Explicación y Dedicatorias

Los textos aquí expuestos son una serie de historias escritas por mí como autor aficionado que desearía dar a conocer.

Reconozco que los primeros seis capítulos están bastante "verdes" en lo referente a madurez literaria, por lo que es a partir del septimo capítulo donde considero presente una mayor elaboración y renovación del estilo. (Demostrada en el argumento de dicho capítulo).

A pesar de ello, mantengo esos seis capítulos como una forma de dar a conocer los origenes de mi querido personaje, así como de mi trayectoria literaria y también porque, al igual que un padre jamás reniega de sus hijos, cualesquiera que sean sus defectos, ningún escritor debe jamás avergonzarse de ninguna de sus obras.

domingo, 22 de agosto de 2010

Un gnomo en Ventormenta



Capítulo 9: Navío a la Jungla (I)



A veces la gente necesita alejarse de su hogar, de sus amigos y de todo lo que le rodea para saber que es lo que realmente quiere, quien es realmente o incluso conocer con quien realmente quiere estar; son los llamados viajes trascendentales, y es por ello por lo que a veces las personas salen corriendo sin previo aviso, corriendo más y más para ver a donde les lleva el camino que han tomado. Otros, sin embargo, se ven envueltos en viajes de este tipo por pura casualidad y se alegran, se alegran mucho.

La nieve caía lentamente sobre los ya de por sí helados campos de Dun Morogh. Daríus caminaba con parsimonia a la casa de Kronüs, a hacerle una visita y ver si le invitaba a algo de paso. Se acercó a la puerta y llamó con cierta brusquedad.

-¡Pasa!- Gritó la voz del gnomo desde el interior de la casa. Daríus empujó la puerta. Estaba abierta, así que entró.

No se podría decir precisamente que la casa de Kronüs fuese una “casa”. Con anterioridad, había sido el conocido como Refugio Pinobruma, lugar donde Kronüs realizó sus primeros experimentos. Tras unos cuantos sucesos, decidió convertir el pequeño edificio de piedra en su laboratorio y en su casa. Así, esta casa estaba llena de toda clase de chismes, instrumentales de laboratorio y herramientas que se superponían con unos pocos objetos de hogar como una mesa donde comer, una cama y unas cuantas sillas. La estancia carecía de toda decoración, a menos que considerásemos decoración los diversos esquemas de ingeniería y dibujos que Kronüs gustaba de hacer en su tiempo libre. Así mismo, esta estancia carecía en un principio de armarios o despensas, lo cual dio a Kronüs la oportunidad de crear pequeños armarios extradimensionales donde guardaba todo, llegando a tener, por ejemplo, tantos libros como para abrir su propia biblioteca. Con el tiempo y las necesidades que fueron surgiendo, el pequeño gnomo creo ingeniosos artilugios para ayudarle en el día a día, como es el caso de unas ingeniosas manos que hacían de cocinero personal para Kronüs, exceptuando los casos en que se volvían locas y le lanzaban un cuchillo de cocina a alguien.

Cuando Daríus entró en la habitación, observó como Kronüs se encargaba de meter varias cosas en una bolsa de viaje con mayor capacidad de la que aparentaba, de su invención claro está, mientras la ardilla mecánica Defi le seguía de un sitio a otro. Cuando la pequeña criatura mecánica se percató de la presencia de Daríus, salió directa hacia él, escaló por su ropa y se tumbó plácidamente sobre su cabeza.

Kronüs se giró un momento, vio a Daríus y le sonrió.

-Vaya Daríus, cuanto tiempo, ¿a que has venido?-

-¿Es que un buen amigo no puede hacerte una visita de cortesía?-

El pequeño gnomo proseguía metiendo cosas en la bolsa, desde libros, ropa limpia, algunas conservas, unos cuantas herramientas y chismes y, sobretodo y más importante, su inseparable cuaderno de notas.

-No digo eso, pero pensé que andarías ocupado atendiendo a Azalea, ya queda poco para el gran día-

-Lo sé, lo sé, pero me apetecía visitarte.-

Kronüs terminó de guardar las cosas, se volvió a Daríus y su gesto se tornó triste.

-Pues me habría encantado, pero me tengo que ir en nada. Las autoridades de Darnassus me han pedido que vaya a investigar una extraña enfermedad que se está dando en las junglas de Tuercespina. Tengo que partir ahora mismo a Darnassus para reunirme con los que serán el resto de mi equipo de investigación y embarcarnos directos a Tuercespina con destino a la Bahía del Botín.-

-Espera, espera, espera.- Cortó bruscamente a Daríus.- ¿Vas a irte AHORA a Darnassus, que está en el extremo norte del otro continente para coger un barco para llegar a Bahía del Botín que está en ESTE continente?-

Kronüs miró a Daríus con comprensión, pues hacia tiempo que se había dado cuenta de la ironía que suponía todo ello.

-Pues eso parece, sí…Bueno, creo que será mejor así, si voy a trabajar con un equipo será mejor que estreche lazos con los que serán mis compañeros, y la travesía es la mejor oportunidad para ello, ¿no crees?-

El retirado caballero de la muerte se encogió de hombros.

-Bueno…Mientras estoy fuera y si no es mucha molestia, me gustaría que le echases un ojo de cuando en cuando a mi casa y me recojas el correo.-El gnomo se palmó las rodillas para llamar a la ardilla mecánica. Esta bajó de la cabeza de Daríus y se colocó al lado de Kronüs que ya porteaba su mochila de viaje sin apenas dificultad.-Espero que nos volvamos a ver pronto.-

-Adiós Gnomete, y que todo vaya bien.-

El gnomo asintió con una cálida sonrisa en su rostro mientras el hechizo de teletransporte que había preparado hacía su efecto y comenzaba a desaparecer poco a poco en dirección a la feérica ciudad de los elfos de la noche o kaldoreis.

Tras el vertiginoso proceso que supone el teletransporte, Kronüs acabó en Darnassus. Se encontraba en el Templo de la Luna donde una hermosa y gigantesca estatua de Haidane, la primera sacerdotisa de la luna, iluminaba con luz propia toda la sala. La estancia estaba sumida en los cánticos de las sacerdotisas y Kronüs decidió salir en silencio para no interrumpir a las cultoras. La ciudad de Darnassus resultaba apabullante. Era todo lo contrario a Ventormenta o Forjaz, no había reclusión sino amplitud. Los edificios estaban muy separados los unos de los otros, agrupados en islotes y bañados por una mística luz purpúrea que no impedía observar el hermoso cielo estrellado. En la ciudad se respiraba una atmosfera de serenidad. Las pequeñas embarcaciones que usaban los elfos para recorrer el lago sobre el que se encontraba la ciudad se mecían lentamente en el agua y la gente andaba con silencio y calma, encargándose de sus diversos quehaceres. Resultaba increíble que esta vasta y serena ciudad se encontrara en las ramas del Teldrassil, un árbol increíblemente inmenso. Mas este no era más que un triste recuerdo del Nordrassil, el árbol original donde la raza de los elfos había habitado hasta que fue terriblemente dañado durante la Tercera Guerra con el ataque del gran señor demonio Archimonde. Ahora, el Nordrassil se encontraba en un proceso de regeneración de varios años de duración que suponía la última esperanza para los kaldoreis de recuperar su inmortalidad. Hasta entonces, todos los elfos de la noche se trasladaron al Teldrassil, lleno de un aura de melancolía por la perdida de su hogar original.

