Explicación y Dedicatorias

Los textos aquí expuestos son una serie de historias escritas por mí como autor aficionado que desearía dar a conocer.

Reconozco que los primeros seis capítulos están bastante "verdes" en lo referente a madurez literaria, por lo que es a partir del septimo capítulo donde considero presente una mayor elaboración y renovación del estilo. (Demostrada en el argumento de dicho capítulo).

A pesar de ello, mantengo esos seis capítulos como una forma de dar a conocer los origenes de mi querido personaje, así como de mi trayectoria literaria y también porque, al igual que un padre jamás reniega de sus hijos, cualesquiera que sean sus defectos, ningún escritor debe jamás avergonzarse de ninguna de sus obras.

lunes, 4 de octubre de 2010

 Un gnomo en Ventormenta



Capítulo 11: El ojo de la pantera(II)

Separados y unidos una vez más, Kronüs y Estelae volvían a estar juntos tras haber pasado por una serie de experiencas que les habían abierto los ojos a ideas que nunca antes habían pasado por sus inocentes cabezas. Sin embargo, su tarea aún no había terminado. Sus compañeros seguían en paradero desconocido y su misión en la jungla aún no había concluido. ¡Demos paso a esta segunda parte del undécimo capítulo de Un Gnomo En Ventormenta!


Cuando la pantera hembra colocó lo que llevaba en el suelo a los pies de Kronüs, ambos, elfa y gnomo, abrieron los ojos ampliamente.


-No puede ser…-

Se trataba de la ardilla mecánica Defi, la cual se encontraba en un estado lamentable. Estaba llena de arañazos, abolladuras, la pintura se había desgastado casi completamente y uno de sus ojos verdosos se había hecho añicos.

Kronüs se arrodillo para recogerla con cuidado y Defi alzó su pequeña cabeza lastimeramente mientras observaba al gnomo con su único ojo funcional. La llevó cerca del fuego y empezó a rebuscar entre sus bolsillos hasta sacar su navaja multiusos y unas cuantas piezas de repuesto que llevaba. El gnomo empezó a reparar metódicamente la ardilla ante la silenciosa mirada de la elfa y la pantera.

Mientras Kronüs proseguía con la reparación Estelae se percató de un papel plegado que había caído al suelo después de que el gnomo hubiese recogido a Defi. Lo cogió. Estaba lleno de barro y amarillento, pero al desdoblarlo, encontró un mensaje. Por desgracia, la mayor parte de la tinta se había emborronado y solo se podían leer un par de palabras.
¡¡Ayuda!!

 

Atrapad…

 

Ogros…Cueva…


--> E

¡¡¡Rápido!!!

Estelae abrió los ojos con sorpresa y se lo enseñó a Kronüs rápidamente, interrumpiendo la reparación de Defi. Kronüs cogió el mensaje y lo leyó serenamente mientras se mesaba la barba pensativo.

-Está claro…-Comenzó Kronüs tras unos segundos de silencio.-Que han sido atrapados por una de las tribus de ogros de por aquí. Probablemente los que nos atacaron aquella noche que nos separamos. No se puede leer mucho más. Pero al menos sabemos que se encuentran en una cueva donde la tribu tendrá su asentamiento. Muy probablemente al Este de la región, en la cadena montañosa que separa esta jungla de las Tierras Devastadas.-Kronüs terminó de hablar y prosiguió con la reparación de Defi. Estelae le miraba fijamente, esperando alguna decisión por parte del gnomo.

Una vez que hubo terminado, Defi se puso de pie de nuevo, jugueteando alegremente. El gnomo se levantó lentamente, recogió sus cosas en silencio y, una vez que acabó con ello, tomó su bastón y miró fijamente con una sonrisa a Estelae.

-Bueno, tenemos unos compañeros a los que ayudar. ¿Podrías por favor explicarle la situación a tu amiga y que nos guíe?- Estelae asintió enérgicamente, feliz de ver que Kronüs estaba tan lleno de energías para salvar a sus amigos. La elfa se volvió a la pantera y le explicó rápidamente la situación.

-Pues sí. Hay una cueva de esos seres tan grandes de cabeza pequeña, allá donde sale el sol, en las montañas.- Explicó la pantera pensativa a Estelae.

-¿Puedes guiarnos hasta allí?- Preguntó la elfa de forma apremiante. La pantera parecía dubitativa:

-Mi hermano dice que no nos acerquemos…Pero bueno, por ti y tu macho, ¡claro!- Exclamó enérgicamente Colmilloumbrío. Estelae asintió a Kronüs, dándole a entender que la pantera había accedido a guiarlos. El gnomo también asintió, se volvió hacia el socorrido campamento e agitó las manos en el aire mientras recitaba una leve letanía arcana. Al momento todos los objetos empezaron a recogerse solos, por su propio pie y, una vez que todo estuvo recogido, Kronüs cogió su zurrón y se volvió a Estelae, también lista ocn su zurrón y al lado de la pantera.

-¡Vamos!- Exclamó con energía el gnomo. Elfa y pantera asintieron y todos salieron corriendo tras Colmilloumbrío.


***

Una sombría figura surgió de entre la vegetación y se adentró en el silencioso claro. Allí encontró las cenizas de un fuego apagado recientemente y, lo más importante, huellas, claras y frescas, en el suelo. Un gnomo, una elfa y una pantera. Se dirigían al Este y a gran velocidad.

Fue entonces, mientras la figura examinaba el terreno que apareció una enorme pantera, dispuesta a despedazarla si era necesario. La figura misteriosa mantuvo la mente fría. Rebusco entre sus bolsillos hasta sacar un dardo. Miró fijamente a la pantera. Esta comenzó a correr en su dirección para abalanzarse sobre él. La figura cambió el peso a su pierna derecha y cuando la pantera saltó, lanzó el dardo, certeramente al pecho de la pantera, y se tiró al suelo en una hábil voltereta. La pantera aterrizó suavemente, confundida por la velocidad del desconocido. Mientras, este se ponía en pie y se quitaba el polvo de sus ropas lentamente. La pantera se dispuso a abalanzarse de nuevo, pero se sentía rara. Mareos, vértigos y al final, oscuridad. La figura contempló como la pantera caía inconsciente al suelo y agradeció el haber tenido a mano esos dardos somníferos a mano. No tenía tiempo que perder.

La figura dirigió de nuevo la mirada hacia el Este y las huellas que iban en esa dirección. Le resultaba extraño. ¿Realmente su presa desconocía que le estaba siguiendo? ¿O acaso él esperaba que le siguiese hasta donde deseaba? En cualquier caso, se lo estaba poniendo demasiado fácil y no iba a dejar que aquella espina siguiese clavada en su cuerpo por mucho más.

La figura corrió con una velocidad inusual hacia el Este, perdiéndose entre la vegetación de nuevo.



***


Tras una rápida caminata, atravesando la espesura y evitando los animales salvajes, la “no-pareja”, junto con Defi y la pantera hembra, llegaron al linde de la jungla que daba a la cadena montañosa del Este. Desde allí podían atisbar la entrada a una caverna, custodiada por un par de ogros, en aquel momento concentrados en sus escasos pensamientos.

Todo parecía tranquilo y a primera vista no había indicio de que sus compañeros hubiesen pasado por allí. De repente, un leve murmullo surgió de la caverna, como gritos, amortiguados por la roca. Al poco, otro ogro que portaba una gruesa cachiporra salió de la caverna frotándose la cabeza dolorido y uno de los guardias se volvió a él.

-¿Cómo estar los prisioneros?- Preguntó el guardia con una voz potente, grave y torpe. El otro se dejó caer en el suelo y se sentó aparentemente agotado.

-El enano y la elfa ser completa tortura. No parar de gritarse entre ellos. Menos mal que estar en jaulas separadas, sino yo creer que ellos matarse.- Explicó el otro ogro mientras seguía frotándose las sienes con los ojos cerrados.

-¿Y el humano?- Preguntó con curiosidad el guardián. El ogro alguacil suspiró.

-Ser más tranquilo, no hacer tanto ruido. Pero él quitarme toda cecina que yo llevar.- El ogro guardián miró con gran confusión al alguacil.

-¿Cómo ser eso?- El alguacil le entregó al guardián un dado de seis caras.

-El decir que jugar con dado a una tirada por cecina. Quien sacar número más alto, llevársela. Yo sacar seis, pero él sacar siete…- El ogro alguacil suspiró alicaído mientras el guardián examinaba lenta y torpemente el dado de seis caras y movía los labios lentamente, repitiendo los números del dado.

-Pero…Aquí solo haber hasta seis…-Comentó el guardián con preocupación hacia el alguacil. Ambos ogros se miraron fijamente a los ojos mientras sus cerebros procesaban lenta y tediosamente lo que acababa de pasar.

Al cabo de unos veinte minutos, el alguacil se levantó cogiendo de nuevo su gruesa porra y se dirigió a la entrada de la cueva con cierta furia.

-Yo volver enseguida…-Dijo serenamente al guardián. Este volvió a su puesto tranquilamente junto a su compañero.

Mientras la conversación transcurría, Kronüs le pidió a Estelae que le comunicase a la pantera que podía marcharse, pues no quería verla envuelta en problemas por su culpa. Colmilloumbrío se marchó, deseándoles lo mejor.

Una vez que estuvieron solos, Kronüs conjuró la ilusión del Segador Helado. Por gestos, le indicó a Estelae y a Defi que esperasen entre los arbustos. El Segador fue desvaneciéndose poco a poco a medida que su conjuro de invisibilidad iba haciendo efecto.

El Segador fue acercándose poco a poco, evitando hacer ruido, hasta colocarse cerca de uno de los guardianes, en aquel momento recostado cómodamente sobre la pared de piedra de la entrada de la cueva.

El Segador se disponía a noquear silenciosamente al primer guardián y, con suerte, el segundo guardián no se percataría y podría repetir la operación. Sin embargo, una vez que el Segador estuvo lo suficientemente cerca del ogro, la sombría e invisible figura iba notando como su hechizo de invisibilidad perdía su efecto y se maldecía a si mismo por haber dejado el dichoso talismán de Colmillo de Sierpe en la arena en aquella ocasión.

Tenía que actuar con rapidez. El Segador alzó su guadaña rápidamente, listo para golpear de forma no letal en la nuca del ogro. Sin embargo, esto no llegó a ocurrir. Justo cuando el Segador se disponía a dejar inconsciente al ogro, un estruendoso ronquido surgió del guardián. El Segador, confuso al principio, se atrevió a asomarse por la gigantesca mole que suponía el torso del ogro hasta llegar a vislumbrar la calva cima que suponía su cabeza. El ogro se encontraba profundamente dormido.

El Segador, visible ya, se aventuró a acercarse sigilosamente hasta donde se encontraba el otro guardián, ante la atónita mirada de la oculta Estelae. Una vez que estuvo lo suficientemente cerca del otro guardián, los ronquidos del gran humanoide confirmaron sus sospechas. Ambos habían caído presas del sueño. No entendía muy bien qué había ocurrido, pero era mejor dejar las conjeturas para más tarde y concentrarse en su tarea. Así pues, por gestos, indicó a Estelae que se acercase en silencio junto con Defi hasta donde él se encontraba, y así lo hizo. Una vez que estuvo a su lado, se internaron en la cueva.



Mientras las figuras del Segador Helado y la elfa se desvanecían, acompañados de la ardilla mecánica, en la penumbra de la cueva, otra figura, más oscura y escuálida surgió de entre el follaje de un árbol y saltó hasta aterrizar a pocos pasos de los ogros. Paso a paso se acercó, lenta y serenamente, hasta uno de los enormes humanoides. En cuanto la figura estuvo al lado de la oronda tripa del ogro, examinó rápidamente la piel del gran humanoide y arrancó algo en un veloz movimiento. El ogro se revolvió levemente en sueños, pero permaneció sumido en su letargo. La figura miró lo que tenía en su mano y, de nuevo, agradeció la existencia de los somníferos. La misteriosa figura tiró al suelo un virote de ballesta, de punta extremadamente fina, y se internó en la cueva también.



Dentro de la cueva, el olor de la carne descomponiéndose, el sudor de los ogros, los diversos desechos naturales y la sangre seca se mezclaba para crear una fragancia que bien podía haber derretido todo el hielo de Rasganorte en apenas unos pocos segundos de exposición. Estelae sufría en su desarrollado olfato la cruel invasión de dicha mezcolanza, provocando terribles nauseas. El Segador, al ver como ella se tambaleaba, cogió la mano de la elfa y la guió con delicadez y presura. Los ogros se encontraban en su mayoría en lo que parecía una sala comunal donde trozos de carne de animal eran devorados con gran apetito entre ellos, llegando incluso a surgir discusiones sobre quién debía quedarse con qué trozo. Para la suerte de los dos rescatadores, pudieron reconocer entre la multitud glotona al alguacil, encargado supuestamente de vigilar a sus compañeros, peleando por un trozo de carne mientras volvía a relatar el incidente del dado de seis caras.

