramente al pecho de la pantera, y se tiró al suelo en una hábil voltereta. La pantera aterrizó suavemente, confundida por la velocidad del desconocido. Mientras, este se ponía en pie y se quitaba el polvo de sus ropas lentamente. La pantera se dispuso a abalanzarse de nuevo, pero se sentía rara. Mareos, vértigos y al final, oscuridad. La figura contempló como la pantera caía inconsciente al suelo y agradeció el haber tenido a mano esos dardos somníferos a mano. No tenía tiempo que perder.

La figura dirigió de nuevo la mirada hacia el Este y las huellas que iban en esa dirección. Le resultaba extraño. ¿Realmente su presa desconocía que le estaba siguiendo? ¿O acaso él esperaba que le siguiese hasta donde deseaba? En cualquier caso, se lo estaba poniendo demasiado fácil y no iba a dejar que aquella espina siguiese clavada en su cuerpo por mucho más.

La figura corrió con una velocidad inusual hacia el Este, perdiéndose entre la vegetación de nuevo.



***


Tras una rápida caminata, atravesando la espesura y evitando los animales salvajes, la “no-pareja”, junto con Defi y la pantera hembra, llegaron al linde de la jungla que daba a la cadena montañosa del Este. Desde allí podían atisbar la entrada a una caverna, custodiada por un par de ogros, en aquel momento concentrados en sus escasos pensamientos.

Todo parecía tranquilo y a primera vista no había indicio de que sus compañeros hubiesen pasado por allí. De repente, un leve murmullo surgió de la caverna, como gritos, amortiguados por la roca. Al poco, otro ogro que portaba una gruesa cachiporra salió de la caverna frotándose la cabeza dolorido y uno de los guardias se volvió a él.

-¿Cómo estar los prisioneros?- Preguntó el guardia con una voz potente, grave y torpe. El otro se dejó caer en el suelo y se sentó aparentemente agotado.

-El enano y la elfa ser completa tortura. No parar de gritarse entre ellos. Menos mal que estar en jaulas separadas, sino yo creer que ellos matarse.- Explicó el otro ogro mientras seguía frotándose las sienes con los ojos cerrados.

-¿Y el humano?- Preguntó con curiosidad el guardián. El ogro alguacil suspiró.

-Ser más tranquilo, no hacer tanto ruido. Pero él quitarme toda cecina que yo llevar.- El ogro guardián miró con gran confusión al alguacil.

-¿Cómo ser eso?- El alguacil le entregó al guardián un dado de seis caras.

-El decir que jugar con dado a una tirada por cecina. Quien sacar número más alto, llevársela. Yo sacar seis, pero él sacar siete…- El ogro alguacil suspiró alicaído mientras el guardián examinaba lenta y torpemente el dado de seis caras y movía los labios lentamente, repitiendo los números del dado.

-Pero…Aquí solo haber hasta seis…-Comentó el guardián con preocupación hacia el alguacil. Ambos ogros se miraron fijamente a los ojos mientras sus cerebros procesaban lenta y tediosamente lo que acababa de pasar.

Al cabo de unos veinte minutos, el alguacil se levantó cogiendo de nuevo su gruesa porra y se dirigió a la entrada de la cueva con cierta furia.

-Yo volver enseguida…-Dijo serenamente al guardián. Este volvió a su puesto tranquilamente junto a su compañero.

Mientras la conversación transcurría, Kronüs le pidió a Estelae que le comunicase a la pantera que podía marcharse, pues no quería verla envuelta en problemas por su culpa. Colmilloumbrío se marchó, deseándoles lo mejor.

Una vez que estuvieron solos, Kronüs conjuró la ilusión del Segador Helado. Por gestos, le indicó a Estelae y a Defi que esperasen entre los arbustos. El Segador fue desvaneciéndose poco a poco a medida que su conjuro de invisibilidad iba haciendo efecto.

El Segador fue acercándose poco a poco, evitando hacer ruido, hasta colocarse cerca de uno de los guardianes, en aquel momento recostado cómodamente sobre la pared de piedra de la entrada de la cueva.

El Segador se disponía a noquear silenciosamente al primer guardián y, con suerte, el segundo guardián no se percataría y podría repetir la operación. Sin embargo, una vez que el Segador estuvo lo suficientemente cerca del ogro, la sombría e invisible figura iba notando como su hechizo de invisibilidad perdía su efecto y se maldecía a si mismo por haber dejado el dichoso talismán de Colmillo de Sierpe en la arena en aquella ocasión.