Kronüs andaba con paso pausado, permitiéndose contemplar la fantástica ciudad mientras se dirigía al portal que llevaba al pequeño emplazamiento élfico de Rut’theran, donde se embarcaría en el barco Mano de Elune y conocería a sus compañeros de viaje.

Se internó en el portal y al momento se encontró en la base del Teldrassil. Miró hacia arriba. La copa se perdía en la lejanía. Prosiguió con su camino, acercándose a la taberna de la villa de Rut’theran, que era el punto de encuentro de la compañía. Al poco de acercarse a la entrada de la taberna, empezó a oír como dos voces discutían en voz alta en la taberna, lanzándose improperios el uno al otro.

-¡Ah! ¡Eso sí que no! ¡No pienso a meterme a navegar, Elune sabe cuanto tiempo, encerrada con este tonel borracho que no sabe hacer otra cosa que buscar pelea!-

-¡¿Y yo que?! ¡Ya de por sí dudaba de venir con esta compañía sabiendo que iba a estar llena de orejas puntiagudas! ¡Y encima me toca con la más pesada y cargante de todas las que hay!-

Kronüs reconoció las voces, puso los ojos en blanco y, medio en broma medio desesperado preguntó si alguien allá arriba la tenía tomada con él. Decidió entrar en la taberna para evitar que la discusión llegase a cosas mayores. Cuando entró en la taberna, todos los parroquianos parecían no percatarse de la discusión y bebían como si nada. En medio de la taberna, y lanzándose unas miradas que podían haber prendido el mismísimo Teldrassil, se encontraban el enano paladín Bector PuñodePlata y Anaysha Vientorroble. Por su parte, la tigresa de Anaysha, Llenthy, se encontraba echada perezosamente junto al fuego como un gato doméstico. Defi corrió rapidamente a echarse sobre el mullido y cálido pelaje de la tigresa, pasando entre los dos contendientes, lo que provocó que la discusión cesase milagrosamente y ambos, enano y elfa, volvieron sus miradas al sonriente gnomo que les observaba pacientemente desde la puerta.

-¡Por todos los yunques!- Exclamó Bector, que se lanzó a abrazar al gnomo con efusividad. Kronüs respondió al gesto con alegría, a la par que hacía una leve inclinación de cabeza a modo de saludo hacia la elfa.

-¿Qué te trae por aquí?- Preguntó el enano mientras acercaba a Kronüs a la barra, ignorando de paso a la elfa, y pidiendo un par de jarras. Kronüs retiró educadamente su jarra hacia las proximidades del enano.

-Pues…Si mis oídos no me han fallado cuando os he oído discutir…A lo mismo que vosotros. Navegar a bordo de la Mano de Elune durante un par de meses para investigar la misteriosa enfermedad de Tuercespina.-El enano mostró un gesto de confusión hacia la explicación de Kronüs.- ¿No es eso acaso?-

-Jujuju, por lo que se ve, joven Kronüs, no os han dado toda la información. Cierto es que el barco se dirige hacia la Vega de Tuercespina, pero no es solo para llevar a un equipo de investigación. Nosotros, o al menos una servidora, estamos para proteger las valiosas mercancías que hay a bordo del barco y cuyo destino es ser vendidas en el bullicioso mercado de Bahía del Botín. Eso explica la presencia del cabeza-yunque de aquí.-Dijo esto golpeando burlonamente la cabeza calva del enano, el cual se levantó furioso con Molnyr en ristre.

-¡Ya basta! ¡No voy a poder aguantar ni un minuto junto a ella!-

-¿Quieres que solucionemos esto afuera?- Preguntó desafiante Anaysha mientras preparaba su arco para el combate y Llenthy se levantaba, haciendo caer torpemente a Defi. Los ojos de ambos contendientes volvieron a brillar con furia.

-Encantado...-

Ambos se giraron dispuestos a salir de la taberna con el objetivo de dejar mal parado al otro. Kronüs agarró con educación a ambos en un intento de retenerlos, pero se vio más bien arrastrado por los dos y llevado al exterior. Enano y elfa se separaron varios pasos, mirándose fijamente listos para iniciar un duelo en el cual uno, o ambos, saldría herido. Kronüs contemplaba medio cansado medio preocupado la escena con la tigresa Llenthy y la ardilla mecánica Defi a ambos lados. De repente, de un elegante excusado de madera dispuesto justo en medio de los dos duelistas salió un humano de pelo corto azabache con un bigote discreto y un parche en el ojo silbando alegremente. Se trataba de Razor, el cual perdió toda la alegría cuando vio a las tres personas, el animal y el animal robótico allí presentes. Abrió la boca desmesuradamente y negó con la cabeza rápidamente.

-Oh, no, no, no, no, ¡no! Por todos los dioses, demonios y espíritus habidos y por haber. No me digáis que vosotros también vais al barco ese. ¡Decidme que no! Sois peor que la Plaga, cada vez que me encuentro con vosotros me veo obligado a hacer buenas obras, ¿qué dirían mis colegas si me viesen así?-

Bector olvidó por un momento su furia y dirigió una mirada de sorpresa hacia el humano.

-Vaya, pero si es el ladronzuelo. Apuesto a que has venido por el pago.-

-Por supuesto, ¿me tomas por un idiota que va a venir a ayudar de forma altruista en esta compañía de locos sin cobrar ni una mísera moneda de cobre?-

-Ejem…-Carraspeó levemente Kronüs.- La verdad es que yo he venido aquí sin ningún animo de lucro…-Kronüs sonrió con humildad al humano, el cual mantuvo su mirada sobre el gnomo:-Me mantengo en lo dicho, pero estando vosotros tres aquí, ni muerto.- Razor se disponía a huir rápidamente, pero pronto se vio atrapado por la presa del brazo acorazado de Bector que le rodeaba el cuello en un supuesto abrazo amistoso:

-Oh, vamos, vamos. ¡Nos lo pasaremos pipa! Será como en los viejos tiempos cuando le dimos su merecido a esa sabandija de Van Cleef, ¡espero que encontremos piratas durante el camino! O al menos un par de viscosos nagas, jojojo.-Bector acercó la cabeza de Razor durante un momento para susurrarle algo al oido:- Y si a mí me toca aguantar a la oreja picudas, tu no vas a ser menos, como se suele decir, los males es mejor compartirlos, jejeje.-Y al momento soltó al pobre humano de la presa, permitiéndole recuperar el aliento.