La “no-pareja” pasó discretamente, examinando las distintas desviaciones de la cueva mientras el gutural alboroto de la sala comunal invadía hasta el último rincón. Siguieron internándose en la pétrea guarida hasta que, finalmente, llegaron hasta donde estaban sus amigos, encerrados en jaulas individuales y con sus respectivas armas en una tosca panoplia. Bector sacudía incesantemente su jaula, la cual, de no ser por las cadenas que la amarraban firmemente al suelo, haría tiempo que se habría volcado. Anaysha se encontraba sentada con las piernas cruzadas, probablemente aburrida de discutir con el enano, y se encontraba en un profundo estado de meditación. Llenthy reposaba relajada en su jaula, observando perezosamente como Razor se entretenía con un dado lanzándolo al aire en la suya.

El Segador y Estelae se acercaron silenciosamente mientras Defi se quedaba atrás vigilando. Razor fue el primero en percatarse de su presencia. Guardo su dado y se fue poniendo de pie, estirando su columna a la par que producía desagradables crujidos que sacaron a Anaysha de su meditación.

-Ya iba siendo hora, ¿no?- Preguntó Razor con cierta pereza. Bector cesó en su agitación, ya más relajado, mientras sonreía a los dos que habían venido en su rescate.

-Ya sabía yo que la Luz os traería hasta nosotros.- Explicó Bector con seguridad. Mientras, Anaysha se alzó lentamente y observó fijamente a la joven elfa y al Segador. La cazadora mostró una sutil sonrisa.

-¿Y dónde está nuestro querido amigo Kronüs?- Inquirió ella, deseosa de oír lo que ellos tenían que decir. Sabía que no era el mejor momento, pero sabía que no iba a tener mejor momento para destapar el pastel. Estelae se mordió levemente el labio, dubitativa de qué responder. Mientras el nerviosismo asomaba através de sus ojos, la curiosidad empezó a hacer su aparición en las mentes de Bector y Razor.

-Pu…Pues…-Empezó dubitativa la joven elfa, pero pronto calló cuando el Segador se puso delante de ella. - Se encuentra en la entrada de la cueva, vigilando por si hay movimiento de ogros. Pero dejemos las preguntas innecesarias para más tarde. Hemos de sacaros de aquí lo antes que podamos.- La explicación pareció ser más que suficiente para dos de los tres presos.

-Bien dicho.- Exclamó Razor, ansioso de salir de aquella jaula. El Segador se disponía a examinar las cerraduras de las jaulas cuando un metálico crujido sonó a sus espaldas, haciendo que las miradas de todos los presentes se dirigieran hacia la entrada de aquella caverna.

Justo allí se encontraban todo un pelotón de ogros, bien pertrechados con burdas pero eficaces armas, liderados por el alguacil. Bajo el enorme pie del alguacil se encontraban los aplastados restos de Defi, los cuales no parecían molestarle, más bien no se había percatado aún de su presencia. El alguacil ojeo a cada uno de los presentes con gesto de gran reflexión hasta que su mirada se posó en Razor. Movió el brazo en un torpe lanzamiento y un dado salió disparado hasta casi impactar en la cabeza de Razor si no se hubiese agachado rápidamente. El inocente objeto de juegos se hizo trizas al impactar contra la pared.

-¡Dado tener solo seis caras!- Rugió el alguacil y varios gritos de apoyo surgieron del pelotón que tenía a sus espaldas. Estos gritos fueron acallándose mientras sus mentes se percataban de la presencia de dos seres que no debían estar allí. El alguacil alzó su maza, señalando al Segador y a la elfa.

-¡Intrusos!- Gritó el alguacil a pleno pulmón. Los ogros empezaron a moverse con gran celeridad a pesar de sus voluminosos cuerpos. El Segador se preparó para resistir la acometida, pero un gran dolor empezó a recorrer su cuerpo cuando uno de los ogros, un chamán seguramente, activó unos tótem trampa que liberaron una corriente de rayos que paralizó y mortificó el cuerpo del Segador, incapacitándolo para luchar. Estelae se disponía a auxiliarlo cuando varios ogros se le echaron encima, aprisionándola bajo sus enormes barrigas e impidiéndole moverse.



Una vez que los ogros hubieron inmovilizado a los intrusos, los encerraron en sendas jaula y los abandonaron de nuevo en la caverna. Estelae gateó dolorida hasta llegar hasta los barrotes de su jaula. Se agarró a uno de ellos con su mano izquierda mientras extendía la mano derecha con el vano intento de llegar a tocar al Segador, en aquel momento tumbado en el suelo de su jaula e intentando de cuando en cuando levantarse.

Estelae observó por un instante aquel lastimoso espectáculo antes de cerrar los ojos y comenzar a concentrarse con gran esfuerzo. Su mano cejó en llegar hasta la sombría figura y, en su lugar, se tornó estática y serena mientras leves hilos de una luz verdosa surgía de las yemas de sus delicados dedos.

Los otros tres compañeros y la tigresa se encontraban ajenos a aquello. Razor se movía en el reducido espacio de su jaula, con cierta indignación en su rostro.

-¡Estamos bien!- Exclamó él.- Yo confiaba en que la elfa y ese retaco viniesen a rescatarnos y ni siquiera el “magnifico encapuchado”, tan poderoso como es él, ha podido rescatarnos. Y encima al canijo lo habrán pillado ya y lo habrán trinchado en una estaca como un pavo…O eso o ha corrido como un cobarde, que es lo que debería haber hecho yo en su momento.- Dijo Razor para si mismo, aún sin creerse la situación en la que se encontraban. El humano habría seguido con su indignada retahíla de no haber sido porque Bector gruñó con gran ferocidad.

-¡No te atrevas a decir que nuestro compañero ha huido!-Ladró el enano enojado.- Ese gnomo tiene más honor en el dedo meñique del pie derecho que tú en todo tu cuerpo. Vigila tus palabras, porque hasta la paciencia de un paladín tiene un límite, y esta acaba cuando se insulta a un compañero.-

-¿Paciencia? ¡Paciencia! ¡Mira quien fue a hablar, el maldito paladín que apenas usa su “Luz” para ayudarnos y bebe como un cosaco mientras busca la lucha allá donde va!-

-Al menos yo, buen ladronzuelo tuerto, busco pelea con una causa justa, finiquitando a la gente como tú, que no respeta la vida, ni el amor ni la justicia. ¡Así que no te atrevas a darme lecciones! ¡Yo ya luchaba contra los no-muertos y los demonios cuando tú todavía no habías nacido!-

-¡Callaos los dos!- Ordenó Anaysha. Los dos hombres enmudecieron rápidamente. Razor se giró, tratando de ignorar al resto de presentes. Lo mismo hizo Anaysha. Bector, por su lado, observó fijamente a la elfa mientras fruncía los labios pensativo y se mesaba la barba.

El enano se movió lentamente hasta los barrotes de su jaula, en dirección a Anaysha. Carraspeó para llamar la atención de la elfa, la cual ladeó levemente su cabeza.

-¿Sí? ¿Qué quieres ahora?-El enano abrió la boca un momento dispuesto a hablar, pero un repentino sonido metálico lo detuvo momentáneamente. Cuando este cesó, volvió a intentarlo.

-Esto…Anaysha…-Comenzó el enano lentamente, de forma que su voz, usualmente firme valiente, en aquel momento sonaba tímida y suave. La elfa, se giró completamente al notar el claro cambio en el tono del enano así como el hecho de que la había llamado por su nombre.

-¿Sí, Bector?- Preguntó la elfa, asombrándose ella misma de cómo su voz se tornaba suave y tímida. El enano tomó unos segundos para buscar las palabras adecuadas. Mientras, leves chasquidos metálicos volvieron a llenar el aire de la caverna, al menos por unos instantes.

-Verás…Hemos pasado nuestras luchas desde que conocimos al buen Kronüs, y he de reconocer que luchas de una manera espléndida…- Empezó a explicar el enano tímidamente. Anaysha no pudo evitar mostrar una leve sonrisa ante el comentario.- Y bueno…Puesto que parece que no vamos a salir de aquí pues…Solo quería decir…-

-Bector…-Llamó la joven voz de Estelae.

-No me interrumpas ahora, por favor.- Dijo el enano rápidamente sin quitar la vista de Anaysha.-Ejem…Pues quería decirte que…-

-Buen Bector...- Esta vez fue la neutra y sobrenatural voz del Segador.

-He dicho que no me interrumpáis, por favor…-El enano suspiró, tratando de recuperar el hilo. El enano se dispuso a reanudar la explicación cuando la voz de Razor le interrumpió de forma brusca:

-¡Enano borracho!- Bector gruñó furioso.

-¿Sé puede saber que entendéis por…?- El enano calló cuando al girarse contemplo a sus tres compañeros fuera de sus jaulas, pertrechados y mirándolo fijamente. Razor se encogió de hombros.

-Bueno, si prefieres seguir de cháchara en tu jaula, allá tú.-

El enano carraspeo ligeramente y azuzó con un nervioso gesto a Estelae para que esta abriese la jaula con el juego de llaves que llevaba entre las manos. El enano salió apresuradamente de la jaula a por su martillo mientras Estelae abría la jaula de Anaysha. La cazadora se encontraba todavía con cierta perplejidad en su rostro. Cuando notó como Estelae la observaba, inspiró lentamente y su rostro se relajó. Estelae no pudo evitar mostrar una leve sonrisa, que se mantuvo a pesar de la enojada mirada de Anaysha.

-¿Qué?- Espetó Anaysha de forma defensiva. Estelae negó lentamente con una risita y se dirigió a la jaula de Llenthy. La elfa farfulló algo molesta y se volvió a por sus armas. Una vez que todos estuvieron listos, se prepararon para marchar lo más sigilosamente posible.

Sin embargo, algo no encajaba en todo ello. Todo era silencio, los gruñidos procedentes de la sala comunal habían cesado hacía tiempo y ellos no se habían percatado aún. El Segador iba a la cabeza del grupo. Pegado a la pared de piedra, se dispuso a asomarse por la entrada de la sala comunal. Lo que allí vio, heló el corazón de la oscura figura.

Al observar la reacción del Segador, Estelae supo rápidamente que algo iba mal. Se aproximó poco a poco hasta asomarse por encima del etéreo hombro de la sombría figura. Sus ojos no daban crédito a lo que veían. Los demás se asomaron impaciente y vieron la causa de su parada. Toda la sala estaba llena de ogros, ogros muertos. Todos los ogros que hace tan solo unos segundos estaban comiendo tranquilamente, ahora se encontraban degollados de forma precisa y letal.

Estelae se tapó la boca de la sorpresa mientras su rostro palidecía. Incluso Bector y Anaysha no pudieron evitar apartar la mirada ante tan trágico espectáculo. Solo Razor, indiferente y cínico como siempre, se mantuvo impasible.

-Bueno, ¿qué? ¿Seguimos adelante?- Todos se volvieron hacia él con incredulidad.

-¿Qué? Ellos nos iban a hacer algo parecido. Mejor para nosotros, ¿no?- Nadie pudo rebatir ese argumento, pero incluso para aquellos ogros que los habían tenido presos, aquello era demasiado. Todos miraron al Segador que seguía en silencio. De pronto, algo no encajó en la mente de Anaysha.

-Un momento, ¿de donde sacaste las llaves?- Todos se giraron hacia el Segador. Este volvió la mirada hacia donde se encontraba la salida de la cueva y siguió andando lentamente en silencio.

Sí, todo parecía un misterio. Cómo había conseguido las llaves y qué había pasado en la sala comunal era un misterio para el cual el Segador tenía la respuesta. Aún en su mente resonaban aquellas palabras cuando el juego de llaves de las jaulas cayó de sopetón dentro de su celda.

<< Odio tener que deberle una a alguien, y menos a mi peor enemigo. La próxima vez que nos veamosh, sherá la última…>>

Seguramente él fue el causante de aquella masacre, muy propio de él. También encajaba con lo ocurrido con los ogros de la entrada de la cueva. El Segador no pudo evitar sonreír bajo su oscura ilusión, no se esperaba que alguien como él tuviese un vago sentido del honor.

Salieron finalmente a la cegadora luz del sol y, mientras el resto de la compañía aún parpadeaba para que sus ojos se acostumbrasen, el Segador se movió rápidamente hasta unos arbustos. Solo los agudos ojos de Anaysha y Estelae pudieron observar como una sombra indefinida desaparecía rápidamente.

Al poco, la compañía miró en derredor en busca del Segador, pero allí solo estaban los dos ogros vigilantes, aún dormidos. Razor sugirió acabar con ellos también y así evitaban un problema. Los demás no supieron que responder a ello, por lo que Razor se adelantó para asestar el golpe final.

-No.- Sonó la voz calmada y serena de Kronüs, el cual surgió lentamente de uno de los arbustos mostrando ciertos moratones por el cuerpo.- Déjalos, por mucho que nos hayan hecho, no se merecen morir.- Razor farfulló entre dientes y Bector se volvió rápidamente hacia el gnomo.