Tenía que actuar con rapidez. El Segador alzó su guadaña rápidamente, listo para golpear de forma no letal en la nuca del ogro. Sin embargo, esto no llegó a ocurrir. Justo cuando el Segador se disponía a dejar inconsciente al ogro, un estruendoso ronquido surgió del guardián. El Segador, confuso al principio, se atrevió a asomarse por la gigantesca mole que suponía el torso del ogro hasta llegar a vislumbrar la calva cima que suponía su cabeza. El ogro se encontraba profundamente dormido.

El Segador, visible ya, se aventuró a acercarse sigilosamente hasta donde se encontraba el otro guardián, ante la atónita mirada de la oculta Estelae. Una vez que estuvo lo suficientemente cerca del otro guardián, los ronquidos del gran humanoide confirmaron sus sospechas. Ambos habían caído presas del sueño. No entendía muy bien qué había ocurrido, pero era mejor dejar las conjeturas para más tarde y concentrarse en su tarea. Así pues, por gestos, indicó a Estelae que se acercase en silencio junto con Defi hasta donde él se encontraba, y así lo hizo. Una vez que estuvo a su lado, se internaron en la cueva.



Mientras las figuras del Segador Helado y la elfa se desvanecían, acompañados de la ardilla mecánica, en la penumbra de la cueva, otra figura, más oscura y escuálida surgió de entre el follaje de un árbol y saltó hasta aterrizar a pocos pasos de los ogros. Paso a paso se acercó, lenta y serenamente, hasta uno de los enormes humanoides. En cuanto la figura estuvo al lado de la oronda tripa del ogro, examinó rápidamente la piel del gran humanoide y arrancó algo en un veloz movimiento. El ogro se revolvió levemente en sueños, pero permaneció sumido en su letargo. La figura miró lo que tenía en su mano y, de nuevo, agradeció la existencia de los somníferos. La misteriosa figura tiró al suelo un virote de ballesta, de punta extremadamente fina, y se internó en la cueva también.



Dentro de la cueva, el olor de la carne descomponiéndose, el sudor de los ogros, los diversos desechos naturales y la sangre seca se mezclaba para crear una fragancia que bien podía haber derretido todo el hielo de Rasganorte en apenas unos pocos segundos de exposición. Estelae sufría en su desarrollado olfato la cruel invasión de dicha mezcolanza, provocando terribles nauseas. El Segador, al ver como ella se tambaleaba, cogió la mano de la elfa y la guió con delicadez y presura. Los ogros se encontraban en su mayoría en lo que parecía una sala comunal donde trozos de carne de animal eran devorados con gran apetito entre ellos, llegando incluso a surgir discusiones sobre quién debía quedarse con qué trozo. Para la suerte de los dos rescatadores, pudieron reconocer entre la multitud glotona al alguacil, encargado supuestamente de vigilar a sus compañeros, peleando por un trozo de carne mientras volvía a relatar el incidente del dado de seis caras.

La “no-pareja” pasó discretamente, examinando las distintas desviaciones de la cueva mientras el gutural alboroto de la sala comunal invadía hasta el último rincón. Siguieron internándose en la pétrea guarida hasta que, finalmente, llegaron hasta donde estaban sus amigos, encerrados en jaulas individuales y con sus respectivas armas en una tosca panoplia. Bector sacudía incesantemente su jaula, la cual, de no ser por las cadenas que la amarraban firmemente al suelo, haría tiempo que se habría volcado. Anaysha se encontraba sentada con las piernas cruzadas, probablemente aburrida de discutir con el enano, y se encontraba en un profundo estado de meditación. Llenthy reposaba relajada en su jaula, observando perezosamente como Razor se entretenía con un dado lanzándolo al aire en la suya.

El Segador y Estelae se acercaron silenciosamente mientras Defi se quedaba atrás vigilando. Razor fue el primero en percatarse de su presencia. Guardo su dado y se fue poniendo de pie, estirando su columna a la par que producía desagradables crujidos que sacaron a Anaysha de su meditación.

-Ya iba siendo hora, ¿no?- Preguntó Razor con cierta pereza. Bector cesó en su agitación, ya más relajado, mientras sonreía a los dos que habían venido en su rescate.

-Ya sabía yo que la Luz os traería hasta nosotros.- Explicó Bector con seguridad. Mientras, Anaysha se alzó lentamente y observó fijamente a la joven elfa y al Segador. La cazadora mostró una sutil sonrisa.

-¿Y dónde está nuestro querido amigo Kronüs?- Inquirió ella, deseosa de oír lo que ellos tenían que decir. Sabía que no era el mejor momento, pero sabía que no iba a tener mejor momento para destapar el pastel. Estelae se mordió levemente el labio, dubitativa de qué responder. Mientras el nerviosismo asomaba através de sus ojos, la curiosidad empezó a hacer su aparición en las mentes de Bector y Razor.