-Bueno, bueno. Vamos a pasar una media de dos meses a bordo del barco hasta llegar a Bahía del Botín, sanos y salvo si es posible. Creo que lo mejor será que empecemos a llevarnos bien, o al menos, soportarnos.- Dijo Kronüs a los tres con una sonrisa cálida en su rostro. Anaysha le devolvió la sonrisa y le acarició el pelo como quien se lo hace a un niño y dirigió una mirada de reproche al humano y al enano:

-Deberíais aprender algo de él. El más joven de nosotros y sabe ser mucho más educado y formal de lo que vosotros podríais llegar a ser.-

Tanto el humano como el enano se solidarizaron en una competición de refunfuños contra la elfa resabida. Todos recogieron sus bártulos y se dirigieron hacia el puerto. Allí encontraron el Mano de Elune. Sorprendentemente, a pesar del nombre, el barco era de factura humana más que élfica. Se trataba de un barco mercante, un galeón de gran tamaño por su destino mercantil y cuyas troneras estaban casi todas bien equipadas. Las cuatro velas se encontraban recogidas, pero se adivinaba su enorme tamaño y el mascarón resultaba apabullante, mostrando la efigie de una hermosa elfa de la noche portando entre sus palmas una luna creciente.. Los marineros estaban cargando los últimos paquetes, así que la compañía curiosa de los cuatro junto a los dos animales subió por una improvisada pasarela. Al subir, Kronüs chocó de bruces con alguien. Se trataba de un elfo alto en estatura, amplios y robustos hombros y con el rostro surcado de numerosas cicatrices. Llevaba el sombrero propio de un capitán de barco, pero el resto de su ropa resultaba ser bastante informal. Una simple camisa blanca arremangada, cruzada por un grueso cinturón de cuero, y unos pantalones cortos oscuros sujetos por una faja azul oscura sobre la cual se encontraba la correa con la que sujetaba un alfanje bastante afilado. El elfo hizo una reverencia y se presentó:

-Caporal Mardant a su servicio. Vosotros debéis ser la compañía de defensa.-Se acercó con suavidad a Anaysha y le cogió la mano para besársela.- ¿No es así?- Anaysha se zafó rapidamente y le cruzó la cara con la mano.

-Será mejor que aprenda a mantenerse alejado de mí, Capitán.- Replico Anaysha con serenidad mientras le sacaba la lengua de forma burlona e infantil. Bector y Razor por su parte, se rieron en silencio para sí y el elfo se recompuso tras haber recogido su sombrero que había caído del golpe.

-Ruego me disculpe, madame. Entonces, ¿todos sois encargados de la defensa del barco?-

-Bueno…-Habló tímidamente Kronüs.- En realidad yo me uní para la posterior investigación en la jungla.-

-¡Ah!- Una sonrisa volvió a aparecer en el rostro del Caporal Mardant.- Vaya, vaya, entonces vos seréis el compañero de la señorita ColmilloLunar, que suerte, desde luego.-

-¿Quién?- Preguntó Kronüs confuso y pronto se fijó en la presencia de una elfa joven que se acercaba al grupo. Resultaba ser bastante joven, de rasgos delicados, inocentes y hermosos. Una melena larga de un color místicamente negro con brillos azulados como la misma noche bañaba sus hombros. De cuerpo ágil, delicado, alta como Razor más o menos, e inocente también, se movía con gracia, a pesar de la larga túnica druídica, decorada con bellos motivos vegetales, con tonos purpúreos y verdosos brillantes; pero con paso tímido. Sus ojos brillaban con una luz azulada que contrastaba con el tono suavemente púrpura de su piel que, en aquel momento se sonrojaba de la vergüenza de encontrarse con tanta gente de golpe, en un sitio desconocido y sin saber muy bien porqué. Cuando estuvo en frente de todos, se inclinó con delicadeza y se presentó con una voz suave y tímida:

-Encantada de conocerlos, Estelae ColmilloLunar…-Y tras realizar la reverencia, lanzó una tímida aunque radiante sonrisa. Kronüs, por su parte, se había petrificado. No podía parar de observar aquellos ojos, aquella sonrisa, aquel rostro, como si nunca antes hubiese visto a una elfa de la noche. Por un momento se quedó sin decir nada mientras notaba como el rubor subía por su rostro, por suerte para él, medio oculto por su barba. De no ser por la intervención de Bector, habría seguido así eternamente. El enano le dio una colleja discreta y por fin reaccionó:

-E-Esto, encantado. Kro-Kronüs Forjachispas.-Y realizó una torpe inclinación que provocó que se le cayesen unas cosas de los bolsillos de su túnica, lo que arrancó una leve risilla en la joven elfa. Anaysha y Bector contemplaron la escena con cierta satisfacción paternal. Razor, por su parte, actuó como solía actuar:

-Bueno, si ya habéis acabado. Soy Razor para los amigos, si de verdad tuviese, y mejor no preguntéis porque me llaman así. Espero no verme obligado a hablar mucho con usted o con cualquiera del barco. Solo espero acabar cuanto antes esta pesadilla y largarme con mi dinero.-Esta vez fue Anaysha quien dio un pisotón con disimulo a Razor, quien ahogó un grito de dolor apretando los labios y se fue al interior del barco; sonrió a la joven y se presentó al igual que hizo Bector. Una vez que las presentaciones hubieron acabado, el Caporal se dirigió al alcázar de popa para dar las ordenes de zarpar y la joven elfa se fue a otro lado de la cubierta, perdiéndose entre la multitud. El barco levó anclas, desplegó las velas latinas, la mayor y la cuadra y por fin la Mano de Elune se hizo a la mar mientras la noche se cernía sobre el vasto océano. Kronüs siguió uno segundos congelado hasta que Bector posó su mano amistosamente sobre el hombro de Kronüs:

-No parece mala chica, desde luego, y vas a tener mucho tiempo para acercarte a partir de ahora.-

-¿Qué-Qué?-Preguntó aturdido el gnomo.

-Bueno…-Anaysha se acercó también al gnomo revolviéndole el pelo.-Yo he decir que ella más o menos para una elfa está en la misma proporción de edad que tú, jujuju.-Y Anaysha se fue a investigar con Bector el interior del barco.

Kronüs no entendía muy bien lo que acababa de ocurrir, pero decidió seguir a la elfa y al enano al interior de la nave. Llenthy prefirió sentarse en la cubierta, sin peligro de que ningún marinero la molestase.

Al parecer, la tripulación sería bastante numerosa, lo cual era de entender dado el tamaño del galeón. Aparte del Caporal, la curiosa compañía y la joven elfa, estaban el médico de abordo, el doctor Ilthiross, un elfo de la noche de aspecto anciano bastante silencioso pero con un gran talento para la ciencia médica, el cocinero, Jhonson, un humano que suplía su ineptitud para mantener coloquios de alta sociedad con una exquisita a la par que nutritiva cocina, el contramaestre y timonel Tres Quintos, otro elfo que recibía ese apodo porque un escualo se encargó de “liberarle” de dos de los cinco dedos de su mano izquierda, y una cincuentena de marinos, jóvenes elfos que se encargaban de todo el esfuerzo físico que suponía el barco, así como de la artillería, la limpieza del barco, su mantenimiento y la ayuda en la cocina.