-Bendita sea la Luz, ¿qué diantres te ha ocurrido?- Preguntó el paladín con sorpresa. Anaysha bufó disimuladamente, aunque se alegró de que estuviese bien. Razor envainó la daga que tenía lista para degollar al ogro y se volvió hacia el gnomo.

-Lo más importante de todo, ¿por qué demonios no has venido a rescatarnos?- Razor se puso tan cerca del gnomo que sus narices se tocaron. Sin embargo, el rostro del gnomo se mantuvo sereno y alegre como de costumbre.

-El Segador me dijo que me quedase aquí pasase lo que pasase. Y, sinceramente, no me gusta la idea de desobedecer a un tipo con una guadaña enorme.- Fue la aparentemente humilde explicación.

-Ya podrías tener un poco de iniciativa como ese tipo.- Replicó Razor haciendo referencia al Segador. Estelae se acercó a Kronüs y lo abrazó con ternura, sin poder evitar mostrar un leve rubor. Aún no estaba acostumbrada a mostrar su afecto hacia el gnomo en público, pero necesitaba hacerlo.

-El tiene todo lo necesario.- Dijo en un susurro mientras recibía una caricia de parte de Kronüs. Razor mostró una sonrisa socarrona antes de reemprender el camino.

-¿Acaso ya lo has comprobado?- El humano emitió una sonora carcajada mientras dejaba a la pareja perpleja y sin palabras mientras el rubor subía por el rostro de ambos. Los dos se apartaron el uno del otro un poco incómodos y entre carraspeos siguieron a Razor.

Bector se dispuso a seguirlos cuando una mano se posó en su hombro. Se volvió y descubrió que se trataba de Anaysha, acompañada de Llenthy, que le miraba fijamente.

-¿Qué es lo que ibas a decirme?- Preguntó ella en apenas un susurro. El enano se mantuvo en silencio hasta que Razor los llamó desde lejos. El enano sacudió la cabeza fuertemente.

-Bah, déjalo. Una oreja picudas como tú no lo entendería.- Dijo socarronamente el enano mientras se marchaba hasta donde se encontraba el gnomo y la elfa. La elfa se quedó unos segundos en el sitio, extrañamente decepcionada. Con una palmada en su pierna llamó a Llenthy a su vera y la tigresa le obedeció.

La compañía siguió andando. Por suerte, Kronüs aún conservaba muchos de los víveres que le habían proporcionado la compañía Nesingwary. Sin embargo, no iban a ser suficientes para toda la compañía al completo. Lo único que podían hacer era dirigirse al norte cuanto antes y acabar con lo que habían empezado. Después, se desplazarían a un pequeño campamento que Nesingwary le había comentado a Kronüs y que, supuestamente, se localizaba en el norte.

Así, el grupo, liderado por Kronüs, el cuál no quitaba la vista del mapa con el punto donde se había iniciado la misteriosa enfermedad, siguieron andando, atravesando la espesura de la jungla.

En un momento dado, Estelae se aproximó hasta donde Kronüs y en susurros le preguntó qué iba a hacer con Defi ahora que había sido destruida por aquel ogro de antes.

-Bueno…-Dijo él sin apartar la mirada del mapa.- Cierto es que podría reconstruirla, pero sería desde cero, lo cual supondría que ya no sería Defi, sino otra ardilla mecánica cualquiera. No, he de respetar su…”Desaparición”. Ha llegado su momento de descanso.- Explicó el gnomo con cierto tono quedo sin desviar la mirada ni un ápice del mapa. La joven elfa asintió con cierta tristeza y decidió dejar al gnomo a solas.

Todos andaban en silencio, deseosos de acabar con aquel viaje que parecía no tener fin. Nadie hablaba, todos apartaban la mirada y dirigían su atención a la casual fauna de la zona. Kronüs no desviaba la mirada del mapa, provocando que más de una vez tropezase en el camino, peor aún así siguió adelante.

Mientras el gnomo andaba a la cabeza, Razor notó algo en el aire, un sonido crepitante que aumentaba poco a poco, como si se estuviese acercando. Por el rabillo del ojo sano pudo vislumbrar un brillo amarillento que aumentaba a gran velocidad y pudo adivinar la trayectoria del objeto.

Rápidamente, dio un salto con gran agilidad, salvando la distancia que le separaba del gnomo. Agarró el pequeño compañero y ambos se tiraron al suelo a un par de metros de donde antes se encontraba el gnomo. Una explosión luminosa lo invadió todo por unos segundos, cegando momentáneamente a los que aún estaban en pie y envolviendo a Razor y a Kronüs.

Cuando el nivel de luminosidad se normalizó, Razor y Kronüs volvieron la vista al lugar que hace tan solo un segundo había estado ocupando el gnomo y allí vieron una enorme marca de fuego, como si la zona se hubiese visto repentinamente envuelta en llamas. Estelae, Bector, Anaysha y Llenthy se aproximaron también a examinar la zona.

- Lo habéis visto, ¿verdad? –Preguntó Razor.- Ha sido una bola de fuego, de esas que usáis los magos.- Anaysha y Kronüs se agacharon para examinar la zona quemada.

-Está claro que no ha sido un explosivo. Además, hay restos de una corriente de mana...No estamos solos.- Todos miraron por todas partes, armas en ristre, tras esta afirmación. Todos trataban de escudriñar por entre la espesura, a la búsqueda de cualquier movimiento sospechoso. Pronto, Estelae vislumbró movimientos entre la vegetación.

-Allí.- Señaló enérgicamente la elfa y todos dirigieron la vista a donde apuntaba su dedo. Kronüs decidió adelantarse con las manos en alto.

-No deseamos luchas innecesarias. Somos un cuerpo de expedición con el objetivo de investigar la anómala epidemia que está teniendo lugar por esta región. De nuevo, no deseamos luchar.- Razor masculló entre dientes si realmente aquel gnomo creía que aquello iba a funcionar.

Unos susurros surgieron de entre la vegetación. Luego, los susurros cesaron y hubo más movimiento entre los arbustos. Alguien se estaba acercando. Todos se mantuvieron alerta, con las armas prestas para lo que pudiese venir. Sin embargo, esta tensión desapareció cuando vieron aparecer lo que creían su amenaza.

De entre los arbustos surgió un troll, de piel verdosa, casi esmeralda, cuerpo fibroso y ágil, con una melena alborotada, pelirroja y completamente de punta. Sus prominentes colmillos no eran distracción suficiente para no percatarse de los numerosos amuletos tribales que llevaba alrededor de su cuello. Lucía unos ropajes propios de las tribus de los trolls de jungla, llenos de ornamentaciones con plumas y cuero. Un bastón, de madera joven y retorcida, con un cráneo de un ave pequeña en la punta, era sujetado por su mano derecha.

Al troll le acompañaba un elfo, un sin’dorei, vulgarmente conocido como elfo de sangre. Escindidos de sus primos, los Altos elfos, los sin’dorei habían desarrollado una gran adicción por la magia arcana tras la destrucción de la Fuente del Sol durante la Tercera Guerra. Melena rubia larga, rostro joven y atractivo, incluso para los estándares de su raza, unos ojos verdes penetrantes, cuerpo ágil, cubierto completamente por una túnica propia de un magíster de gran nivel y portando un magnifico bastón dorado, decorado con rubíes; se mostraba decepcionado, seguramente se trataba del causante del proyectil de fuego.

A su lado se encontraba un Renegado. Brillantes ojos amarillos, rostro pútrido, hacía tiempo que la carne había desaparecido de la mitad de su rostro, dejando a la vista la ósea mandíbula en una sempiterna sonrisa. Protegido por una capucha negra como el vacío y una túnica del mismo color con ciertas filigranas grises, portaba la insignia de la Real Sociedad de Boticarios de Entrañas, organización al servicio de la Reina Banshee Sylvanas Brisaveloz que, supuestamente, trataba de hallar un remedio para la plaga usada por el Rey Exánime para convertir a la gente inocente en sus siervos no-muertos.

El troll se adelantó, poniéndose frente a frente con el gnomo. Con aire solemne puso la mano en el pecho e hizo una leve reverencia.

-Diculpa pequeño colega.- Comenzó a hablar el trol serenamente con el típico acento de los de su raza, debido principalmente a sus prominentes colmillos.- Penzábamos que erais “enemigo”. Tampoco nozotro deceamo luchar como tontos. Me precento, zoy el chaman del aire, Vel’zane, para cervirles. Y ezto zon mis compañeros. El boticario Jacob Dartfall.- Nombró señalando al renegado y haciendo un gran esfuerzo por pronunciar correctamente su nombre. El renegado hizo una leve inclinación de cabeza en silencio, aunque su mirada denotaba cierto odio hacia todo el mundo básicamente.- Y ezte é…-El troll Vel’zane fue interrumpido por el elfo de sangre el cual se adelantó hasta la altura de Estelae que se mantuvo en silencio con gesto de gran sorpresa en su rostro sin atreverse a mover un músculo.

Cuando estuvieron cara a cara elfo y elfa, el sin’dorei sonrió con lo que él creía que era una sonrisa irresistible. Hizo una galante reverencia y con sencillo truco de prestidigitador hizo aparecer una rosa entre los dedos de su mano derecha, que entregó a Estelae.

-Magíster Balándar, a su servicio.- Se presentó el elfo con una voz aterciopelada, conminando el gesto con un leve guiño.- ¿Y usted es…?- Preguntó dirigiéndose a la joven elfa.

-E…Estelae, encantada.- Respondió la sorprendida druidesa. Anaysha resopló molesta por la actitud del pretencioso elfo y Bector fue el primero en colocarse entre la druidesa y el mago, alejándolo de un leve empellón.

-Mantén las distancias, corrupto de la magia. Los tuyos antes erais una raza honorable, pero ahora ya no me fío tanto. Y será mejor que no te acerques a esta elfa, porque ya tiene pareja.- El elfo no pudo evitar emitir una sonora carcajada ante la amenaza de los enanos.

-Vaya con el pequeño guerrero. ¿Y se puede saber quién es su pareja? ¿Acaso tú?- El enano pareció a punto de explotar, pero mantuvo la compostura, en parte debido a los gestos de advertencia de Kronüs, que se encontraba detrás del elfo, aún frente a Vel’zane y Jacob.

-Para empezar, soy un humilde paladín de la Orden de la Mano de Plata. Y segundo, yo no he tenido la fortuna de tener como pareja a una chica como ella, en parte a que tal vez sea demasiado joven para mi, jeje. No, su pareja la tienes justo detrás de ti.- Explicó Bector con un leve gesto de su brazo.

Balándar se giró confundido, pues no encontraba a alguien. Luego, bajó la vista, recordando la presencia de otro alianzino y allí encontró a Kronüs que hizo un tímido gesto de saludo con la mano mostrando una amigable sonrisa.

Unos sonidos de risa contenida empezaron a surgir del Magíster hasta que no pudo aguantar más y rompió a llorar tan fuerte que no pudo evitar doblarse del dolor muscular. Kronüs observó el espectáculo serenamente, acostumbrado ya a aquellas situaciones.

Cuando el elfo hubo parado de reír debido a que ya no le quedaba aliento para ello, se secó las lágrimas con un pañuelo finamente bordado que hizo aparecer de la nada y se volvió a la elfa y al enano con una sonrisa orgullosa en su atractivo rostro.

-Vaya, ¿quién decía que los de la Alianza no saben hacer buenas bromas? Ahora, dime, ¿quién es el susodicho?-

-No es ninguna broma, genio.- Replicó Razor cada vez más divertido por la situación.- Esos dos se quieren más que una abeja a la miel, aunque suene empalagoso decirlo. El amor es un asco, ¿no crees?- Balándar desvió la mirada hacia Estelae la cual asintió tímidamente con un leve rubor en su rostro.

-No debería haber fallado el tiro…-Masculló entre dientes el mago, recibiendo como reprimenda una colleja por parte de Vel’zane.

-Ruego diculpen la actitud de mi colega. No zabe olvidá las viejas rencillas…- Explicó el troll. El elfo de sangre farfulló algo enojado y se volvió al lado del chaman. Este suspiró sin perder de vista al mago.- Por lo que el pequeño colega ha dicho, veo que tenemo objetivos comunes. Venid a nuetro campamento y hablaremos tranquilamente.-

Los cinco cruzaron una serie de miradas de complicidad hasta que todas se centraron en el pequeño gnomo, el cual asintió alegremente.

La compañía fue guiada hasta un pequeño asentamiento que había a poco más de diez minutos andando de donde habían sido atacados “accidentalmente”. Allí todos se sentaron alrededor de una hoguera con una olla donde bullía lo que parecía un estofado de carne indefinida.

El troll cogió varios cuencos rústicos y los llenó, repartiéndolos entre todos los presentes. Algunos miraron el contenido con cierto gesto de desconfianza, exceptuando a Bector y a Kronüs. Razor lo olisqueó y luego dirigió su mirada al troll.

-No me fío. Seguro que le habéis echado algo. Se supone que somos enemigos.- Los tres hordinos miraron fijamente a Razor y cuando Balándar se disponía a replicar enojado a Razor, Kronüs se alzó en gesto avergonzado.