-Pu…Pues…-Empezó dubitativa la joven elfa, pero pronto calló cuando el Segador se puso delante de ella. - Se encuentra en la entrada de la cueva, vigilando por si hay movimiento de ogros. Pero dejemos las preguntas innecesarias para más tarde. Hemos de sacaros de aquí lo antes que podamos.- La explicación pareció ser más que suficiente para dos de los tres presos.

-Bien dicho.- Exclamó Razor, ansioso de salir de aquella jaula. El Segador se disponía a examinar las cerraduras de las jaulas cuando un metálico crujido sonó a sus espaldas, haciendo que las miradas de todos los presentes se dirigieran hacia la entrada de aquella caverna.

Justo allí se encontraban todo un pelotón de ogros, bien pertrechados con burdas pero eficaces armas, liderados por el alguacil. Bajo el enorme pie del alguacil se encontraban los aplastados restos de Defi, los cuales no parecían molestarle, más bien no se había percatado aún de su presencia. El alguacil ojeo a cada uno de los presentes con gesto de gran reflexión hasta que su mirada se posó en Razor. Movió el brazo en un torpe lanzamiento y un dado salió disparado hasta casi impactar en la cabeza de Razor si no se hubiese agachado rápidamente. El inocente objeto de juegos se hizo trizas al impactar contra la pared.

-¡Dado tener solo seis caras!- Rugió el alguacil y varios gritos de apoyo surgieron del pelotón que tenía a sus espaldas. Estos gritos fueron acallándose mientras sus mentes se percataban de la presencia de dos seres que no debían estar allí. El alguacil alzó su maza, señalando al Segador y a la elfa.

-¡Intrusos!- Gritó el alguacil a pleno pulmón. Los ogros empezaron a moverse con gran celeridad a pesar de sus voluminosos cuerpos. El Segador se preparó para resistir la acometida, pero un gran dolor empezó a recorrer su cuerpo cuando uno de los ogros, un chamán seguramente, activó unos tótem trampa que liberaron una corriente de rayos que paralizó y mortificó el cuerpo del Segador, incapacitándolo para luchar. Estelae se disponía a auxiliarlo cuando varios ogros se le echaron encima, aprisionándola bajo sus enormes barrigas e impidiéndole moverse.



Una vez que los ogros hubieron inmovilizado a los intrusos, los encerraron en sendas jaula y los abandonaron de nuevo en la caverna. Estelae gateó dolorida hasta llegar hasta los barrotes de su jaula. Se agarró a uno de ellos con su mano izquierda mientras extendía la mano derecha con el vano intento de llegar a tocar al Segador, en aquel momento tumbado en el suelo de su jaula e intentando de cuando en cuando levantarse.

Estelae observó por un instante aquel lastimoso espectáculo antes de cerrar los ojos y comenzar a concentrarse con gran esfuerzo. Su mano cejó en llegar hasta la sombría figura y, en su lugar, se tornó estática y serena mientras leves hilos de una luz verdosa surgía de las yemas de sus delicados dedos.

Los otros tres compañeros y la tigresa se encontraban ajenos a aquello. Razor se movía en el reducido espacio de su jaula, con cierta indignación en su rostro.

-¡Estamos bien!- Exclamó él.- Yo confiaba en que la elfa y ese retaco viniesen a rescatarnos y ni siquiera el “magnifico encapuchado”, tan poderoso como es él, ha podido rescatarnos. Y encima al canijo lo habrán pillado ya y lo habrán trinchado en una estaca como un pavo…O eso o ha corrido como un cobarde, que es lo que debería haber hecho yo en su momento.- Dijo Razor para si mismo, aún sin creerse la situación en la que se encontraban. El humano habría seguido con su indignada retahíla de no haber sido porque Bector gruñó con gran ferocidad.

-¡No te atrevas a decir que nuestro compañero ha huido!-Ladró el enano enojado.- Ese gnomo tiene más honor en el dedo meñique del pie derecho que tú en todo tu cuerpo. Vigila tus palabras, porque hasta la paciencia de un paladín tiene un límite, y esta acaba cuando se insulta a un compañero.-

-¿Paciencia? ¡Paciencia! ¡Mira quien fue a hablar, el maldito paladín que apenas usa su “Luz” para ayudarnos y bebe como un cosaco mientras busca la lucha allá donde va!-

-Al menos yo, buen ladronzuelo tuerto, busco pelea con una causa justa, finiquitando a la gente como tú, que no respeta la vida, ni el amor ni la justicia. ¡Así que no te atrevas a darme lecciones! ¡Yo ya luchaba contra los no-muertos y los demonios cuando tú todavía no habías nacido!-

-¡Callaos los dos!- Ordenó Anaysha. Los dos hombres enmudecieron rápidamente. Razor se giró, tratando de ignorar al resto de presentes. Lo mismo hizo Anaysha. Bector, por su lado, observó fijamente a la elfa mientras fruncía los labios pensativo y se mesaba la barba.