-Es curioso…-Dijo Kronüs.-No hay ninguna mujer en la tripulación.-

-Bueno, ya sabes lo que dicen de los hombres de mar, jejeje.-Respondió Razor en tono socarrón.

-¿El que?-Preguntó Kronüs intrigado. Los otros tres prefirieron evitar responder al gnomo y se separaron para ir a las habitaciones. Excepcionalmente, dada la situación, la tripulación había preparado un pequeño camarote para las dos elfas que se habían unido en esta travesía. Cuando Anaysha abrió la puerta, encontró una pequeña habitación con dos colchones de apariencia bastante cómoda, si te habías pasado el último mes durmiendo sobre cantos rodados, con un escritorio, un ojo de buey que daba al exterior, un par de tristes candelas y una puerta que daba a un baño propio con una bañera amplia y un excusado limpio, lo cual decía muchísimo a favor de los avances de fontanería del barco, teniendo en cuenta las tristes condiciones que muchos marineros debían sufrir en sus propias travesías y barcos no tan “desarrollados”.Sobre uno de los colchones se encontraba la joven elfa, la cual se giró lentamente y le dedicó una tímida sonrisa mientras mantenía entre sus manos un libro que estaba leyendo.

-Estelae… ¿No es así?- Preguntó con afabilidad. La joven asintió con timidez dando un silencioso “sí” como respuesta. Anaysha sonrió, la actitud de la joven resultaba bastante entrañable.

-Bueno, parece ser que vamos a pasar mucho tiempo como compañeras de cuarto, así que esperemos llevarnos muy bien. ¿Qué te han parecido los chicos?-

-Oh…Bueno, el del bigote resultaba algo…- -¿Desagradable? ¿Arisco? ¿Obsceno? ¿Sería mejor que se lo llevasen a Rasganorte?-Enumeró rápidamente Anaysha.

-Bueno, tal vez…El enano parecía bastante formal y buena persona.-

Anaysha se quedó por un momento mirando a la joven y al final rompió a reír tan fuerte, a carcajada batiente, que las lágrimas le saltaban de los ojos. Estelae no entendía cual era la gracia del asunto y se quedó contemplando a Anaysha como reía con una tímida sonrisa hasta que esta dejo de reír.

-Ay…Hacía tiempo que no reía tan bien. Descuida, cuando pases unos minutos con él lo comprenderás. ¿Y que me dices del joven gnomo? Es muy inteligente, muy buena persona y diría que uno de los mejores magos que he visto en este mundo.- Y, sin saber porqué, lamentó haber dicho esto último, pues una sombra de tristeza pasó por el rostro de Estelae que se mantuvo en silencio, prosiguiendo con su lectura. En el camarote se instauro un incómodo silencio que Anaysha aprovechó para deshacer su equipaje, mientras la joven se ausentaba del mundo exterior, ensimismada aparentemente en su lectura.

Por su parte, el enano, el gnomo y el humano se vieron obligados a dormir con los demás hombres en el camarote común, una sala bastante amplia justo bajo la cubierta y sobre las bodegas, donde usaban unas hamacas que se encontraban en precario equilibrio, viéndose rodeados de una amplia gama de olores que pasaban del salitre al ron, pasando por los distintos matices de sudor. Los hombres también poseían un baño, pero este era común, con varias duchas y excusados, no tan limpios como el de las mujeres. Allí estaban todos los hombres, exceptuando al médico de abordo que pasaba la noche en su sala y el cocinero que dormía en un pequeño catre de tijera afincado en un rincón de la cocina. Incluso el propio Caporal se había visto obligado a dormir en esa sala, pues había cedido su camarote a las dos mujeres.

Se encontraban deshaciendo sus bártulos mientras Razor le hablaba al ausente Kronüs:

-Te lo digo en serio, las mujeres no traen más que problemas. Se acaban volviendo ariscas y desagradables cuanto más tiempo que pasas con ellas, justo al contrario que el ron, ¿no es así, compañeros?-Todos los marineros dieron varios gritos de asentimiento y jolgorio y Razor sonrió ampliamente por primera vez.-Me gustan estos chicos, beben como hombres y ganan dinero como gente inteligente.-

Kronüs por su parte se encontraba en silencio, preparando su hamaca. Obviamente había cogido la más cercana al suelo. Justo encima de él se encontraba Bector probando la suya y al poco se asomó para mirar al gnomo:

-No hagas caso de ese criminal, encontrar a una mujer a la que amar es lo mejor que puede pasarte en esta vida. Te lo digo como amigo y como paladín.-

-¿Ah, sí? ¿Y como es que tú no estás con alguna, eh?-

-Bah…-Se mesó la rubia y poblada barba.-Aún no he encontrado a la adecuada. Yo quiero que mi compañera sea como una buena cerveza, con fuerza y carácter, que sea capaz de seguirme el ritmo cuando le esté machacando el cráneo a algún no-muerto descerebrado.-

-¿Cómo Anaysha…?- Preguntó Kronüs en un suspiro ensoñado.

-¡No digas tonterías! ¡Pasar la vida con esa orejas picudas! ¡Antes que me quiten la cecina!- Y debido al arrojo con que dijo esto cayó al suelo de la hamaca, aunque Kronüs no se percató de ello. Estaba muy ocupado recolocando sus pensamientos. Fue entonces cuando apareció el Caporal Mardant, que ayudo fácilmente a que el enano se levantase, pues este aún iba con su armadura de placas.

-Buen enano, debería aprender de sus colegas y vestir ropa más ligera. Si llega a darse el caso de que cae por la borda, difícilmente alguien conseguirá rescatarlo.-

-Bah, esta armadura me ha acompañado toda la vida. Además, no tengo nada más.-El Caporal sonrió divertido al enano.

-Bueno, seguro que alguno de mis muchachos puede prestarle algo.-Silbó a uno de los elfos que enseguida lanzó un saco lleno de varias prendas algo rasgadas.-

-Pruébese cuantos quiera.-Al momento se fijo en el gnomo, ensimismado en el aire, sacando sus cosas una a una mientras la ardilla mecánica le observaba, se acercó a él y le susurró al oído:

-Deberías rendirte…No tienes ninguna posibilidad, ella será mía antes de que acabe esta travesía, jejeje…-Y se alejó un poco de Kronüs, el cual se quedó confuso pero con un cierto miedo en el corazón, colocó sus manos a modo de bocina para llamar a todos sus marineros:

-¡Hora de comer! ¡Veamos que nos ha preparado el viejo Jhonson!-Y todos los marineros dejaron de hacer lo que estaban haciendo para seguir a su capitán. Kronüs por un momento no supo que hacer, su mente estaba sumida en una espiral de confusión, pero los gruñidos de la desesperada lucha de Bector contra la ropa de talla grande le trajo de vuelta a este mundo.

-Cada vez me gusta menos este capitán.-Masculló el enano mientras Kronüs se dispuso a ayudarle a arremangar numerosas veces mangas y perneras para que el enano pudiese andar medianamente cómodo con esa ropa.