-Ruego disculpen a mi compañero. Tanto unos como otros hemos vivido malas experiencias durante estos tiempos de guerra, pero somos conscientes de que no podemos dejarnos fiar únicamente por la raza del de al lado.-

Todos miraron sorprendidos a Kronüs. Sus compañeros, exceptuando a Razor, sonrieron orgullosos. Balándar enmudeció, sin deseo de conflictos por el momento, y Vel’zane también mostró una gran sonrisa.

-Veo que el pequeño colega es sabio en su corazón.- Comentó el troll en tono solemne.

-Lo único que deseo es paz…Que todas estas guerras sin sentido acaben algún día, sabio chamán.- Explicó Kronüs con gran humildad y timidez. El troll volvió a sonreír y negó con la cabeza.

-Sabio pero con inocentes esperanzas…Los espíritus me dicen que grandes cosas te deparan en tu camino…-

-Paparruchas.- Exclamó Razor, poco convencido de la existencia de los espíritus de los elementos. El troll se mantuvo imperturbable, sosteniendo la mirada al humano hasta que este se sintió demasiado incómodo y desvió la mirada.

-Los espíritus son más sabios de lo que puedas creer, colega… ¿O debería llamarte Razor? Al iguá que Bector Puño de Plata, Anaysha Vientorroble, Estelae Colmillolunar, Kronüs Forjachispas…Los espíritus saben mucho y me muestran las uniones que existen entre vozotros…Las que ya se han formado y las que están por formarse…-Todos observaron boquiabiertos al troll, el cual comía lentamente su estofado, ajeno a la estupefacción de los presentes.

-Bravo Vel’zane...-Dijo de repente el renegado, con una voz cascada y anciana.- Tal vez podamos usar tus poderes de vidente para algo más útil. ¿No crees?- El troll, de nuevo, no mostró reacción alguna.

-Los espíritus solo me muestran aquello que me debe ser mostrado…Ezo nos lleva a lo más importante…Vozotros habeis venido para investigar la misteriosa epidemia,¿cierto?- Preguntó el troll a la compañía. Estos asintieron en silencio.- Bien. Nozotros también hemos venido por eso. Llevamos investigando para el Jefe de Guerra como una semana. Y sabemos quién es el causante de la mizma. Una epidemia que acaba con todos. Fiebres altas, pústulas, nauseas…Toda claze de síntomas…Como un mal experimento de un doctor brujo…Y siempre con el mismo final: La muerte…-

Todos escucharon atentamente. Kronüs se mesó la barba lentamente.

-Sin embargo, a pesar de lo potente que parece ser…No se ha extendido al resto de la región, que es lo normal.- Replicó Kronüs. Fue entonces cuando el troll alzó uno de sus dedos y se tocó la prominente nariz en gesto de confidencia.

-Eze es el truco. El quién la está controlando. Manejándola.-

-¿Quién podría estar haciendo algo tan cruel?- Preguntó Estelae, incrédula ante la situación actual.

Vel’zane abrió la boca y luego la cerró. Giró su cabeza y dirigió su mirada hacia el renegado, el cual entrelazó sus dedos esqueléticos y observaba a los presentes por encima de sus falanges.

-Balshar, un siervo del Rey Exánime.-

Nuevos compañeros y nuevos enemigos. Los misterios desaparecen poco a poco a medida que nuestros protagonistas se acercan irrefrenablemente al destino final de aquel viaje. ¿Qué les ocurrirá ahora? ¿Serán capaces de acabar con el desconocido Balshar? ¡Todo esto y mucho más en la tercera parte de este capítulo de Un Gnomo En Ventormenta!

lunes, 20 de septiembre de 2010

Explicaciones.

Saludos lectores y lectoras.

He abierto esta entrada en mi blog para hacer una importante aclaración.

En el último capítulo hasta ahora, los personajes sacaron a coalición la existencia de los "viejos amigos" de Kronüs. Muchos os preguntareis qué ha pasado con ellos y a que se debe su ausencia. Dentro del capítulo he hecho una explicación coherente con el contexto literario. Ahora deseo explicarlo desde el punto de vista externo.

Pues bien, todo se remonta mis inicios como escritor.Todos a estas alturas sabeis que mis historias están ambientadas en el juego de World of Warcraft. Pues bien,hará ya cosa de un año y un par de meses, cansado de lo que era el juego habitual, decidí introducirme en un servido de rol del juego: Los Errantes. Allí,conocí a Daríus,Zaera,Velatian,Ratero, Arkhon y todos los demás miembros de la Orden del Alba Carmesí. Todos ellos personas reales a los que debo mucho,pues ellos fueron los responsables de que me iniciase en esta gratificante aficción que es la escritura, dándome a conocer la importancia de los transfondos y demás elementos esenciales.

Así,mis primeros seis capítulos,publicados inicialmente en el foro de la orden, fueron más bien crónicas de mis experiencias en el rol. Despues, debido a los estudios, cejé en mis intentos de escritura y pasó un año. Al paso de ese año y cuando gocé de más tiempo libre,decidí retomar esta afición, pero no deseaba más crónicas, en parte debido a que muchas cosas habían ocurrido dentro del juego y muchas cosas habían desaparecido.

Así que decidí romper con todo ello y escribí el septimo capítulo, homenaje en cierto modo a la "nivola" Niebla de Miguel de Unamuno, donde quedó patente ese cambio, cambio con el que deseaba una mayor elaboración y maestría a la hora de escribir; en definitva: Un deseo de autosuperación.

Así, deseo escribir mis propias historias, y mi sueño es llegar a crear mi propio universo fantástico, tal y como los grandes libros del magnifico Terry Pratchett,ejemplo a seguir de escritor para mí,bajo cuya sombra siempre me encontraré.

Algún día crearé mi propio mundo,pero...Por ahora no puedo abandonar a Kronüs,no sin darle un final como se merece, pues si bien,no sé vosotros,mis escasos lectores, pero Kronüs y sus amigos para mí son totalmente reales en mi corazón. Son parte de mi, como un buen amigo, como algo que me gustaría llegar a ser. Mucho le queda aún por vivir a este pequeño gnomo y sería completamente cruel abandonarlo ahora.

Así pues,queridos lectores, espero que sigais disfrutando de mis amadas obras y también espero que me perdoneis,pero ya empiezo los estudios universitarios,y por ello,la frecuencia de mis publicaciones se verá mermada. Espero que no me odieis por ello.

Un saludo,el autor, Álvaro, o también Forjachispas, creador de pequeñas chispas de fantasía...

domingo, 19 de septiembre de 2010

Un gnomo en Ventormenta




Capítulo 11: El ojo de la pantera (I)

Muchas veces, las personas no se dan cuenta de que algo es correcto porque no han obtenido una perspectiva completa de la situación y tienden a extremar aquello que conocen sin esperar a ver que más va a ocurrir. Esta es, algunas veces, la razón de muchos conflictos. En la mayor parte de los casos, sin embargo, es por pura cabezonería.

No sabía cómo había ocurrido. Estelae como pantera seguía corriendo entre la frondosa oscuridad sin entender como había podido perder a sus amigos y a Kronüs. Habían estado a su lado hace tan solo un segundo, y al siguiente corría sin parar para alejarse de los ogros. Estos, sin embargo, parecían no seguirla ya, y los disparos habían cesado misteriosamente. Aún así, debía seguir corriendo para ponerse a salvo hasta que amaneciese.

Corría sin parar, dando más de una vuelta, y el cansancio empezó a vencerle. Los párpados le caían desesperanzadoramente mientras trataba de hallar algún refugio de confianza. Sus patas empezaron a fallar y al final cayó en el suelo, en medio de un claro y se sumió en un no tan ansiado sueño.

***

Los primeros rayos de sol empezaron a calentar el hocico de Estelae. Sus felinos ojos se entreabrieron poco a poco. Al principio todo era borroso pero pronto pudo distinguir unas oscuras siluetas que le rodeaban. Por un momento pensó que eran sus amigos, pero luego descubrió que eran un grupo de panteras que la miraban amenazadoramente.

Estelae se levantó de un salto y trató de buscar algún hueco por el que zafarse, pero las panteras la tenían rodeada y la gruñían para que no se moviese. De repente, un par de las panteras se hicieron a un lado para dejar paso a una pantera enorme de presencia ominosa. Le faltaba un trozo de una de las orejas, una cicatriz le surcaba uno de los ojos y otras cuantas se repartían por todo su lomo y patas. Seguida por otra pantera, dejaron frente a Estelae una gran hoja frondosa con agua y un buen trozo de carne recién cazada.

-Come.-Dijo la pantera enorme en el idioma de las panteras. Las demás panteras rugieron en gesto de desaprobación.

-¿Por qué la ayudas, líder?- Dijo una de las presentes.

-¡Silencio todos!- Bramó el líder.- Es una de los nuestros, y también se merece ser ayudada. Quien no esté de acuerdo, que se enfrente a mí.- Todas las panteras presentes desviaron la mirada, sin atreverse a enfrentarse a la enorme pantera. Esta volvió sus ojos de nuevo hacia Estelae, la cual miraba con gran apetito la comida cruda que le habían traído.- Los seres de dos piernas tienden a llamarme Zarpasombría, ¿te conocen a ti por algún nombre?-

Estelae se mantuvo pensativa mirando en derredor. No había rastro de sus compañeros ni de Kronüs. Se preguntaba que les habría pasado. Deseaba salir en su búsqueda, pero estaba débil y necesitaba comer.

-Cielonocturno…Así me conocen…-Dijo temerosa Estelae sin poder apartar la mirada de los brillantes ojos de Zarpasombría. Este asintió levemente y después rugió a las demás panteras que se fuesen a por la caza del día. Cuando estuvieron solos, Zarpasombría miró alternativamente la comida que había traído y a Estelae, animándola a que comiese. Esta empezó a comer. Primero con miedo y luego con apetito. No acostumbraba a comer carne cruda, pero en aquel momento le sabía a cielo.

Mientras comía, notaba como Zarpasombría se movía a su alrededor, sin apartar la mirada de ella. Esto le causaba cierta incomodidad, pero pronto acabaría, en cuento terminase de comer se iría de allí.

Estelae dio un último bocado a su comida y se irguió lentamente. Tensó los músculos y salió corriendo hacia el frente. Sin embargo Zarpasombría se puso delante de ella a gran velocidad como si le hubiese leído el pensamiento. Ella chocó inútilmente contra la pantera y este la miró extrañado y con seriedad.

-¿Por qué huyes? Te he dado de comer y te he defendido.-

-Tengo que…Volver a mi hogar…- Explicó Estelae lentamente, buscando la forma de evadir a la enorme pantera. Este no dejaba de mirarla extrañada, como si hubiese dicho una locura.

-Ahora tienes un hogar con nosotros. Tienes comida, refugio y machos, ¿qué más necesitas?- Estelae entrecerró los ojos furiosamente ante el comentario de los “machos”.-

-Yo ya tengo un “macho”, gracias. Y ahora he de ir a buscarlo.- Estelae se puso a vadear a Zarpasombría cuando este de nuevo le cortó el paso mirándola fijamente.

-¿Qué clase de macho deja sola a una buena hembra?- Preguntó Zarpasombría con extrañeza. Estelae paró en seco, titubeando.

-No me abandonó, si eso es lo que sugieres. Nos atacaron y él…--¿Huyó?- Preguntó con decisión Zarpasombría, acercándose a Estelae. Esta se enojó.

-¡No! Se quedó atrás para protegerme.- Zarpasombría mostró una afilada sonrisa mientras se movía con elegancia por el claro.

-Seguro…- Murmuró sarcásticamente Zarpasombría.-Seguramente el muy cobarde huyó y te dejó atrás. No será más que un gatito asustado.- Estelae enfureció y se lanzó para darle un zarpazo a la enorme pantera. Este la esquivó con gran agilidad y luego se lanzó sobre ella para sujetarla al suelo.

-Escúchame bien. Ahora estás en mi grupo. Yo protejo a mi grupo siempre que mi grupo me respete. No sobrevivirás tu sola por ahí, por eso te propongo algo.- Estelae dejó de forcejear y escuchó atentamente a lo que Zarpasombría quería decirle.- Yo te ayudo a encontrar a tu compañero y a cambio solo te pido que no vayas sola, sino que te quedes con nosotros hasta entonces.-Zarpasombría se apartó de Estelae y esta se levantó lentamente. Estelae observó con cuidado a la pantera que no le quitaba ojo. Pronto se percató de algo.

-¿Y por qué te preocupas tanto por mí?- Preguntó Estelae tratando parecer misteriosa y elegante mientras se movía alrededor de Zarpasombría. Esta simplemente suspiró y cerró ssu felinos ojos.

-No te equivoques. Yo solo me preocupo por nuestra especie. Desde que los cazadores empezaron a llegar nuestro número ha menguado. Debemos mantenernos unidos si queremos sobrevivir.- Zarpasombría se giró lentamente y se fue en silencio. Estelae paró en seco, algo avergonzada por su actitud. La pantera parecía hablar en serio, así que se dispuso a seguirla, pero siempre manteniendo cierta distancia.