El enano se movió lentamente hasta los barrotes de su jaula, en dirección a Anaysha. Carraspeó para llamar la atención de la elfa, la cual ladeó levemente su cabeza.

-¿Sí? ¿Qué quieres ahora?-El enano abrió la boca un momento dispuesto a hablar, pero un repentino sonido metálico lo detuvo momentáneamente. Cuando este cesó, volvió a intentarlo.

-Esto…Anaysha…-Comenzó el enano lentamente, de forma que su voz, usualmente firme valiente, en aquel momento sonaba tímida y suave. La elfa, se giró completamente al notar el claro cambio en el tono del enano así como el hecho de que la había llamado por su nombre.

-¿Sí, Bector?- Preguntó la elfa, asombrándose ella misma de cómo su voz se tornaba suave y tímida. El enano tomó unos segundos para buscar las palabras adecuadas. Mientras, leves chasquidos metálicos volvieron a llenar el aire de la caverna, al menos por unos instantes.

-Verás…Hemos pasado nuestras luchas desde que conocimos al buen Kronüs, y he de reconocer que luchas de una manera espléndida…- Empezó a explicar el enano tímidamente. Anaysha no pudo evitar mostrar una leve sonrisa ante el comentario.- Y bueno…Puesto que parece que no vamos a salir de aquí pues…Solo quería decir…-

-Bector…-Llamó la joven voz de Estelae.

-No me interrumpas ahora, por favor.- Dijo el enano rápidamente sin quitar la vista de Anaysha.-Ejem…Pues quería decirte que…-

-Buen Bector...- Esta vez fue la neutra y sobrenatural voz del Segador.

-He dicho que no me interrumpáis, por favor…-El enano suspiró, tratando de recuperar el hilo. El enano se dispuso a reanudar la explicación cuando la voz de Razor le interrumpió de forma brusca:

-¡Enano borracho!- Bector gruñó furioso.

-¿Sé puede saber que entendéis por…?- El enano calló cuando al girarse contemplo a sus tres compañeros fuera de sus jaulas, pertrechados y mirándolo fijamente. Razor se encogió de hombros.

-Bueno, si prefieres seguir de cháchara en tu jaula, allá tú.-

El enano carraspeo ligeramente y azuzó con un nervioso gesto a Estelae para que esta abriese la jaula con el juego de llaves que llevaba entre las manos. El enano salió apresuradamente de la jaula a por su martillo mientras Estelae abría la jaula de Anaysha. La cazadora se encontraba todavía con cierta perplejidad en su rostro. Cuando notó como Estelae la observaba, inspiró lentamente y su rostro se relajó. Estelae no pudo evitar mostrar una leve sonrisa, que se mantuvo a pesar de la enojada mirada de Anaysha.

-¿Qué?- Espetó Anaysha de forma defensiva. Estelae negó lentamente con una risita y se dirigió a la jaula de Llenthy. La elfa farfulló algo molesta y se volvió a por sus armas. Una vez que todos estuvieron listos, se prepararon para marchar lo más sigilosamente posible.

Sin embargo, algo no encajaba en todo ello. Todo era silencio, los gruñidos procedentes de la sala comunal habían cesado hacía tiempo y ellos no se habían percatado aún. El Segador iba a la cabeza del grupo. Pegado a la pared de piedra, se dispuso a asomarse por la entrada de la sala comunal. Lo que allí vio, heló el corazón de la oscura figura.

Al observar la reacción del Segador, Estelae supo rápidamente que algo iba mal. Se aproximó poco a poco hasta asomarse por encima del etéreo hombro de la sombría figura. Sus ojos no daban crédito a lo que veían. Los demás se asomaron impaciente y vieron la causa de su parada. Toda la sala estaba llena de ogros, ogros muertos. Todos los ogros que hace tan solo unos segundos estaban comiendo tranquilamente, ahora se encontraban degollados de forma precisa y letal.

Estelae se tapó la boca de la sorpresa mientras su rostro palidecía. Incluso Bector y Anaysha no pudieron evitar apartar la mirada ante tan trágico espectáculo. Solo Razor, indiferente y cínico como siempre, se mantuvo impasible.

-Bueno, ¿qué? ¿Seguimos adelante?- Todos se volvieron hacia él con incredulidad.

-¿Qué? Ellos nos iban a hacer algo parecido. Mejor para nosotros, ¿no?- Nadie pudo rebatir ese argumento, pero incluso para aquellos ogros que los habían tenido presos, aquello era demasiado. Todos miraron al Segador que seguía en silencio. De pronto, algo no encajó en la mente de Anaysha.