-Entonces es de los míos, je.- Replicó Razor sonriente desde la hamaca alta en la que se había afincado. Una vez que los tres estuvieron listos, se dirigieron también a la cocina. El barco resultaba inmenso, como un laberinto de madera, angosto y húmedo. Por suerte para ellos, el pequeño gnomo, aunque ensimismado recordaba bien el camino y pudieron llegar antes de que les dejasen sin comida.

El comedor resultaba sofocante. A pesar de encontrarse en medio del mar durante la época más suave del año, toda la sala estaba llena del agobiante calor proveniente de la cocina, así como el olor de la fritanga, lo cual provocaba posteriores sorpresas al encontrar que los postres se correspondían con alguna pieza de fruta fresca. Todos los marineros estaban a la mesa, golpeando con alegría la larga mesa mientras cantaban numerosos cánticos de marinos en élfico que ninguno de los tres entendían.

Buscaron algún lugar libre donde sentarse tras haber cogido sus platos metálicos y sus jarras de madera. Al final lo encontraron y coincidieron con las dos elfas delante. Anaysha se sorprendió de ver al enano con aquellas ropas y evitó reírse, al menos no sonoramente.

-Con esta orejas picudas no voy a poder disfrutar de la comida.-Murmuró Bector.

-¿Has dicho algo, tonel borracho?-Preguntó Anaysha mientras se sentaba.

-¡Que tengo hambre!-Exclamó Bector enojado.- ¿Dónde está el rancho?-Y mientras se sentaban una voz rasposa y aparentemente cantarina, sonó desde la cocina:

-Que “sus” digo que ya voy...”Endeluego” que esta gente ya no sabe “esperá”…-

Y un humano con bastante barriga, la cual iba tapada por un delantal grasiento, un pelo cortado al estilo militar de tono castaño y con alguna que otra quemadura en los brazos apareció por la puerta giratoria de la cocina cargando un humeante y enorme puchero. Se colocó en el extremo que se encontraba la compañía y la joven elfa.

-¿A ver? ¿Quién quiere “probá” el potaje del “amijo” Jhonson?-

-¡Aquí cocinero! Y un poco de ron cuando se pueda.-Exclamó más animado el enano. El cocinero fue sirviendo poco a poco una sustancia homogénea, viscosa y humeante en los platos metálicos y dejó unas cuantas botellas de ron y de agua sobre la mesa. Cuatro de los cinco se quedaron mirando el plato mientras Bector lo devoraba con saña. Al final Razor hizo la pregunta que todos estaban pensando:

-¿Qué se supone que lleva…?-

-“Pos” veamos…”Papas”, zanahorias, cebollas, pimiento, tocino, carne de la buena y puede que un poquito de “sar”.”Tá güeno”.-Aseguró el cocinero Jhonson y Bector lo secundó con un gruñido de satisfacción mientras seguía comiendo.

Kronüs fue el primero de los cuatro en probarlo, no hacerlo sería una falta de educación hacia el buen cocinero. Se metió la cuchara tímidamente y cuando lo hubo saboreado por un rato, tragó. Y cogió otra cucharada, y otra, y otra.

-Está riquísimo.-Anaysha y Razor miraron atónitos al gnomo y Estelae sonrió tímidamente y también probó lentamente el plato. Todos probaron la comida y se quedaron prendidos de esa misteriosa comida. Cuando hubo acabado, el Caporal se acercó a los cinco y les explicó que la comida del viejo Jhonson, aunque de aspecto muy poco agradable, resultaba deliciosa y, ante todo, nutritiva, que era lo que necesitaba todo marino para sobrevivir cuando el barco se veía inmerso en una terrible tormenta. Cuando terminó de explicar, se acercó levemente a Estelae y sin bajar la voz demasiado le habló:

-Si lo desea, señorita, podríamos compartir un poco de té en una sala más privada.-

La joven elfa sonrió levemente y el capitán miró con cierto desprecio disimulado al gnomo, el cual había bajado la mirada entristecido.

-Me encantaría capitán, pero…Es que no me gusta el té.-Se levantó con educación, se despidió de todos en silencio y se fue sola a la cubierta bajo el nocturno cielo. El capitán se quedó por un momento congelado en el sitio y el gnomo recuperó cierta vivacidad en los ojos. Bector le animó con la mirada a seguirla, y, aunque dudo por un momento, se decidió a salir, excusándose educadamente. Razor bufó para sí y Anaysha se levantó dándole unas palmaditas en el hombro al Caporal.

-Debería seguir con los barcos, los maneja mejor, jujuju.-Y volvió a sentarse a terminar su cena junto a los otro dos.

Kronüs salió a la cubierta. Se encontraba desierta, a excepción de Llenthy, que seguía durmiendo, así como el vigía y el timonel que se encontraban en su puesto a varios metros de él; todos los demás seguían dentro cenando. La noche se había cernido completamente. La cubierta estaba iluminada solo por unas pocas lámparas para indicar a los demás barcos la longitud del galeón, pero casi toda la luz procedía de la misma luna. Las velas mayor, cuadra y latinas eran propulsadas en silencio por el viento, sin apenas emitir chirrido o crujido ajeno.

De repente, la atmosfera se llenó de una hermosa música. Kronüs buscó la fuente encandilado e intrigado, y pronto la vio. La figura de Estelae se recortaba con la luz de la luna. Se encontraba sentada en el borde de la proa del barco tocando una ocarina de seis agujeros. Kronüs se acercó lentamente, procurando no interrumpirla. Fue en silencio y se percató de que la música, aunque hermosa, mostraba un matiz de tristeza que le traía recuerdos de un pasado mejor, llenándole el corazón de añoranza.

Cuando la joven elfa dejó de tocar Kronüs se encontraba ya bastante cerca de ella.

-Eso ha sido muy hermoso…-Dijo tímidamente el gnomo sobresaltando a la elfa que dejó caer la ocarina sin querer. Kronüs se lanzó rápidamente y la cogió en el aire estando colgado de una mano del borde. La elfa le ayudó con cierta dificultad a subirlo cogiéndolo de la mano. Cuando estuvo arriba, el gnomo apartó avergonzado la mano y le devolvió en silencio la ocarina. Estelae sonrió agradecida y ambos se sentaron a mirar el cielo nocturno en silencio.

-A-Anda que…Como has dejado al Capitán, se ha quedado congelado…-Estelae miró al gnomo y sonrió divertida.-Tal que así.-Y Kronüs se encerró en un bloque de hielo adoptando una postura cómica, arrancando una risilla a la elfa. Kronüs se descongeló satisfecho de haberla hecho reír.

-La…La canción era muy bonita….Pero era muy triste.-

Estelae asintió lentamente y desplazó su mirada a la luna con un brillo de tristeza en sus ojos. Kronüs se mantuvo pensativo durante un momento, mesándose la barba y al momento tuvo una idea. Movió levemente las manos para cubrir su barba de nieve, dándole un aspecto totalmente blanco y aparentando ser más larga de lo que era.