Una vez que se puso a la altura de la gran pantera, la miró con más detenimiento.

-¿Cómo vais a encontrar a mi...Macho?- Zarpasombría siguió adelante, con la vista fija en algún punto más adelante.

-Tranquila. Mientras dormías, una de mis mejores exploradoras te olfateó y está siguiendo el olor más fuerte que tenías. Presupongo que debe ser el de tu macho, pues será el que tengas más cerca de ti. ¿No es así?- Estelae se sonrojó por la pregunta, pero por suerte, la gran pantera no podía verlo, gracias al pelaje. Aún así, no debía mostrar debilidad ante el líder. Los animales tenían leyes semejantes a la de los bípedos: Los débiles siempre obedecían a los fuertes.

-¿Y que vamos a hacer mientras tanto? – Preguntó Estelae, tratando de aparentar seguridad mientras intentaba seguirle el paso a Zarpasombría.

-Deberás ayudar, al igual que hace el resto del grupo. Nadie tiene un trato especial aquí.-

-Excepto tú- Zanjó sarcásticamente Estelae.

-Incluso yo. Ahora mismo tengo que ocuparme de una dura y peligrosa tarea…-

-¿Cuál?- Preguntó extrañada Estelae. Zarpasombría se paró lentamente y se volvió a Estelae mostrando otra de sus afiladas sonrisas.

-Vigilar a la novata.- Y la gran pantera siguió adelante. Estelae refunfuñó algo molesta y le siguió.

Tras recorrer unos cuantos metros, llegaron al linde de la zona más frondosa. Desde los arbustos podían ver el río fluyendo lentamente mientras numerosos animales bebían apaciblemente de sus aguas. Zarpasombría se ocultó tras la fronda vigilando atentamente a un gorila de pelaje negro que bebía tranquilamente.

-¿Ves a ese gorila de allí?- Estelae asintió lentamente mientras se ocultaba igual que la gran pantera.- Pues cázalo.- Estelae se volvió sorprendida hacia Zarpasombría.- Sí quieres que el grupo te respete, empieza por traer comida.- Estelae titubeo por un momento y luego suspiró. La joven pantera se alejó de Zarpasombría lentamente hasta ponerse a la altura de aquel gorila. Una vez que estuvo lo suficientemente cerca, tensó los músculos, saltó y agarró al gorila con una fuerte presa de su mandíbula en el cuello. El resto de animales huyeron despavoridos de forma caótica. El simio, por su parte, trató de golpear a Estelae con sus enormes puños pero ella siguió apretando el cuello del gorila hasta que este se quedó sin aire y sus patas cayeron inertes en el suelo. Una vez que la tarea estuvo completada, Estelae se apartó rápidamente del gorila y buscó con la mirada a Zarpasombría. Este se acercó a ella arrastrando a un ráptor de los que hasta hace tan solo un segundo también se encontraban allí. La gran pantera asintió satisfecho.

-Bien hecho, ahora debemos llevar la comida al claro.- Estelae asintió lentamente en silencio. Por el camino no dijo nada, los pensamientos le daban vueltas en la mente. Hasta ahora, como druidesa que era, respetaba a todos los animales y jamás había matado a ninguno, pero ahora lo había hecho. Claro que, en aquel momento, había sido por necesidad de alimentarse. Si no lo hubiese hecho, tal vez el resto del grupo la habría apartado o no le habrían permitido comer.

Las dos panteras fueron arrastrando lentamente la comida hasta el claro en completo silencio. Una vez que hubieron llegado al claro, el resto de panteras se encontraba allí y estaban amontonando sus presas en el centro. Una vez que toda la comida fue colocada en el lugar, Zarpasombría repartió de forma equitativa la comida. Todos comieron como una comunidad. Dentro del grupo quedaban pocos ancianos. Seguramente serían las presas más fáciles para los cazadores y por ello habían ido desapareciendo poco a poco.

En un momento dado, mientras Estelae comía lentamente su comida, otra pantera hembra se acercó a ella y le sonrió con una sonrisa cálida y amigable.

-Hola. Me conocen por Colmilloumbrío, tu eres la novata, ¿verdad? Espero que mi hermano no te haya tratado con demasiada dureza.- Estelae dejó de comer cuando oyó el comentario de Colmilloumbrío y abrió los ojos considerablemente. La otra pantera se limitó a emitir una leve sonrisa gatuna.- Así es, ese cascarrabias grandote es mi hermano mayor.-

-Oh, vaya, esto….Bueno, no me ha tratado muy mal la verdad.- Colmilloumbrío sonrió alegremente.

-Me ha dicho que andas buscando a tu macho. ¿Cómo es?- Preguntó la pantera con infantil curiosidad.

-Oh bueno…Es muy listo, alegre, atento, siempre hace alguna que otra tontería pero él es así…-Explicó Estelae mientras una sonrisa nostálgica aparecía en su rostro felino. Colmilloumbrío la miro extrañada.

-¿Y es grande y fuerte? ¿Sabe cazar?-Preguntó la pantera como si aquello fuese lo único relevante en una pareja.

-Bueno…No es muy grande, que digamos, pero sí que es fuerte. En cuanto a lo de cazar, pues no estoy segura…-

-Jum…Que macho más extraño.- Y Colmilloumbrío cogió un poco de comida y le dio unos cuantos bocados lentamente. Estelae hizo lo mismo y mientras masticaba, se percató de que Zarpasombría comía a solas en un rincón apartado del grupo, mirando a cada uno de los miembros, como si velase por cada uno de ellos. Colmilloumbrío se percató de la mirada de Estelae.

-No siempre fue así, ¿sabes?- Estelae se volvió a la otra pantera y observó que su mirada se tornó nostálgica y triste.

-¿Qué le pasó…? – Preguntó tímidamente Estelae.

-Bueno…Él era como cualquier otro cachorro, lleno de vida y energía…Pero un día, viviendo en un grupo como este, llegaron unos cazadores que arrasaron con casi todos los adultos. Sin dar tregua, los mataron con esos instrumentos de fuego suyos. Nuestros padres también cayeron en manos de ellos. A él le cogieron y lo tuvieron un tiempo como mascota. ¿Ves esas cicatrices que tiene? Se las hicieron los cazadores durante el tiempo que estuvo con ellos. Al cabo de un tiempo consiguió escapar, nadie sabe cómo, nunca lo contó. Desde entonces se volvió…Bueno, como es ahora. Se hizo fuerte y decidió protegernos a todos. Aunque gracias a él hemos conseguido sobrevivir, a veces echo de menos a aquel hermanito juguetón de aquellos tiempos…- Colmilloumbrío suspiró apenada antes de coger otro trozo de su carne. Estelae miró pensativa hacia Zarpasombría y luego prosiguió con su comida. Ciertamente Zarpasombría debía haber hecho mucho por el grupo pues todas las panteras le respetaban y jamás le llevaban la contraria. Los ancianos le comprendían y los cachorros le admiraban como a un héroe.

Una vez que todos hubieron comido, las panteras se repartieron perezosamente por el claro para descansar. Fue en aquel momento cuando Zarpasombría se acercó a Estelae pidiéndole que e siguiese. Esta obedeció en silencio. Por largo rato anduvieron entre la maleza en silencio sin dirigirse palabra.

-¿A donde vamos?- Preguntó al final Estelae sin poder soportar la curiosidad.

-A vigilar. Los cazadores han estado demasiado tiempo en silencio.- Respondió taciturno Zarpasombría. Estelae asintió.

-Antes estuve hablando con tu hermana.- Comentó Estelae en un tono amistoso aunque tímido, para reducir la tensión en el ambiente.

- Habla demasiado y siempre vive en el pasado…- Dijo Zarpasombría en tono neutro.

-Pero ella te quiere mucho.- Ante este comentario la gran pantera paró en seco y se tomó unos segundos para pensar. Al final se giró hacia Estelae con gran seriedad, lo que provocó que la joven pantera retrocediese unos pasos temerosa.

-El amor no salva a otros…Y tampoco nos devuelve a los que ya no están aquí…- Respondió al final Zarpasombría, aparentemente aguantando una gran cantidad de furia en su interior. La gran pantera prosiguió con el camino y Estelae la siguió en silencio sin atreverse a preguntar nada más.

Las dos panteras anduvieron durante largo rato hacia el oeste. Cruzaron el río usando una palmera caída a modo de puente socorrido y a partir de allí fueron reduciendo la velocidad, agazapándose entre los arbustos y evitando ser vistos. Pronto, Estelae oyó el crepitar de un fuego y el olor de personas. También había un olor muy fuerte en el aire. Pólvora.

Una vez que estuvieron suficientemente cerca, Estelae pudo comprobar que se habían aproximado a un pequeño campamento y que ciertamente había un fuego en el centro del mismo. En total había dos enanos y dos humanos, cuatro en total. Falso, cinco. Unos pies asomaban de una de las tiendas pero no podía ver de quien se trataba y los olores estaban demasiado mezclados con la pólvora como para distinguir algo.

Zarpasombría le explicó que en un principio los únicos seres que habían tratado cazar a las panteras habían sido aquellos seres de largos colmillos, estos eran los trolls, o aquellos otros grandes de cabezas pequeñas, los ogros. Sin embargo, eran torpes y simples, por lo que en aquella época una pantera podía sobrevivir fácilmente. Sin embargo, luego fueron llegando otras clases de cazadores, con instrumentos de fuego y mucho más inteligentes y letales. Fue entonces cuando el número de panteras se fue reduciendo considerablemente.

Por otro lado, cuando él tomó las riendas del grupo, empezó a entrenar al resto de panteras para cazar a los cazadores y conseguir esconderse durante el día tan bién como lo hacían por la noche. Habían conseguido ahuyentarlos y ya solo quedaban unos pocos reductos como aquel grupo de allí.

-Pero…-Repuso Estelae.- Haciendo eso no serás mejor que ellos.-Zarpasombría se volvió con seriedad hacia ella.

-Yo no quiero ser mejor que ellos. Lo que yo quiero es que nos dejen en paz. Que dejen de ma…- El discurso de Zarpasombría fue interrumpido por una explosión y una bala que impacto en el suelo a apenas unos centímetros. Varios gritos enojados surgieron del campamento pero Estelae no pudo oír que decían pues ya se habían puesto a correr alejándose del campamento a gran velocidad.

Solo cuando hubieron cruzado el río y estado lo suficientemente lejos de los cazadores pudieron parar para recuperar el aliento.

-Ya lo has visto…Primero atacan y luego preguntan…-Gruñó enojado Zarpasombría mientras arañaba con furia el suelo. Estelae no estaba muy segura de ello. Ciertamente les habían atacado, pero la verdad era que ellos se habían puesto a espiar su campamento. La reacción más natural de cualquiera era ponerse a la defensiva ante una presencia extraña. A pesar de ello, Estelae no expresó esos pensamientos por miedo a la reacción de la gran pantera.

Así pues, una vez que hubieron descansado un poco se pusieron de nuevo en marcha. Las dos panteras marcharon por toda la selva a la búsqueda de más cazadores, pero toda la vigilancia resultó bastante apacible. Cuando el sol empezaba a ocultarse por el horizonte salieron a la caza de la cena y volvieron al claro. Allí, de nuevo cenaron y Estelae se sintió en cierto modo a gusto. Las panteras ya no la miraban de forma extraña y la aceptaban como una más. Estelae se sentía acogida. Se sentía en familia.

Una vez que hubieron acabado la cena, las panteras se repartieron por los árboles del claro y fueron a descansar. Según le había explicado Zarpasombría, antes solían descansar durante el día y salir a la caza por la noche, pero se dieron cuenta de que los cazadores se habían percatado de ello, por lo que se vieron obligados a cambiar de hábitos en contra de sus habilidades naturales. Estelae se sentía exhausta. Cazar y vigilar resultaba muy agotador. Pensar que aquellas panteras debían hacerlo diariamente le sugería que el sobrevivir para un animal no era tarea fácil. Mientras notaba como su mente la abandonaba para marchar hacia el mundo de los sueños, pudo oír un leve movimiento. La joven pantera entreabrió los ojos para buscar el origen de aquel sonido. Era Zarpasombría. No se había ido a dormir, seguía de pie, en las sombras, vigilando, siempre vigilando. Estelae se durmió.



***



El sol se alzaba una vez más en el horizonte, llenando de luz el claro donde habitaban las panteras. Todos los felinos se levantaron rápidamente a al orden de Zarpasombría. Todas menos una. Estelae se sentía perezosa y con pocas ganas de levantarse. Sin embargo, no tuvo más opción que levantarse de un salto cuando la gran pantera le rugió en pleno oído. Estelae, sobresaltada, miró en derredor. Parece ser que ya estaban preparados para desayunar. Las panteras habían sacado los restos de la noche anterior de los escondrijos de los árboles donde ocultaban la comida sobrante.