-Un momento, ¿de donde sacaste las llaves?- Todos se giraron hacia el Segador. Este volvió la mirada hacia donde se encontraba la salida de la cueva y siguió andando lentamente en silencio.

Sí, todo parecía un misterio. Cómo había conseguido las llaves y qué había pasado en la sala comunal era un misterio para el cual el Segador tenía la respuesta. Aún en su mente resonaban aquellas palabras cuando el juego de llaves de las jaulas cayó de sopetón dentro de su celda.

<< Odio tener que deberle una a alguien, y menos a mi peor enemigo. La próxima vez que nos veamosh, sherá la última…>>

Seguramente él fue el causante de aquella masacre, muy propio de él. También encajaba con lo ocurrido con los ogros de la entrada de la cueva. El Segador no pudo evitar sonreír bajo su oscura ilusión, no se esperaba que alguien como él tuviese un vago sentido del honor.

Salieron finalmente a la cegadora luz del sol y, mientras el resto de la compañía aún parpadeaba para que sus ojos se acostumbrasen, el Segador se movió rápidamente hasta unos arbustos. Solo los agudos ojos de Anaysha y Estelae pudieron observar como una sombra indefinida desaparecía rápidamente.

Al poco, la compañía miró en derredor en busca del Segador, pero allí solo estaban los dos ogros vigilantes, aún dormidos. Razor sugirió acabar con ellos también y así evitaban un problema. Los demás no supieron que responder a ello, por lo que Razor se adelantó para asestar el golpe final.

-No.- Sonó la voz calmada y serena de Kronüs, el cual surgió lentamente de uno de los arbustos mostrando ciertos moratones por el cuerpo.- Déjalos, por mucho que nos hayan hecho, no se merecen morir.- Razor farfulló entre dientes y Bector se volvió rápidamente hacia el gnomo.

-Bendita sea la Luz, ¿qué diantres te ha ocurrido?- Preguntó el paladín con sorpresa. Anaysha bufó disimuladamente, aunque se alegró de que estuviese bien. Razor envainó la daga que tenía lista para degollar al ogro y se volvió hacia el gnomo.

-Lo más importante de todo, ¿por qué demonios no has venido a rescatarnos?- Razor se puso tan cerca del gnomo que sus narices se tocaron. Sin embargo, el rostro del gnomo se mantuvo sereno y alegre como de costumbre.

-El Segador me dijo que me quedase aquí pasase lo que pasase. Y, sinceramente, no me gusta la idea de desobedecer a un tipo con una guadaña enorme.- Fue la aparentemente humilde explicación.

-Ya podrías tener un poco de iniciativa como ese tipo.- Replicó Razor haciendo referencia al Segador. Estelae se acercó a Kronüs y lo abrazó con ternura, sin poder evitar mostrar un leve rubor. Aún no estaba acostumbrada a mostrar su afecto hacia el gnomo en público, pero necesitaba hacerlo.

-El tiene todo lo necesario.- Dijo en un susurro mientras recibía una caricia de parte de Kronüs. Razor mostró una sonrisa socarrona antes de reemprender el camino.

-¿Acaso ya lo has comprobado?- El humano emitió una sonora carcajada mientras dejaba a la pareja perpleja y sin palabras mientras el rubor subía por el rostro de ambos. Los dos se apartaron el uno del otro un poco incómodos y entre carraspeos siguieron a Razor.

Bector se dispuso a seguirlos cuando una mano se posó en su hombro. Se volvió y descubrió que se trataba de Anaysha, acompañada de Llenthy, que le miraba fijamente.

-¿Qué es lo que ibas a decirme?- Preguntó ella en apenas un susurro. El enano se mantuvo en silencio hasta que Razor los llamó desde lejos. El enano sacudió la cabeza fuertemente.

-Bah, déjalo. Una oreja picudas como tú no lo entendería.- Dijo socarronamente el enano mientras se marchaba hasta donde se encontraba el gnomo y la elfa. La elfa se quedó unos segundos en el sitio, extrañamente decepcionada. Con una palmada en su pierna llamó a Llenthy a su vera y la tigresa le obedeció.

La compañía siguió andando. Por suerte, Kronüs aún conservaba muchos de los víveres que le habían proporcionado la compañía Nesingwary. Sin embargo, no iban a ser suficientes para toda la compañía al completo. Lo único que podían hacer era dirigirse al norte cuanto antes y acabar con lo que habían empezado. Después, se desplazarían a un pequeño campamento que Nesingwary le había comentado a Kronüs y que, supuestamente, se localizaba en el norte.

Así, el grupo, liderado por Kronüs, el cuál no quitaba la vista del mapa con el punto donde se había iniciado la misteriosa enfermedad, siguieron andando, atravesando la espesura de la jungla.