-Mira, el Padre Invierno.- Y Estelae volvió a reír con esa risilla tímida. Kronüs modificó la nieve, esta vez colocándola en sus sienes aparentando ser dos enormes cuernos.

-Un tauren.- Y Estelae volvió a reír con más alegría. Kronüs más feliz que nunca volvió a cambiar la disposición de la nieve, aparentando tener dos colmillos enormes que le salían de la boca.

-Un troll…Leñe, ¿cómo harán para comer con estas cosas? ¿Y para besarse? Debe ser peor que el beso entre dos tucanes.-Y Estelae rompió a reír ruidosamente, llena de una vida como nunca se había sentido antes. Y así pasaron la noche, mirando al nocturno cielo mientras el gnomo hacía reír de más de una forma, y, al menos por esa noche, el gnomo se sintió más feliz que nunca.



***


Recién entrada la madrugada, Estelae salió de la habitación sin hacer ningún ruido para no molestar. Salió de la habitación con cuidado y a medida que andaba por los solitarios y angostos pasillos su cuerpo fue metamorfoseándose sin hacer ningún ruido y la que antes fue una joven elfa se convirtió en una silenciosa pantera con un pelaje negro salpicado de brillos azules como su pelo. La pantera anduvo en silencio, como si fuese dueña de aquellos pasillos, con total seguridad. De repente, algo llamó su atención. Un cautivador olor a pan recién calentado y a mantequilla casera le llenó el olfato por completo. Fue andando lentamente, como animal que acecha a su presa, hasta llegar a la entrada de las cocinas. Cuando estuvo al lado de la puerta volvió a su forma élfica y Estelae entreabrió un poco la puerta para observar el interior. Se veía un fuego controlado en un hogar donde varias hogazas eran calentadas con cuidado y se oía el borboteo del café haciéndose. No parecía haber nadie dentro, aunque se oían los guturales ronquidos de un hombre por allá adentro.

-No te quedes ahí parada y ayúdame un poco.-Dijo una voz tras la joven elfa que la hizo sobresaltarse y lanzar un pequeño gritito. Se volvió y allí había una mujer con una larga y rizada melena pelirroja, una cara bastante morena que tenía como única decoración dos aros finos y dorados que colgaban de sus orejas ocultas por la melena. Resultaba aparentar una buena juventud. De cuerpo curvilíneo aunque fuerte, vestida con ropa propia de un marino y con un grasiento delantal, llevaba entre sus manos varios sacos de grano de café.

-Venga, ¿a que estás esperando? No te quedes ahí pasmada y coge alguno.-Y sin esperar respuesta le puso entre los brazos de la aturdida elfa uno de los sacos. La elfa siguió con dificultad a la mujer autoritaria hacia el interior de la cocina. Hacía bastante calor a causa del hogar y observó que en una de las esquinas que quedaban ocultas de la perspectiva de la puerta se encontraba el cocinero Jhonson sobre un maltrecho catre de tijera roncando como una bestia salvaje. La mujer le miró con un gesto de desdén combinado con cariño mientras se colocaba con maestría una redecilla para recogerse su melena rojiza.

-Menudo vago que está hecho…-Y la mujer sonrió mientras removía ciertas cosas de la cocina.

-Pensaba que yo y la otra elfa éramos las únicas mujeres en el barco.-Explicó Estelae con timidez.

-¡Cá! Eso es lo que creen aquí la mayoría.¿Pero quién es la que hace que esos mejunjes sean comestibles? Te digo yo que si no es por mí, este barco sería el más diarreico del mundo. Los estreñidos harían cola para subir aquí. Él…Bueno, tiene talento para que la comida sea nutritiva, pero yo soy la que hace que no la echen antes de tiempo.-Terminó de explicar divertida mientras recogía las hogazas que ya estaban suficientemente tostados.-Me llaman señora Jhonson, y así deberán seguir llamándome si no desean encontrarse con una sorpresa en su comida. Puede que el “caporalcillo” mande en este barco, pero en mi cocina mando yo.-

-Estelae ColmilloLunar, encantada.-

-Sí, sí. Ya oí de ti, el Caporal no para de fardar de ti como si fueses una isla recién descubierta. Hazme caso y aléjate de él. No sabe estarse quieto. Por el contrario…-La cocinera guiñó un ojo con picardía a la elfa.-Veo que os lo pasasteis muy bien anoche el canijo ese y tú, ¿eh?-Estelae se sonrojó de forma casi imperceptible, sin entender muy bien el comentario de la cocinera y sin tampoco entender muy bien su propia reacción; y respondió en voz baja mientras negaba lentamente mostrando una tímida sonrisa:

-Parece una buena persona…Simplemente eso.-La señora Jhonson torció el gesto y al poco oyó voces provenientes del comedor. Se asomó por la puerta giratoria con cuidado y vio que se trataban de la compañía de defensa e investigación. Estaban recién levantados y se sentaron con hambre. La cocinera voló por la cocina, cogiendo varias hogazas de pan y las puso en una cesta. Cogió también una de las cafeteras ya listas y una jarra con leche y se lo dio todo a la joven elfa que no entendía lo que ocurría.

-Anda, anda, ve ya. ¡Rápido!-Azuzó la cocinera mientras empujaba lentamente a la joven hacia la puerta.

-Pero…--¡Anda, ve! Ya verás como le hace ilusión.- Y la lanzó fuera al comedor trastabillando pero por suerte sin derramar nada ante la estupefacta mirada de todos. La joven se sonrojó levemente por la vergüenza de tantas miradas sobretodo, y sin entender muy bien porqué, por la del gnomo que la observaba aparentando no mirar. Ella mostró todo lo que llevaba en las manos y dijo con timidez:

-El desayuno.-Y los presentes respondieron con una sonrisa cálida, exceptuando a Razor que se limitó a refunfuñar:

-Ya era hora.-Y al momento calló, pues recibió una buena patada en la pierna, cortesía de Anaysha y no se atrevió a hacer más comentarios. La elfa dejó las cosas y se sentó al lado de Razor, enfrente de Kronüs. Cada uno cogió una hogaza de pan y miraron sobre la mesa buscando algo.

-¿Y la mantequilla?-Preguntó Bector. Al momento alguien lanzó una barra de mantequilla envuelta con cuidado de la cocina que iba justo en dirección para Kronüs. Por suerte, o por desgracia, la barra estaba recién congelada así que impactó duramente en la cabeza del gnomo sin estropearse la mantequilla. El gnomo se frotó la cabeza levemente dolorido y puso la barra sobre la mesa.

-¿Estás bien?-Preguntó Anaysha.

-Tranquila, soy muy cabezota.-Estelae emitió una leve risilla ante el comentario.

-Y tanto…-Secundó Razor al desenvolver la mantequilla y encontrarla deformada por el impacto. Kronüs rió sonoramente y Estelae sonrió tímidamente al oír al gnomo reír tanto.

Los cinco prosiguieron desayunando mientras los demás marinos fueron levantándose y entrando en el comedor y apareció por la puerta giratoria el viejo Jhonson medio adormilado ,que fue sirviendo las hogazas de pan así como la leche, el café y la mantequilla.