Comieron de nuevo todas juntas y una vez que hubieron acabado de comer, los grupos de expedición se prepararon para marchar. Estelae se dirigió hacia donde Zarpasombría para unirse con ellos y ver si encontraban a Kronüs. Sin embargo, una vez que estuvo cerca de la gran pantera, este se volvió con brusquedad.

-¿A dónde crees que vas?- Preguntó con seriedad mirando fijamente a los ojos de Estelae.

-Pu…Pues a vigilar, como ayer.- Explicó Estelae. Zarpasombría negó lentamente con su cabeza.

-Muchas hembras han coincidido en este turno, por lo que necesito que el resto se quede cuidando de las crías.- Dijo Zarpasombría mientras señalaba con un gesto de su cabeza a los tiernos cachorros que jugueteaban ajenos a los peligros del mundo. Estelae encaró levemente enojada a Zarpasombría.

-¿Por qué no se encargan sus madres?- Repuso Estelae. Zarpasombría se tomó otros de sus típicos silencios antes de responder. Se giró hacia el grupo de vigilancia y solo volvió la cabeza para responder:

-Por que ellas ya no están aquí…- Y se marchó lentamente y en silencio, dejando a Estelae con una mezcla de tristeza y vergüenza. Así pues, se volvió y se dirigió a vigilar a las crías. Para su sorpresa, se encontró a Colmilloumbrío junto con otra hembra que más tarde se presentó como Nocheafilada. La tarea que le habían encomendado resultaba bastante agotadora. Los cachorros no paraban de moverse de un lado a otro. Ciertamente, las crías eran muy tiernas y “monas”, pero resultaba muy trabajoso el evitar que no se moviesen del lugar.

En un momento dado, Estelae se percató de que una de las crías estaba sentada mirándola fijamente. Estelae le sonrió amigablemente y se acercó a ella.

-¿Qué es lo que quieres, pequeña?-La cría bajó la mirada tímidamente.

-Tú…Tú eres la novata, ¿verdad?- Dijo la cría en tono miedoso. Estelae dijo algo para sus adentros. Empezaba a odiar eso de “novata”.Sin embargo, ante la cría se mantuvo sonriente y asintió levemente.

-Dicen que están buscando a tu macho.- De nuevo, otra expresión que empezaba a odiar: “tu macho”. Pero no podía enfadarse ante aquellos tiernos ojos infantiles. De nuevo asintió amigablemente.

-Pero… ¿No debería ser él el que te buscase?- Esa pregunta pilló por sorpresa y tuvo que tomarse unos segundos para contestar.

-Bueno…Seguro que él me busca y si los dos nos buscamos, pues nos encontraremos más rápido, ¿no crees?- Explicó Estelae como quien trata de explicar algo muy complicado a un niño muy pequeño. Aunque algo era cierto. Seguramente Kronüs también la estaría buscando, pero… ¿Por qué no habría usado el poder del colgante que le había regalado? Tal vez no funcionaba estando en su forma feral. Lo único que ella podía hacer era esperar a encontrarlo, con la esperanza de que todos ellos estuviesen bien. Estelae volvió su atención de nuevo en la cría, la cual parecía llena de una repentina ilusión.

-¿Y están con él vuestras crías?- Estelae de nuevo se quedó por unos segundos sorprendida por la pregunta con los ojos abiertos como platos.

-Oh bueno…-Notaba como el rubor le subía por la piel, oculta para su suerte por el pelaje.- La verdad es que todavía no tenemos crías…-

-¿Y cómo es eso?- Preguntó Colmilloumbrío mientras se acercaba a ella junto a Nocheafilada. Estelae se percató de que el silencio se hizo en el claro y tanto las miradas de las crías como de las dos panteras adultas se habían fijado completamente en ella.

-Oh bueno…Simplemente es que llevamos poco tiempo y demás…- Las dos panteras la miraron con total extrañeza y se intercambiaron miradas de incomprensión.

-¿A que tienes que esperar? Estamos continuamente en riesgo de que nos atrapen los cazadores, cuanto antes las tengas mejor para todos, ¿no crees?- Estelae no supo que responder. Aquel argumento resultaba irrefutable para un animal cualquiera, e incluso, en aquellos tiempos de continuas guerras también habrá sido aceptado por muchas personas. Pero obviamente ninguno de los dos estaba preparado para ello. ¡Por Elune! Qué no llevaban más de mes y medio juntos. Además, aún quedaba la duda de si, bueno…Sí realmente podrían tenerlas. Las dos panteras observaron fijamente a Estelae, la cual se había quedado en completo silencio con la cabeza gacha mientras rumiaba todos aquellos pensamientos.

Al final la dejaron tranquila y siguieron cuidando de las crías. Con el tiempo, Estelae se acabó encariñando de las crías y las cuidaba con mucho cuidado durante aquel día. Mientras tanto, Colmilloumbrío y Nocheafilada les hablaba sobre diversas cosas que habían tenido que sufrir antes de encontrar el grupo y como se sentían ahora que estaban en él. Todos trabajaban unidos para sobrevivir y nadie estaba discriminado mientras Zarpasombría estuviese como líder. El odiaba tanto o más que los demás a los cazadores, pero era lo suficientemente responsable como para saber que lo primero era la supervivencia del grupo y después la venganza.

El tiempo fue pasando y algunas de las panteras junto con Zarpasombría volvieron para traer comida para las crías y las panteras que habían quedado al cuidado de estas. Se repartió la comida y se distribuyeron por el claro antes de volver a vigilar y a cazar. Como siempre, Zarpasombría se alejó a un rincón desde donde pudiese observar a todos los del grupo. Estelae, al verlo en soledad, decidió acercarse a él y preguntar si habían conseguido algo sobre lo de Kronüs.

-Estamos tras él…Aunque es un poco confuso porque no encontramos rastro alguno del paso de una pantera.- Respondió Zarpasombría una vez que Estelae estuvo a su lado y le hubo preguntado lo que quería saber.

-Oh…-Fue lo primero que dijo Estelae tratando de pensar en una posible respuesta.- Bueno…Seguramente temerá que le estén siguiendo aún y estará borrando a conciencia su rastro.- Respondió al final Estelae tratando de parecer lo más convencida posible. Zarpasombría asintió lentamente.

-Chico listo. Seguro que será una buena incorporación para nuestro grupo.- Comentó Zarpasombría lo que provocó que Estelae alzase sus orejas felinas sorprendida.

-¿Qué has dicho?- Preguntó lentamente Estelae. Zarpasombría se tomó de nuevo uno de sus irritantes silencios antes de responder. Luego, volvió la cabeza a la joven pantera, mirándola con extrañeza.

-¿No os quedareis con el grupo?- Aquella pregunta pilló por sorpresa a Estelae. Hasta ahora había supuesto que no era más que una molestia para la enorme pantera y creía que lo que él deseaba era que se fuese lo antes posible.

-Bueno…La verdad….Te agradezco la oferta, pero preferimos ir por nuestra cuenta.- Dicho esto, Zarpasombría se alzó con fuerza y se marchó lenta y silenciosamente. Estelae observaba atónita como se marchaba la gran pantera. Al final, ella volvió a su rincón y siguió comiendo.

Una vez que todos hubieron terminado de comer, las panteras expedicionarias siguieron con la vigilancia y las tres panteras hembras prosiguieron vigilando a las crías. Estas, aletargadas tras la comida se echaron en un rincón hechas un ovillo a dormir. Estelae las observó desde la distancia, sin percatarse de cómo se acercaba a ella Colmilloumbrío.

-¿Qué has estado hablando con mi hermano?- Preguntó Colmilloumbrío en un tono alegre, lo que sacó a Estelae de su abstracción sobresaltándola levemente. Se volvió y se calmó cuando vio que se trataba de la pantera amiga.

-Pues…simplemente me comentó lo de que esperaba que cuando encontrasen a…”Mi macho”, nos quedaríamos con el grupo.- Explicó Estelae y Colmilloumbrío la miró con la misma extrañeza con que lo había hecho Zarpasombría.

-¿Y no vais a hacerlo? Aquí podréis vivir con tranquilidad de los cazadores, trabajando juntos y podréis tener vuestras crías en calma.- Estelae suspiró. Cada vez le costaba más explicar a las panteras sus motivos para no estar con ellas. No podía decirles a ellos que no era una pantera, sino una elfa, porque seguramente la atacarían y no podría encontrar a sus amigos. Pero, por otro lado, aquellas panteras se habían convertido en cierto modo en amigos para ella y no podía evitar odiar mentirles a ellos.

-Simplemente no nos sentiríamos a gusto. Preferimos estar los dos solos.- Explico Estelae taciturna. Colmilloumbrío decidió no insistir y siguieron vigilando de las crías durante el resto de la tarde sin hacer más alusiones al tema.

El sol se fue poniendo en el horizonte más rápido de lo que Estelae había pensado. El día con las crías había sido tan fugaz que el día anterior junto con Zarpasombría parecía haber sido como un año. El resto del grupo empezó a llegar al claro trayendo consigo la comida para la cena. La carne fue repartida como siempre y, como siempre, Zarpasombría se colocó en su rincón apartado de todos. De cuando en cuando dirigía una mirada de seriedad hacia Estelae creyendo que esta no lo notaba, pero no era así. Parecía más serio de lo normal y apenas dirigió un par de palabras al grupo como solía hacer.

De nuevo, se guardó la comida y todas las panteras se repartieron por los árboles del claro para dormir. Como de costumbre, Zarpasombría se mantuvo vigilante, sin apenas dormir. De nuevo, Estelae se durmió.



***



El sol se alzó una vez más. Una vez más, Estelae se despertó y desayunó con el grupo. Cuando hubieron acabado de comer, trató de buscar a Zarpasombría pero este ya se había marchado con las demás panteras a vigilar. Estelae se quedó en el sitio sin saber muy bien que hacer. Colmilloumbrío apareció a su lado, devolviéndola a la realidad.

-Vamos. Hoy vigilaremos por el sur.- Dijo la pantera en su típico tono alegre.

-¿Y las crías?- Preguntó Estelae.

-Descuida, se las han llevado para enseñarles a cazar.- Le explicó Colmilloumbrío antes de ponerse en marcha. Estelae la siguió a su lado.

Mientras caminaban pausadamente por la jungla, Colmilloumbrío volvió su mirada a Estelae. Esta mostraba cierta preocupación en su mirada, en aquel momento perdida entre la vegetación que les rodeaba.

-Tranquila…Ya se le pasará.-Estelae observó a Colmilloumbrío que mostraba una felina sonrisa de comprensión.- A veces se enfada así. Es normal en él. Se preocupa demasiado por los demás.- Estelae no pudo evitar mostrar una leve sonrisa. Aquello le recordaba a cierto pequeño y curioso ser del cual se había enamorado.-No es por meterme donde no me llaman pero creo que tú y tu macho deberíais quedaros con el grupo, estaréis más seguros. Vivir solos es tan peligroso…- Le explicó Colmilloumbrío con cierto tono quedo. Estelae negó lentamente con la cabeza y le explicó que era algo demasiado complicado de explicar, simplemente no podían quedarse con ellos.-Bueno, tú piénsatelo al menos, por favor. No eres como las demás panteras, ¿sabes? Y eso me gusta, podríamos ser amigas.-Comentó Colmilloumbrío mostrando una triste sonrisa. Estelae suspiró con cierta tristeza. Le dio un toquecito de complicidad a Colmilloumbrío. Esta le respondió. Estelae volvió a darle y al final se pusieron a correr por la jungla jugando como crías alborotadoras.



***


Una vez más, el día dio paso a la noche. La vigilancia había sido bastante rápida, aunque habían estado más tiempo jugando que vigilando. Volvieron al claro con algunas presas para la cena y allí se encontraba el resto del grupo. Pusieron las presas en un montón y estas fueron repartidas como de costumbre. Estelae comió y charló alegremente con Colmilloumbrío y Noche afilada y jugó con las crías hasta que llegó el momento de descansar.

Todas las panteras dormían como siempre repartidas por entre las ramas de los árboles. Como siempre, Zarpasombría vigilaba atentamente, concentrado y sereno. Mientras vigilaba, notaba como algo se acercaba en silencio hacia ella. Dejó que se acercase. Cuando estuvo lo suficientemente cerca, saltó ágilmente de su rama y agarró al enemigo contra el grueso tronco del árbol.

-¡Soy yo!- Susurró asustada la figura. Se trataba de Estelae que se había mantenido despierta para hablar con la gran pantera. Zarpasombría se mantuvo frío y distante de Estelae.

-No tenemos nada de que hablar.- Le respondió en tono neutro Zarpasombría. Estelae le observó en silencio durante un rato antes de volver a insistir.

-Siento lo de antes…Sé que lo haces con buena intención, pero…Simplemente tenemos nuestras razones para no quedarnos con el grupo…- Explicó Estelae no muy convencida. Zarpasombría tomo un momento de silencio para pensar.