En un momento dado, Estelae se aproximó hasta donde Kronüs y en susurros le preguntó qué iba a hacer con Defi ahora que había sido destruida por aquel ogro de antes.

-Bueno…-Dijo él sin apartar la mirada del mapa.- Cierto es que podría reconstruirla, pero sería desde cero, lo cual supondría que ya no sería Defi, sino otra ardilla mecánica cualquiera. No, he de respetar su…”Desaparición”. Ha llegado su momento de descanso.- Explicó el gnomo con cierto tono quedo sin desviar la mirada ni un ápice del mapa. La joven elfa asintió con cierta tristeza y decidió dejar al gnomo a solas.

Todos andaban en silencio, deseosos de acabar con aquel viaje que parecía no tener fin. Nadie hablaba, todos apartaban la mirada y dirigían su atención a la casual fauna de la zona. Kronüs no desviaba la mirada del mapa, provocando que más de una vez tropezase en el camino, peor aún así siguió adelante.

Mientras el gnomo andaba a la cabeza, Razor notó algo en el aire, un sonido crepitante que aumentaba poco a poco, como si se estuviese acercando. Por el rabillo del ojo sano pudo vislumbrar un brillo amarillento que aumentaba a gran velocidad y pudo adivinar la trayectoria del objeto.

Rápidamente, dio un salto con gran agilidad, salvando la distancia que le separaba del gnomo. Agarró el pequeño compañero y ambos se tiraron al suelo a un par de metros de donde antes se encontraba el gnomo. Una explosión luminosa lo invadió todo por unos segundos, cegando momentáneamente a los que aún estaban en pie y envolviendo a Razor y a Kronüs.

Cuando el nivel de luminosidad se normalizó, Razor y Kronüs volvieron la vista al lugar que hace tan solo un segundo había estado ocupando el gnomo y allí vieron una enorme marca de fuego, como si la zona se hubiese visto repentinamente envuelta en llamas. Estelae, Bector, Anaysha y Llenthy se aproximaron también a examinar la zona.

- Lo habéis visto, ¿verdad? –Preguntó Razor.- Ha sido una bola de fuego, de esas que usáis los magos.- Anaysha y Kronüs se agacharon para examinar la zona quemada.

-Está claro que no ha sido un explosivo. Además, hay restos de una corriente de mana...No estamos solos.- Todos miraron por todas partes, armas en ristre, tras esta afirmación. Todos trataban de escudriñar por entre la espesura, a la búsqueda de cualquier movimiento sospechoso. Pronto, Estelae vislumbró movimientos entre la vegetación.

-Allí.- Señaló enérgicamente la elfa y todos dirigieron la vista a donde apuntaba su dedo. Kronüs decidió adelantarse con las manos en alto.

-No deseamos luchas innecesarias. Somos un cuerpo de expedición con el objetivo de investigar la anómala epidemia que está teniendo lugar por esta región. De nuevo, no deseamos luchar.- Razor masculló entre dientes si realmente aquel gnomo creía que aquello iba a funcionar.

Unos susurros surgieron de entre la vegetación. Luego, los susurros cesaron y hubo más movimiento entre los arbustos. Alguien se estaba acercando. Todos se mantuvieron alerta, con las armas prestas para lo que pudiese venir. Sin embargo, esta tensión desapareció cuando vieron aparecer lo que creían su amenaza.

De entre los arbustos surgió un troll, de piel verdosa, casi esmeralda, cuerpo fibroso y ágil, con una melena alborotada, pelirroja y completamente de punta. Sus prominentes colmillos no eran distracción suficiente para no percatarse de los numerosos amuletos tribales que llevaba alrededor de su cuello. Lucía unos ropajes propios de las tribus de los trolls de jungla, llenos de ornamentaciones con plumas y cuero. Un bastón, de madera joven y retorcida, con un cráneo de un ave pequeña en la punta, era sujetado por su mano derecha.

Al troll le acompañaba un elfo, un sin’dorei, vulgarmente conocido como elfo de sangre. Escindidos de sus primos, los Altos elfos, los sin’dorei habían desarrollado una gran adicción por la magia arcana tras la destrucción de la Fuente del Sol durante la Tercera Guerra. Melena rubia larga, rostro joven y atractivo, incluso para los estándares de su raza, unos ojos verdes penetrantes, cuerpo ágil, cubierto completamente por una túnica propia de un magíster de gran nivel y portando un magnifico bastón dorado, decorado con rubíes; se mostraba decepcionado, seguramente se trataba del causante del proyectil de fuego.