Una vez que todos hubieron acabado, salieron a la cubierta ocupando sus respectivos puestos. Anaysha decidió subirse al palo mayor a otear y sentir la brisa marina. Bector se sentó sobre unos sacos sacándole brilló a su Molnyr, con la tigresa Llenthy tumbada a su lado y la ardilla Defi sentada sobre el lomo de la tigresa. Razor, por su lado, se dedicaba a jugar a los dados con los marinos. Sorprendentemente, o no tan sorprendentemente, llevaba una buena racha y empezaba a suscitar desconfianza entre los demás marinos. Por su parte, Kronüs se fue a explorar por entre los pasillos del interior del barco. Tenía la ciega esperanza de encontrar alguna clase de biblioteca en aquel barco. Fue andando poco a poco. En un momento dado, oyó una especie de ronroneo y al principio pensó que podría ser Llenthy, pero pronto recordó que la tigresa se había quedado arriba porque no le gustaban los espacios cerrados. Se fue acercando lentamente, de forma sigilosa y al mirar por la siguiente esquina vio una pantera andando por el pasillo, también con cierta sutileza y guardia. El gnomo no sabía porqué pero el color del pelaje de la pantera le resultaba familiar. La pantera giró en un momento dado la cabeza. Había captado su aroma. Kronüs intentó huir sin que le oyese, pero pronto tuvo a la pantera justo detrás. Esta parecía sorprendida de ver al gnomo. Algo extraño para el gnomo empezó a ocurrir frente a él. La pantera empezó a cambiar de forma poco a poco y lo que antes fue una estilizada pantera se convirtió en una joven y tímida elfa. Kronüs abrió los ojos sorprendido y la elfa desvió la mirada tímida.

-¿Me…Me has visto?-El gnomo asintió lentamente con la cabeza y la elfa se giró avergonzada. Kronüs no entendía que ocurría.

-¿Eres un a druidesa?- Estelae asintió lentamente con la cabeza.- ¿Y de que te avergüenzas? Esa es tu naturaleza, no deberías avergonzarte de ello.-

-¿No…No piensas que sea un animal salvaje o algo así?-Preguntó con miedo la elfa, girando levemente la cabeza.

-Que tonterías. ¿Por qué iba a pensar algo así? Tú eres una elfa como otra cualquiera. Bueno, tal vez no me cualquiera, porque…Bueno, eso no importa.-La elfa suspiró y se sentó apoyándose en la pared en postura fetal. Kronüs se sentó junto a ella con un sentimiento de pena repentino que no podía explicar. Pronto, oyó sollozar a la joven elfa y sintió la necesidad de hacer algo. Colocó la mano sobre el hombro de la joven. Esta alzó la vista y al mirar al gnomo sonriendo con calidez sintió una mayor calma en su interior.

-Vamos, vamos. No hay porqué llorar, como decía mi padre:”Uno solo llora cuando ha conocido a su suegra.”-Estelae rió levemente mientras se secaba las lágrimas. Kronüs se levantó y miró a la joven elfa.

-Venga, vamos fuera. Un poco de luz solar nos sentará muy bien, ¿no crees?- Y esperó a que la elfa se levantase. Esta lo hizo mostrando una tímida y cálida sonrisa y ambos salieron hacia la cubierta y charlaron. Charlaron, rieron y se conocieron un poco más. Mientras el barco navegó placidamente por el mar, de forma imperturbable, por el momento.



***



Habían pasado tres semanas. Estelae había acudido continuamente a la cocina de la señora Jhonson para ayudarla en sus quehaceres culinarios, especialmente por las mañanas que era cuando tenía la oportunidad de servir el desayuno a sus compañeros que siempre eran de los más tempraneros. Durante los últimos días, Estelae se había aproximado a los cuatro conociéndolos un poco mejor. Sin embargo la confianza hacia Bector, Razor o Anaysha no se podía comparar a la que había obtenido con el pequeño gnomo y los demás se habían dado cuenta de ello. Se pasaban las tardes hablando de libros, del tiempo, de cualquier cosa, pero eran manifiestos los numerosos esfuerzos del gnomo para arrancarle una sonrisa a la a veces taciturna y solitaria elfa. Así, Kronüs había ido descubriendo ciertas cosas de ella, como el hecho de que poco había visto del mundo aparte de su pueblo natal y de Darnassus. Por ello, le había relatado sus numerosos viajes por Azeroth, Terrallende y Rasganorte, explicándole que el mundo estaba lleno de cosas maravillosas y que debía lanzarse a explorarlo tal y como él hizo hace ya en un tiempo tan lejano.

Estelae se encontraba preparando las hogazas de pan tostadas para sus amigos cuando la señora Jhonson entró con dos sacos de patatas para el almuerzo y sonrió al ver a la joven con tanta vida y alegría.

-Pensar…Uf…Que cuando llegaste aquí eras una chiquilla más callada que un muerto y con solo tres semanas, más o menos, gracias a mis consejos mágicos te has vuelto doña alegría. Claro está, con un poquito de ayuda de un pequeño amiguito, ¿eh?-Dijo esto último con un tono pícaro mientras le guiñaba un ojo. Estelae decidió bajar la cabeza disimulando una pequeña sonrisa en su rostro.

-Solo somos amigos, ya lo sabe señora Jhonson…-Dijo en cierto tono quedo aunque alegre.

-Menos mal que así es, ¿no cree señorita?- Se trataba del Caporal Mardant que había aparecido por la puerta reservada a los empleados de cocina. Estelae elevó una ceja confundida y rápidamente la señora Jhonson se puso cara a cara con el elfo.

-Ya sabe lo que siempre le digo Caporal, no entre en mi cocina si no quiere dar las ordenes desde el retrete, ¿me ha oído?- Y acompañó esta amenaza agitando una cuchara de madera grande y de aspecto bastante fiero en sus manos.

-Por supuesto, por supuesto. No tenía ninguna intención de ello. Yo siempre digo que una mujer hermosa y con carácter debe mandar cuanto quiera.-

-Le recuerdo, Caporal, que soy una mujer casada. No va a comprarme con halagos.-

El Caporal se acercó con grandilocuencia hacia un bol de fruta. Cogió una uva y jugueteo con ella, desviando por un momento la mirada hacia el cuerpo dormido del cocinero Jhonson.

-Y sigo sorprendiéndome de ello. Nada más lejos de mi intención, señora Jhonson. Solo venía para ver como estaba una de nuestras pasajeras más…Destacadas. Hace bien en tomar a ese gnomo como un amigo, señorita, porque ha llegado a mis oídos que él ya tiene una amada esperándola de vuelta en el puerto.-

Al oír esto, Estelae cayó en una tristeza total. En su interior sentía un frío absoluto y un vacío que nada podía llenar. Se sentía la más desgraciada de todas y la realidad se disolvió a su alrededor. No se percató de cómo la señora Jhonson echaba con violencia al Caporal de la cocina amenazándole con diarreas semanales si volvía a verlo por allí proclamando tales falacias. No entendía muy bien lo que estaba ocurriendo con ella. Para ella ese gnomo era un amigo, un buen amigo, simplemente eso. Sin embargo, haber oído esas noticias por parte del Caporal le había hecho sentir con una honda tristeza en su interior. Deseaba alejarse de todo y de todos. Fue entonces cuando la señora Jhonson, agitándola suavemente la devolvió a la realidad.