-¿Lo haces por él?- Preguntó al final Zarpasombría, provocando que Estelae alzase sus orejas sorprendida.- Es por tu macho por lo que no quieres quedarte aquí,¿verdad?-

-Pues sí, digo, no, digo….Esto…-Farfulló Estelae confundida. Zarpasombría suspiro creyendo haber entendido la situación y volvió su mirada hacia Estelae. Sus ojos perforaban los de Estelae.

-No estás obligada a abandonar la seguridad por un macho. Hay muchos en el grupo.- Zarpasombría se alzó para marcharse a otra zona del claro.- Bueno…Tú solo piénsatelo…- Dijo al final antes de desaparecer entre las sombras. Estelae se tomó unos segundos para reflexionar sobre lo que acababa de ocurrir. Al final, se volvió a su lugar a dormir.



***


Una vez más se alzó el sol sobre la oscuridad de la noche. Como de costumbre, se repartió el desayuno y las tareas. Aquel día, a Estelae le tocó vigilar de las crías junto con Nocheafilada y, sorprendentemente, Zarpasombría.

Estelae contemplaba levemente divertida como todas las crías se ponían alrededor de la gran pantera como si de un héroe de cuento se tratase. Ellas jugaban alegremente mientras el se mantenía estoico sin decir nada.

Mientras las crías jugaban, Estelae decidió acercarse a Zarpasombría para hablar con él.

-Hola…- Saludó tímidamente Estelae.- ¿Qué tal con las crías?-

-Aún les falta mucho por aprender sobre supervivencia… ¿Qué es lo que quieres?- Preguntó Zarpasombría lenta aunque bruscamente.

-Solo quería hablar contigo sobre lo de anoche.- Zarpasombría asintió lentamente con la cabeza.

-¿Te lo has pensado mejor? ¿Te quedarás con nosotros?- Estelae vaciló por un segundo.

-No nos quedaremos.- Dijo al final ella decidida.- Este es tu grupo, no el nuestro.-

-¡¿Y como piensas sobrevivir?!- Bramó Zarpasombría enojado.- Sí, sobreviviréis durante un tiempo, huyendo de un lugar a otro, pero llegará un día en que los cazadores os encontraran y os mataran. ¡¿Es que sois idiotas o que?!- Estelae tembló de furia mientras Zarpasombría le gritaba.

-¡¿Y que pasa contigo?! ¡Estás tan obcecado en protegerlos que nadie se puede acercar a ti y no puedes disfrutar de la gente que te quiere, no puedes disfrutar de la vida, del amor!- Le replicó con gran enojo a la gran pantera. Zarpasombría se volvió y le mostró los colmillos con furia.

-¡El amor no los salvará! ¡La supervivencia es más importante que el amor!-

-Esto…Disculpad…-Terció una tímida voz que obligó a los contendientes a parar con sus gritos. Se trataba de Nocheafilada, y parecía bastante preocupada.

-¿Qué ocurre?- Inquirió con brusquedad Zarpasombría, lo que provocó que Nocheafilada retrocediese unos pasos asustada.

-He perdido a una de las crías y no sé donde está ahora…- Explicó Nocheafilada mientras su voz se apagaba lentamente ante la heladora mirada de la gran pantera. Este se volvió rápidamente a Estelae.

-Dejaremos la discusión para más tarde. Ahora tenemos que buscar a esa cría. Tú, Nocheafilada, se de utilidad y vigila que no se te pierdan el resto de las crías.- Ordenó con rapidez y severidad la gran pantera antes de salir corriendo entre la espesura, seguido de Estelae.

Zarpasombría corría rápidamente, girando sin previo aviso mientras trataba de seguir con gran maestría el rastro de la cría. Estelae le seguía de cerca, preocupada por la cría.

Tras andar varios metros, Zarpasombría aminoró el paso. Estelae le imitó. Mientras las dos panteras se aproximaron lentamente, pudieron oír voces, chillonas y desagradables, que charlaban entre ellos con animación. A medida que se acercaban, Estelae pudo ver entre los arbustos que se trataban de una pareja de cazadores goblins, uno de los cuales sujetaba una cadena en cuyo extremo se encontraba el cepo que agarraba con fuerza la pequeña pata de la cría.

-Jijiji, seguro que nos pagan una buena cantidad por su piel.- Dijo uno de los goblins mientras zarandeaba a la cría.

-¡Tonterías! No dañes demasiado el género, puede que algún rico de esos tan estrafalarios lo quiera como mascota.-Explicó el otro goblin.

Mientras, la cría maullaba lastimeramente. A Estelae se le encogía el corazón al ver aquella terrible escena. Sin embargo, no solo era el horror lo que crecía en su interior. Algo, latente y oculto en su corazón, también crecía. Algo que hacía mucho que no sentía. Algo que hervía deseando salir de la forma más violenta posible.

En aquel instante, el goblin que tenía presa a la cría agitó molesto la cadena intentando acallarla. Harto ya, sacó una porra que tenía sujeta a su cinto y le golpeo en la cabeza, tal vez demasiado fuerte. Fue en aquel momento, cuando vio aquel gesto que Estelae reconoció aquel sentimiento. Era odio y furia, total y salvaje.

Por su parte, el otro goblin reprochaba el primero por haber matado a la cría, reduciendo así sus posibilidades de venderla. Estelae se abalanzó sin previo aviso sobre el goblin de la porra. Mostró sus dientes y sus garras y empezó a atacarle de todas las formas posibles. Lanzaba zarpazos y le arrancaba la piel a tiras. Numerosos mordiscos llovían sobre el desangelado goblin, hasta que uno de aquellos certeros mordiscos alcanzó su cuello y no volvió a respirar.

Estelae alzó la mirada mientras la sangre del goblin caía lentamente de sus fauces y contempló el cuerpo del otro goblin, hecho trizas por Zarpasombría, el cual la observaba fijamente, con una extraña mezcla de satisfacción, pena y furia en su mirada.

-Ahora lo entiendes, ¿verdad? No podemos dejar que esto siga así. Son unos monstruos que no pararan hasta matarnos a todos. Ha llegado la hora de que vean lo que nosotros podemos hacer.-Estelae observó a Zarpasombría, cubierto de la sangre del goblin, contempló sus zarpas, ahora llenas de sangre; y contempló el cuerpo inerte de la cría.

La joven pantera se tomó unos segundos de silencio. Luego, se volvió a Zarpasombría. Y asintió.



***



La noche se cernía sobre la jungla. Todas las panteras se encontraban rodeando el oscuro claro, a la espera. Unos cazadores se acercaban. Todos estaban listos para atacarlos. Estelae estaba agazapada junto a Colmilloumbrío. La furia le bullía por dentro. Había pasado, Elune sabía cuanto, desde el incidente de los goblins, pero el odio seguía allí. Por un tiempo, se olvidó de sus amigos, de su auténtica forma, de Kronüs. Lo único que quería era justicia.

El grupo de los cazadores llegó. Eran unos cinco, uno de ellos se quedó en mitad del claro, contemplando durante largo rato. Al final, otro se le acercó y se intercambiaron unos murmullos. Los cazadores se volvieron, dispuestos a regresar. Era el momento de actuar.

Todas las panteras saltaron desde los arbustos y desde los árboles. La pelea empezó. Aunque las panteras eran superiores en número, los cazadores eran diestros con sus armas y no se quedaban atrás. Estelae saltaba de un cazador a otro intentando crear confusión. En un momento dado, Estelae vislumbró por el rabillo del ojo como una extraña y sombría figura se abalanzaba sobre Zarpasombría, enfrascado en un combate con el líder de los cazadores.

Estelae corrió velozmente y se lanzó sobre la figura. Esta no opuso gran resistencia y justo cuando se disponía a arrancarle el cuello de un mordisco, un olor familiar le llegó de repente. Y los recuerdos volvieron a ella. Cejó en su empeño de atacar a la figura y bajó la mirada para contemplar dos luceros azules que la observaban.

-¡Tú!- Gritaron ambos al unísono. Sendas figuras se alzaron rápidamente, ahorrándose las palabras. Primero debían detener la caótica pelea que tenía lugar a su alrededor. Observaron como las panteras y los cazadores se intercambiaban ataques de forma frenética. Era inútil tratar de detenerlos individualmente. Estelae miró fijamente al Segador y este asintió, comprendiendo la idea.

El Segador Helado alzó su guadaña y esta emitió un leve fulgor azulado mientras su ilusión desaparecía. De repente, enormes y afilados trozos de hielo empezaron a caer del cielo, surgidos de la nada. Por fortuna, aparentemente, los enormes fragmentos de hielo no impactaron sobre nadie, pero fue un fenómeno tan repentino y chocante que obligó a todos a detenerse. Todos dirigieron su mirada hacia el epicentro de aquel suceso y vislumbraron al gnomo Kronüs y a Estelae en su forma felina allí. La “no-pareja” se colocaron cara a cara, mirándose fijamente, y ambos bandos se quedaron tras sus respectivos aliados, a la espera de próximos acontecimientos, expectantes y sin atreverse a mover ni un solo músculo.

Kronüs dio un paso hacia Estelae y sonrió cálidamente, feliz de ver que ella seguía sana y salva. Sin embargo, Estelae emitió un leve gruñido, advirtiéndole que no se acercase más. Pura confusión se dibujo en el rostro del joven gnomo, desvanecida rápidamente por la serenidad.

-¿Ocurre algo Estelae?- Preguntó el gnomo a la elfa. Esta volvió a emitir otro leve gruñido.

-¿Cómo te has atrevido a aliarte con unos cazadores? Pensé que a ti no te gustaba hacer daño a los animales…- Inquirió la elfa con su propia voz, teñida de tristeza y furia, provocando la sorpresa entre los espectadores.- Estos días he estado con miedo de que te hubiese pasado algo y descubro que estás con esos asesinos.- Kronüs no entendía que ocurría, por lo que le pidió a Estelae que se explicase. Ella le relató todo lo que vivió con el grupo, recalcando las atrocidades cometidas por los cazadores.

El gnomo contemplo con serenidad a la pantera, reflexionando sobre sus palabras.-Te equivocas.- Empezó el gnomo tranquilamente.- Estos cazadores de aquí son gente con honor que jamás abusarían de los animales. De hecho, ellos me salvaron la vida.- Aquel comentario provocó que un rayo de sorpresa asomase por entre la tormenta de furia de la pantera, la cual relajó los músculos, anteriormente en tensión.

-¿A que te refieres?- Preguntó Estelae con cierto miedo en su interior. Kronüs le explicó lo sucedido durante su separación y la experiencia que tuvo con los empleados de Ventura y Cia., y como la compañía de Nesingwary le ayudó valientemente a escapar, todo ello apoyado con las tímidas intervenciones de los cazadores de Nesingwary. Estelae escuchó atentamente, primero escéptica, luego asustada y finalmente, escéptica de nuevo.

-Me resulta difícil de creer que te vieses envuelto en algo así. ¿Puedes acaso demostrarme que lo que me acabas de contar es cierto?- Inquirió la joven pantera poco convencida. Kronüs suspiró dejando ver un cierto halo de tristeza en su rostro mientras negaba lentamente con la cabeza.

-No creí que tuviese que llegar a esto, pues pensé que me creerías, pero veo que será necesario…- Dijo Kronüs con cierto tono quedo. El gnomo empezó a quitarse lentamente su capa, su túnica y su camisa mientras Estelae le observaba con asombro. Cuando Kronüs se hubo quitado la camiseta, Estelae pudo ver numerosas y burdas vendas manchadas recientemente de sangre que cubrían el torso del gnomo. El cuerpo de Estelae notó como un escalofrío recorría su cuerpo felino. Kronüs prosiguió, en silencio, retirándose lentamente las vendas emitiendo leves gruñidos de dolor.

Todas las vendas cayeron al suelo y Estelae abrió los ojos horrorizada. Toda la pequeña y pálida espalda del gnomo estaba llena de profundos cortes, horribles quemaduras y zonas donde la piel había sido levantada a base de golpes, dejando que la sangre manase lentamente.

-¿Es suficiente…?- Preguntó el gnomo en apenas un susurro. Estelae notó como su cuerpo temblaba. El horror y la tristeza la ahogaban. Su cuerpo empezó a cambiar y lentamente, sin pasos intermedios, pasó de ser una joven pantera a ser la hermosa, joven y delicada elfa que Kronüs conocía ante la asombrada mirada tanto de cazadores como panteras. Estelae miró al gnomo con los ojos llenos de lágrimas. Se acercó lentamente hacia él y cuando estuvo frente a él, lo abrazó con suavidad.

-Lo…Lo siento, no sé que me ha pasado…- Dijo la elfa entre sollozos. El gnomo acarició suavemente la espalda de Estelae.

-Tranquila…Es normal con lo que has tenido que pasar…Yo habría hecho lo mismo…Ahora, por favor, deja de abrazarme o me mataras desangrado, jeje…-Dijo al final el gnomo divertido aunque débil. La elfa se apartó asustada, mirándose sus manos ahora manchadas de sangre. Luego, volvió su mirada al gnomo.