A su lado se encontraba un Renegado. Brillantes ojos amarillos, rostro pútrido, hacía tiempo que la carne había desaparecido de la mitad de su rostro, dejando a la vista la ósea mandíbula en una sempiterna sonrisa. Protegido por una capucha negra como el vacío y una túnica del mismo color con ciertas filigranas grises, portaba la insignia de la Real Sociedad de Boticarios de Entrañas, organización al servicio de la Reina Banshee Sylvanas Brisaveloz que, supuestamente, trataba de hallar un remedio para la plaga usada por el Rey Exánime para convertir a la gente inocente en sus siervos no-muertos.

El troll se adelantó, poniéndose frente a frente con el gnomo. Con aire solemne puso la mano en el pecho e hizo una leve reverencia.

-Diculpa pequeño colega.- Comenzó a hablar el trol serenamente con el típico acento de los de su raza, debido principalmente a sus prominentes colmillos.- Penzábamos que erais “enemigo”. Tampoco nozotro deceamo luchar como tontos. Me precento, zoy el chaman del aire, Vel’zane, para cervirles. Y ezto zon mis compañeros. El boticario Jacob Dartfall.- Nombró señalando al renegado y haciendo un gran esfuerzo por pronunciar correctamente su nombre. El renegado hizo una leve inclinación de cabeza en silencio, aunque su mirada denotaba cierto odio hacia todo el mundo básicamente.- Y ezte é…-El troll Vel’zane fue interrumpido por el elfo de sangre el cual se adelantó hasta la altura de Estelae que se mantuvo en silencio con gesto de gran sorpresa en su rostro sin atreverse a mover un músculo.

Cuando estuvieron cara a cara elfo y elfa, el sin’dorei sonrió con lo que él creía que era una sonrisa irresistible. Hizo una galante reverencia y con sencillo truco de prestidigitador hizo aparecer una rosa entre los dedos de su mano derecha, que entregó a Estelae.

-Magíster Balándar, a su servicio.- Se presentó el elfo con una voz aterciopelada, conminando el gesto con un leve guiño.- ¿Y usted es…?- Preguntó dirigiéndose a la joven elfa.

-E…Estelae, encantada.- Respondió la sorprendida druidesa. Anaysha resopló molesta por la actitud del pretencioso elfo y Bector fue el primero en colocarse entre la druidesa y el mago, alejándolo de un leve empellón.

-Mantén las distancias, corrupto de la magia. Los tuyos antes erais una raza honorable, pero ahora ya no me fío tanto. Y será mejor que no te acerques a esta elfa, porque ya tiene pareja.- El elfo no pudo evitar emitir una sonora carcajada ante la amenaza de los enanos.

-Vaya con el pequeño guerrero. ¿Y se puede saber quién es su pareja? ¿Acaso tú?- El enano pareció a punto de explotar, pero mantuvo la compostura, en parte debido a los gestos de advertencia de Kronüs, que se encontraba detrás del elfo, aún frente a Vel’zane y Jacob.

-Para empezar, soy un humilde paladín de la Orden de la Mano de Plata. Y segundo, yo no he tenido la fortuna de tener como pareja a una chica como ella, en parte a que tal vez sea demasiado joven para mi, jeje. No, su pareja la tienes justo detrás de ti.- Explicó Bector con un leve gesto de su brazo.

Balándar se giró confundido, pues no encontraba a alguien. Luego, bajó la vista, recordando la presencia de otro alianzino y allí encontró a Kronüs que hizo un tímido gesto de saludo con la mano mostrando una amigable sonrisa.

Unos sonidos de risa contenida empezaron a surgir del Magíster hasta que no pudo aguantar más y rompió a llorar tan fuerte que no pudo evitar doblarse del dolor muscular. Kronüs observó el espectáculo serenamente, acostumbrado ya a aquellas situaciones.

Cuando el elfo hubo parado de reír debido a que ya no le quedaba aliento para ello, se secó las lágrimas con un pañuelo finamente bordado que hizo aparecer de la nada y se volvió a la elfa y al enano con una sonrisa orgullosa en su atractivo rostro.

-Vaya, ¿quién decía que los de la Alianza no saben hacer buenas bromas? Ahora, dime, ¿quién es el susodicho?-

-No es ninguna broma, genio.- Replicó Razor cada vez más divertido por la situación.- Esos dos se quieren más que una abeja a la miel, aunque suene empalagoso decirlo. El amor es un asco, ¿no crees?- Balándar desvió la mirada hacia Estelae la cual asintió tímidamente con un leve rubor en su rostro.

-No debería haber fallado el tiro…-Masculló entre dientes el mago, recibiendo como reprimenda una colleja por parte de Vel’zane.