-Vamos, vamos, reacciona. No hagas caso de lo que dice ese hombre. Sería capaz de dar su alma al primer demonio que viese en Terrallende para conseguir a una mujer guapa. Todo lo que le oigas decir no son más que estupideces, mentiras, falacias, como prefieras llamarlo. Anda, lleva las cosas a tus amigos.- Estelae asintió en silencio. Cogió las cosas y se fue al comedor. Allí le esperaban sonrientes sus compañeros, como de costumbre.

-Buenos días Estelae.-Dijo con una amigable sonrisa Kronüs mientras esta repartía las cosas del desayuno. Estelae no dijo nada, asintió en silencio con la cabeza y se sentó a comer lentamente, sin decir nada. Todos la miraron extrañada. Kronüs sentía que algo no iba bien, así que decidió insistir.

-Esto… ¿Has pasado buena noche?- Estelae volvió a asentir en silencio sin decir nada mientras se acababa su pan con mantequilla. Los demás miraron extrañados a Kronüs, el cual se humedecía los labios preocupado.- ¿Ocurre algo…?- Estelae negó con la cabeza, recogió sus cosas y se despidió con cierto tono quedo de los demás. Nadie entendía que había ocurrido de repente. Kronüs sentía como su alma se desplomaba, llenándose de enorme tristeza. Así, el gnomo se retiró también para pensar a su hamaca. Había perdido todo animo, todo apetito y no sabía que hacer. En las sombras, el Caporal Mardant sonrió con malevolencia.

Y así pasó una semana más. Kronüs trataba de hablar con ella, pero esta siempre le rehuía. Ya no se la veía por las cocinas, ni por el comedor, ni siquiera iba a dormir al camarote con Anaysha. Pero Kronüs notaba que ella seguía en el barco. Trató de buscarla por las laberínticas bodegas, preguntó a los marinos pero nada. Sabía que le estaba evitando. Podía anticiparse a él gracias a su olfato y Kronüs durante ese tiempo perdió la alegría que le caracterizaba y todos, incluido Razor, aunque aparentemente no por motu propio; trataron de animarlo pero nada. Y así transcurrió la semana.



***


Había pasado una semana desde lo sucedido en el comedor del barco. Kronüs se pasaba los días sentados en la cubierta leyendo, sin moverse ni hablar salvo cuando era necesario. Y seguía sin haber rastro de Estelae. Aquel día había una niebla muy espesa y la noche ya había entrado. La mayor parte de la tripulación, exceptuando los que estaban de guardia, se encontraban cenando plácidamente. Fue entonces cuando un sonido atronador llenó toda la atmosfera. El contramaestre Tres Quintos apareció de sopetón en el comedor.

-¡Mi Caporal! ¡Piratas!-Toda el comedor se sumió en el silencio e incluso el viejo Jhonson y su esposa se asomaron para ver que pasaba. El Caporal Mardant se limpió lentamente la boca con una servilleta:

-¿En que dirección se encuentran?-

-Justo a proa mi Caporal.-

El Caporal se alzó lentamente y mirando a toda la tripulación exclamó.

-¡Ya habéis oído panda de vagos! ¡Hay trabajo que hacer! ¡Que los artilleros muevan los cañones a babor, les atacaremos desde ese lado! ¡El resto de marinos que cojan las armas y que se preparen para un posible abordaje! ¡Que un pequeño grupo se encargue de llevar a los heridos al doctor!- Los marineros se fueron moviendo con gran celeridad, al son de las ordenes de su capitán. Incluso el viejo Jhonson apareció saliendo de la cocina con una sonrisa maníaca llevando dos cuchillos de cocina bien afilados a modo de arma y una voz desde la cocina le gritó: -¡Ten cuidado y no llegues tarde, que hay que dejar listo el desayuno!-. La compañía observaba extrañada el espectáculo.- ¡Vosotros cuatro!- Exclamó el Caporal dirigiéndose a la compañía: -¡Demostrad que el traeros con nosotros ha merecido la pena!- Y se fue a la cubierta a dirigir el contraataque. Bector se frotó las manos entusiasmado y salió corriendo a la sala común a coger su armadura. Razor suspiro y fue yendo. Anaysha lo imitó, pero vio que el gnomo se quedaba atrás.

-¿A que esperas?-

-Ahora voy…-Replicó serenamente el gnomo. La elfa asintió y se fue.

Fuera en la cubierta todo era un completo caos. Los marineros se movían de un lado a otro. Arriaban la velas cuadra y latinas, dejando solo la vela mayor para decelerar y colocarse flanco a flanco con el barco pirata. Pronto lo vieron. Un galeón, no tan grande como el suyo se colocó a su altura ondeando la bandera pirata. Los saqueadores del mar estaban listos en su cubierta para asaltar al enemigo. Cuando los dos barcos estuvieron a la misma altura, el universo entero contuvo el aliento. Una orden de fuego, los cañones disparándose al unísono, trozos de madera saltando y los piratas lanzándose con la ayuda de cuerdas al barco enemigo. Algunos pobres desdichados caían muertos antes de alcanzar la cubierta del barco abordado debido a las andanadas de flechas lanzadas por Anaysha desde las vergas del palo mayor. Aquellos que llegaban a la cubierta se encontraban con la muerte dentada de la tigresa blanca Llenthy que desgarraba sin piedad a los marinos que habían osado molestarle en su sueño. Si no tenían tanta suerte, se encontraban con los cráneos machacados por el Molnyr de Bector, eufórico con su armadura puesta de nuevo; o sino, acuchillados por sorpresa por las espadas de Razor que saltaba ágilmente de enemigo en enemigo en una mortal danza. Sin embargo, seguía sin haber rastro de Kronüs o de Estelae.

-¡Orejas picudas!- Llamó Bector tratando de hacerse oír sobre las explosiones mientras despachaba a un desafortunado pirata que había tenido la mala suerte de toparse con su martillo.-¿Dónde diantres está Kronüs? ¡Un poco de ayuda mágica no vendría mal!-

Anaysha buscó con la mirada a Kronüs pero no alcanzaba a ver al gnomo sobre la cubierta y tampoco podía perder de vista los piratas que estaban por venir. De repente vislumbró algo. Una sombra oscura que se movía serpenteante entre la gente portando un gran objeto que emitía un brillo azulado sobrenatural.

-¿Qué demonios…?

¿Qué será lo que ha visto Anaysha desde lo alto del mástil? ¿Saldran con vida la compañía de aquella épica batalla naval? ¿Y que secretos guardará la misteriosa Estelae que ha huido de nuestro pequeño amigo? Todo esto y mucho más en la segunda parte de este emocionante capítulo de Un Gnomo en Ventormenta.