-Déjame, por favor…-Rogó Estelae, pidiendo al gnomo con un gesto que se volviese. Este no comprendió, pero hizo lo que le pidió. La elfa se arrodilló ante la espalda del gnomo y extendió los brazos, poniendo sus palmas sobre sus heridas. Empezó a inspirar lentamente mientras se concentraba con los ojos cerrados y un brillo verdoso empezó a surgir bajo sus palmas. Kronüs notó como una sensación de calidez le embargaba a medida que sus heridas se cerraban muy lentamente y la piel y la carne se sanaba.

Al cabo de unos segundos, cuando todas las heridas se hubieron cerrado exitosamente la elfa se derrumbó agotada, pero el gnomo la cogió rápidamente antes de que cayese al suelo. Kronüs contempló el joven rostro de la elfa. Acarició la mejilla suavemente y ella abrió los ojos con una humilde sonrisa.

-Creo que aún me falta práctica…-Susurró débilmente la elfa. El gnomo mostró una cálida sonrisa mientras le daba las gracias con un susurro.

Mientras tanto, la gran pantera Zarpasombría se acercó lentamente para observar con severidad a la “no-pareja”, especialmente a la elfa que anteriormente había sido su aliada. Esta volvió su cabeza hacia él, mostrándose avergonzada.

-Yo…-Empezó ella pero dejó de hablar al ver que la pantera líder negaba lentamente con la cabeza.

-Has encontrado a tu macho y puesto que no eres una de los nuestros ya no tienes derecho a pertenecer a nuestro grupo. Considérate expulsada.- Explicó Zarpasombría en su idioma, ante las confusas miradas de todos los cazadores, que no le entendían. Este se volvió, dispuesto a cobijarse con las demás panteras entre la espesura pero, antes de marchar se quedó unos segundos de espaldas a la elfa.- Podéis quedaros en el claro a descansar. Solo esta noche. Que los cazadores no nos vuelvan a molestar. Y una cosa más…- La gran pantera volvió la mirada al gnomo, el cual observaba la escena con gran serenidad.- Como tú pequeño macho no te proteja, me encargaré yo mismo de despedazarlo.- Y dicho esto, todas las panteras desaparecieron de entre las sombras.

Cuando todas hubieron desaparecido, Estelae se incorporó lentamente y les explicó a los demás todo lo que la pantera había dicho. Erlgadin emitió un leve e irónico refunfuño ante la petición de no volver a molestarlas pero al final, Hemet y compañía aceptaron la condición y se ofrecieron gustosos a quedarse con ellos durante la noche pero Estelae rechazo la oferta educadamente, pues ese acto podía enojar a las panteras. Los cazadores se marcharon no sin antes dejar unos cuantos víveres y sabanas para los dos y se despidieron calurosamente de Kronüs, con la esperanza de volver a encontrarse en el futuro.

Una vez que hubieron hecho un pequeño fuego, los dos comieron en silencio. Estelae observaba en silencio al gnomo mientras este comía serenamente.

-No te entiendo.- Dijo al final la elfa en voz baja. El gnomo dejó de comer y contempló con alegre serenidad a la elfa.

-¿A que te refieres?- Preguntó al final el gnomo.

-Te dejaron inconscientes los cazadores, recorriste media jungla, te atacaron, encarcelaron y torturaron unos goblins, y encima yo…-Titubeo la elfa, derramando una pequeña lágrima.- Y a pesar de todo ello, sigues a mi lado, como si nada…- El gnomo dejó la comida a un lado, se acercó a la elfa y le cogió la mano con suavidad. La elfa volvió la mirada al rostro del gnomo, como siempre alegre y no pudo evitar mostrar una leve sonrisa.

- ¿Te acuerdas de lo que te dije en el barco? Siempre has de tomarte las cosas con una sonrisa. Lo que ocurrió, pues, ocurrió. Como mi padre solía decir:”No merece la pena llorar por la leche derramada.”- El gnomo dejó un momento de hablar para sacar un pañuelo y secar con cuidado la lágrima posada en la mejilla de la elfa.- Y lo que me dijiste, es algo normal. No deberías disculparte. Yo debería disculparme por no haber llegado antes.- La elfa contempló con alegría al gnomo, feliz de volver a tenerlo a su lado. Este volvió a sonreír con calidez- Además, si hay algo que me gusta es tu hermosa sonrisa.- Explicó con timidez, conminando aquel comentario con un juguetón toque en la nariz de la elfa, la cual emitió una tímida aunque alegre risilla. Los dos prosiguieron comiendo durante un rato hasta que Kronüs emitió un leve suspiro nostálgico, atrayendo la atención de Estelae.

-¿Ocurre algo?- Preguntó ella con curiosidad. El gnomo negó lentamente con la cabeza.

-Solo recordaba…Todas estas aventuras con los chicos y contigo me traen recuerdos de cuando la orden y mis antiguos amigos.- Le explicó mientras su mirada se tornaba nostálgica.

-Ah, ya recuerdo. Me hablaste de ellos cuando estuvimos en el barco. Estabas en esa especie de orden que luchaba por el bien. ¿Qué ocurrió con ella?- Preguntó Estelae. El gnomo alzó la mirada con tristeza al cielo.

-Bueno…Nuestro líder tuvo que marcharse por asuntos familiares y la orden se disgregó, fue algo muy trágico, pero debíamos aceptarlo.- Kronüs tomó unos segundos para volver a suspirar.-Cuanto añoro aquellos tiempos.-

-¿Y tus viejos amigos? Como Daríus, parecía muy majo por lo que me relataste.- Kronüs negó lentamente con una triste sonrisa.

-Cada uno siguió su vida. Formaron familias, establecieron un hogar y dieron un rumbo a su vida, mientras que yo me encontraba sin saber que hacer, encerrado en mi casa. Pero un día, no sé porqué, sentí que debía salir y buscar mi propio camino para cumplir mis sueños, tal y como cuando abandoné Forjaz para marchar a Ventormenta, y “hacer mi propia vida”. Mis amigos ya han atado todos sus cabos y no me considero digno de volver a verlos hasta demostrarles que yo también he conseguido algo.- Estelae se acercó lentamente hasta colocarse al lado del gnomo.

-¿Y cuál es tu sueño?- Preguntó ella con un tono de voz suave y tierno. El gnomo bajó la cabeza con cierta vergüenza.

-Querría ser Archimago de Dalaran, pero también deseo convertirme, con el Segador, en alguien que salve a los inocentes, que perpetúe en cierto modo las ideas que mi antiguo líder me inculco. Ideales de humanidad, deber y compasión…- El gnomo dejó de explicar cuando notó como los brazos de la elfa le rodeaban y podía sentir el latir de su corazón a su lado.

-¿Y estaré yo en esos planes del futuro?- Preguntó la elfa con una mezcla de timidez y tristeza, por miedo a que llegase un día en que aquel gnomo al que tanto se había apegado se alejase de ella. Kronüs le cogió con suavidad la mano, entrelazando sus pequeños y regordetes dedos con los finos y delicados dedos de la elfa.

-Si lo deseas, así se hará.- Dijo el gnomo en apenas un susurro.

Tras aquel tierno momento, la “no-pareja” prosiguió comiendo tranquilamente junto al fuego. Una vez que hubieron cenado, apagaron el fuego y cada uno cogió una sabana para dormir a la intemperie.

Estelae contemplaba el cielo estrellado, feliz de haber encontrado a Kronüs. Sin embargo, no podían relajarse, pues aún les quedaba por encontrar al resto de sus amigos y cumplir con la misión que le habían encomendado. Todavía les quedaba mucho por hacer, pero…Se preguntaba que les ocurriría a ellos dos una vez que todo hubiese acabado. ¿Se separarían y no se volverían a ver jamás? ¿O el gnomo cumpliría su palabra y volvería a ella?

Mientras todos esos pensamientos surcaban la mente de Estelae como peces en una poza, no pudo evitar percatarse de los varios pares de ojos que los vigilaban. Las panteras. Seguramente estarán preocupadas de que nos pudiese pasar algo durante la noche, pensó ella. Sin embargo, tal vez a Kronüs, menos acostumbrado a estar en plena naturaleza, le incomodaba.

-Kronüs…-Llamó Estelae en un susurro. No hubo más que silencio.-Kronüs…-Insistió ella un poco más alto. Al final, la elfa recibió como respuesta un sonoro ronquido que provocó el sobresalto de alguna que otra pantera mientras que Estelae se limitó a sonreír al cielo estrellado.-Como su padre solía decir:”Uno se acostumbra a cualquier cosa.”- Dijo la elfa para sí en voz baja, emitiendo una leve risilla y quedándose finalmente dormida con una placentera sonrisa en su rostro.



***



La mañana se alzó como de costumbre. Kronüs abrió los ojos lentamente, totalmente descansado y repuesto, gracias al tratamiento de Estelae. A medida que sus sentidos comenzaban a despertarse, el gnomo pudo notar el aroma de una fogata y comida caliente haciéndose. Kronüs se levantó lentamente hasta estar sentado y una vez se hubo puesto sus gafas descubrió que el origen de aquel apetitoso aromo era la comida que en aquel momento estaba siendo preparada por Estelae que había encendido un pequeño fuego. La elfa sonrió al ver que Kronüs se había despertado.

-Buenos días dormilón.- Dijo ella alegremente. El gnomo se levantó y se acercó a ella para ayudarla.

-Vaya, vaya. El desayuno en la cama, que lujo.- Comentó Kronüs divertido antes de empezar a comer. Estelae sonrió divertida y ambos empezaron a comer. Mientras Kronüs devoraba la comida relajadamente, Estelae notó un leve movimiento entres los arbustos y la pantera Colmilloumbrío apareció, moviéndose con precaución y sin perder de vista al gnomo, ajeno a lo que ocurría.

Estelae sonrió levemente y se levantó lentamente dejando a Kronüs solo mientras comía. Colmilloumbrío dio un par de pasos tímidamente hacia atrás al ver que la elfa se acercaba a ella pero esta le pidió que esperase. Una vez que ambas estuvieron cara cara, la elfa se acuclilló frente a la pantera y empezó a acariciar la cabeza de la pantera lentamente con una sonrisa en su rostro. Colmilloumbrío la observó tristemente.

-Entonces… Era cierto…No eres una de los nuestros.- Dijo la pantera en su lengua con cierto tono quedo. Estelae miró fijamente los ojos de la hembra, llenos de tristeza.

-Lo siento. Pero es así. Y por eso, ya no puedo estar con vosotros…-Le explicó Estelae mientras una pequeña lágrima surcaba su mejilla.- Yo…Nunca antes había tenido amigos, pero…De haber sido pantera de verdad, me habría encantado que tú lo hubieses sido.-

La pantera bajó la mirada un momento en silencio. Kronüs observaba discretamente la escena con una nostálgica sonrisa. No entendía lo que decían, pero la profundidad la conversación era palpable en el mismo aire. La pantera emitió lo que pareció un suspiro y volvió su mirada a la elfa.

-¿Volveremos a vernos?- La elfa asintió lentamente con una tierna sonrisa y la pantera, más alegre le lamió con cariño la mejilla, haciéndole cosquillas y provocándole una leve risilla. Estelae la apartó suavemente y la pantera volvió a fijarse en el gnomo, comiendo tranquilamente, aparentemente ajeno a su conversación. Luego, volvió a mirar a Estelae.

-Así que… ¿Él es tu macho?- Preguntó la pantera señalando con la cabeza al gnomo. Estelae posó su mirada en el gnomo y de nuevo en la pantera y asintió tímidamente con cierto rubor en su rostro.

-Algo así…-La pantera miró extrañada a la elfa.

-¿Qué quieres decir? Además, no parece de tu especie…- Dijo la pantera con cierta confusión. Estelae meditó durante unos segundos antes de responder:

-Bueno, supongo que los de dos piernas somos más complicados…- Explicó tímidamente Estelae. Colmilloumbrío no entendía nada, pero decidió no insistir y en aquel momento, se acordó de algo. Se apartó de Estelae y se dirigió a uno de los arbustos ante la mirada extrañada de Estelae.

-¿Qué buscas?- Preguntó a la pantera en voz alta mientras esta rebuscaba entre las espesura.

-Una cosa…Que encontramos anoche…Después de la pelea…Es muy extraña, pero tiene cierto olor a tu macho, así que pensé que sería suya…- Explicó la pantera mientras se internaba cada vez más entre los arbustos.- ¿Dónde esta…? ¡Ah, aquí!- Exclamó la pantera mientras sacaba algo que tenía entre sus fauces. Kronüs, avisado por Estelae, se acercó para ver de qué se trataba. Cuando la pantera hembra colocó lo que llevaba en el suelo a los pies de Kronüs, ambos, elfa y gnomo, abrieron los ojos ampliamente.

-No puede ser…-

Separados y juntos una vez más, Kronüs y Estelae se encontraban en el corazón de la virgen jungla de Tuercespina, sin conocimiento del paradero de sus compañeros. ¿Qué será lo que la pantera habrá traído a nuestro querido gnomo? ¿Y qué habrá pasado con Bector, Anaysha y Razor? Todo eso y mucho más en la segunda parte de este capítulo de Un Gnomo en Ventormenta.