-Ruego diculpen la actitud de mi colega. No zabe olvidá las viejas rencillas…- Explicó el troll. El elfo de sangre farfulló algo enojado y se volvió al lado del chaman. Este suspiró sin perder de vista al mago.- Por lo que el pequeño colega ha dicho, veo que tenemo objetivos comunes. Venid a nuetro campamento y hablaremos tranquilamente.-

Los cinco cruzaron una serie de miradas de complicidad hasta que todas se centraron en el pequeño gnomo, el cual asintió alegremente.

La compañía fue guiada hasta un pequeño asentamiento que había a poco más de diez minutos andando de donde habían sido atacados “accidentalmente”. Allí todos se sentaron alrededor de una hoguera con una olla donde bullía lo que parecía un estofado de carne indefinida.

El troll cogió varios cuencos rústicos y los llenó, repartiéndolos entre todos los presentes. Algunos miraron el contenido con cierto gesto de desconfianza, exceptuando a Bector y a Kronüs. Razor lo olisqueó y luego dirigió su mirada al troll.

-No me fío. Seguro que le habéis echado algo. Se supone que somos enemigos.- Los tres hordinos miraron fijamente a Razor y cuando Balándar se disponía a replicar enojado a Razor, Kronüs se alzó en gesto avergonzado.

-Ruego disculpen a mi compañero. Tanto unos como otros hemos vivido malas experiencias durante estos tiempos de guerra, pero somos conscientes de que no podemos dejarnos fiar únicamente por la raza del de al lado.-

Todos miraron sorprendidos a Kronüs. Sus compañeros, exceptuando a Razor, sonrieron orgullosos. Balándar enmudeció, sin deseo de conflictos por el momento, y Vel’zane también mostró una gran sonrisa.

-Veo que el pequeño colega es sabio en su corazón.- Comentó el troll en tono solemne.

-Lo único que deseo es paz…Que todas estas guerras sin sentido acaben algún día, sabio chamán.- Explicó Kronüs con gran humildad y timidez. El troll volvió a sonreír y negó con la cabeza.

-Sabio pero con inocentes esperanzas…Los espíritus me dicen que grandes cosas te deparan en tu camino…-

-Paparruchas.- Exclamó Razor, poco convencido de la existencia de los espíritus de los elementos. El troll se mantuvo imperturbable, sosteniendo la mirada al humano hasta que este se sintió demasiado incómodo y desvió la mirada.

-Los espíritus son más sabios de lo que puedas creer, colega… ¿O debería llamarte Razor? Al iguá que Bector Puño de Plata, Anaysha Vientorroble, Estelae Colmillolunar, Kronüs Forjachispas…Los espíritus saben mucho y me muestran las uniones que existen entre vozotros…Las que ya se han formado y las que están por formarse…-Todos observaron boquiabiertos al troll, el cual comía lentamente su estofado, ajeno a la estupefacción de los presentes.

-Bravo Vel’zane...-Dijo de repente el renegado, con una voz cascada y anciana.- Tal vez podamos usar tus poderes de vidente para algo más útil. ¿No crees?- El troll, de nuevo, no mostró reacción alguna.

-Los espíritus solo me muestran aquello que me debe ser mostrado…Ezo nos lleva a lo más importante…Vozotros habeis venido para investigar la misteriosa epidemia,¿cierto?- Preguntó el troll a la compañía. Estos asintieron en silencio.- Bien. Nozotros también hemos venido por eso. Llevamos investigando para el Jefe de Guerra como una semana. Y sabemos quién es el causante de la mizma. Una epidemia que acaba con todos. Fiebres altas, pústulas, nauseas…Toda claze de síntomas…Como un mal experimento de un doctor brujo…Y siempre con el mismo final: La muerte…-

Todos escucharon atentamente. Kronüs se mesó la barba lentamente.

-Sin embargo, a pesar de lo potente que parece ser…No se ha extendido al resto de la región, que es lo normal.- Replicó Kronüs. Fue entonces cuando el troll alzó uno de sus dedos y se tocó la prominente nariz en gesto de confidencia.

-Eze es el truco. El quién la está controlando. Manejándola.-

-¿Quién podría estar haciendo algo tan cruel?- Preguntó Estelae, incrédula ante la situación actual.

Vel’zane abrió la boca y luego la cerró. Giró su cabeza y dirigió su mirada hacia el renegado, el cual entrelazó sus dedos esqueléticos y observaba a los presentes por encima de sus falanges.

-Balshar, un siervo del Rey Exánime.-

Nuevos compañeros y nuevos enemigos. Los misterios desaparecen poco a poco a medida que nuestros protagonistas se acercan irrefrenablemente al destino final de aquel viaje. ¿Qué les ocurrirá ahora? ¿Serán capaces de acabar con el desconocido Balshar? ¡Todo esto y mucho más en la tercera parte de este capítulo de Un Gnomo En Ventormenta!