Explicación y Dedicatorias

Los textos aquí expuestos son una serie de historias escritas por mí como autor aficionado que desearía dar a conocer.

Reconozco que los primeros seis capítulos están bastante "verdes" en lo referente a madurez literaria, por lo que es a partir del septimo capítulo donde considero presente una mayor elaboración y renovación del estilo. (Demostrada en el argumento de dicho capítulo).

A pesar de ello, mantengo esos seis capítulos como una forma de dar a conocer los origenes de mi querido personaje, así como de mi trayectoria literaria y también porque, al igual que un padre jamás reniega de sus hijos, cualesquiera que sean sus defectos, ningún escritor debe jamás avergonzarse de ninguna de sus obras.

domingo, 12 de septiembre de 2010

Un gnomo en Ventormenta



Capítulo 10: El monóculo del cazador(II)


Nuestros queridos amigos se habían internado en la salvaje y virgen jungla de Tuercespina en lo que parecía una sencilla misión de investigación. Sin embargo, todo esto se vió truncado cuando Razor cometió el error de no dejar sus víveres en lugar seguro. ahora, sin comida que les sustente en el camino, la compañía se ha visto obligada a enviar al misterioso Segador Helado a un barbárico espectaculo donde se enfrentará a un viejo conocido. ¡Demos paso a la segunda parte de este capítulo de Un Gnomo en Ventormenta!

-¡Que comience la masacre!-


Terminada la señal de inicio, Colmillo de Sierpe empezó a desaparecer poco a poco y la pantera se lanzó hacia el espacio que ocupaba el Renegado, pero ya no estaba allí. Estelae miró confundida al Segador.

-Tiene un dichoso colgante que le confiere invisibilidad. Supongo que no será problema para tu olfato.-

-¿Con quien estash hablando, Shegador?- Susurró una silbante voz a sus espaldas. El Segador se giró rápidamente y lanzó un tajo con su guadaña que, aparentemente no impacto. Algo cayó al suelo, formando huellas sobre la arena y levantando una leve humareda.

-Es demasiado fácil…-Las huellas empezaron a formarse en dirección al Segador. Cuando estuvieron bastante cerca, el Segador se movió a un lado y luego lanzó un tajo. Jirones de cuero surgieron del aire y un siseo enojado empezó a sonar.

-¿Y de verdad eres el campeón invicto?-

-¡Ssssh! Te creesh muy lishto, ¿eh? Veamosh que le parece eshto a tu gatita.-De la nada surgió una especie de objeto esférico que cayó a los pies de Estelae. La pantera la observó desconcertada y el Segador trató de moverla de allí, pero no fue lo suficientemente rápido. De la bola surgió una nube de humo muy densa. Estelae salió como pudo de la nube. Los ojos se le irritaban hasta el punto de no poder ver y un aroma muy potente había inutilizado su olfato. Estaba completamente desorientada y no sabía que hacer. La pantera se movía a tientas por la arena con el objetivo al menos de que nadie le cogiese.

-¿Qué es eso?- Preguntó el Segador neutramente enfurecido.

-Un regalo de un boticario. Un gash que quema losh ojosh y el olfato. Esh genial para eshcabullirme de los perrosh guardianesh. Tu gatita pashará un mal trago durante un rato.-

Las huellas se dirigían a grandes zancadas hacia la pantera desorientada. El Segador las siguió a gran velocidad hasta impactar por fortuna con el Renegado. Tiró al suelo al invisible asesino y con gran velocidad y aguantando los puñetazos y patadas, el Segador buscó a tientas el colgante. Sus manos sombrías tocaron un pequeño objeto redondeado. Tiró de él. Lo tenía en la mano y el Renegado se hizo visible. Este se limitó a revolverse para librarse de la presa. Lo consiguió. Dio varios saltos hacia atrás para colocarse a una distancia segura tras haber recuperado sus armas.

El Segador prefirió ignorarlo. Se fue hacia Estelae, aún moviéndose confundida dando vueltas. La cogió por el lomo y esta trató de morderle.

-¡Soy yo!- Gritó el Segador y la pantera se tranquilizó. El Segador rebuscó entre sus bolsillos internos y de la oscura sombra sacó un pequeño bote del cual vertió parte de su contenido sobre los ojos de la pantera y los enjuagó.

-¿Qué tal?-La pantera parpadeó y notó como empezaba a recuperar la visión. Pudo ver al Renegado que ahora era visible de nuevo y el pelo se le erizó.

-Sigo sin poder oler nada, ¿qué le has hecho?- El Segador le mostró el tan querido colgante de Colmillo de Sierpe.

-Ahora, será mejor acabar con él.- Colmillo de Sierpe se abalanzó furioso sobre ellos. Pantera y Segador saltaron a ambos lados y el Renegado fue directo al Segador dando tajos a diestro y siniestro y siseando como un loco.

-¡Devuélvemelo, esh mío!-

-Oh, ¿lo quieres?- Preguntó el Segador alzando el colgante fuera del alcance del Renegado. Ambas figuras se fueron moviendo en un veloz remolino de caos mientras el Renegado trataba de arrancarle al Segador su tan querido colgante. La furia le había hecho olvidar el tan importante detalle de que tenía armas blancas listas para usar.

Mientras las figuras saltaban de un lado a otro de la arena, el Segador lanzó un golpe contundente hacia al escuálido vientre de Colmillo de Sierpe, obligándole a retroceder. El Segador mostró el colgante y luego lo lanzó a gran altura en el aire. El Renegado saltó rápidamente hasta llegar a coger el colgante en el aire. El asesino rió con maligna satisfacción, pero esta alegría no duro bastante porque, mientras aún se encontraba en el aire, la pantera de color cielo nocturno lanzó sus fauces hacia el Renegado, tirándolo al suelo sujeto por una fuerte presa.

-Regla número uno…-Empezó el Segador en tono neutro.- Nunca pierdas de vista a tu enemigo.-

El Segador se acercó lentamente hasta donde se encontraban Colmillo de Sierpe y Estelae. Contempló en sepulcral silencio al agonizante no-muerto, el cual le devolvía la mirada con furia. Toda la arena había quedado en silencio. La batalla había sido tan veloz que algunos aún se preguntaban que había ocurrido exactamente. Había sido fugaz como un cometa, y nadie podía predecir cuál iba a ser el resultado final. El público contenía el aliento.

Bector estaba boquiabierto, con la mirada fija en la sombría figura del Segador.

-¿Qué…Qué demonios acaba de ocurrir?-

-En pocas palabras…Ha sido una partida de ajedrez, y nuestro “salvador” acaba de hacer jaque mate…-

El Segador se tomó unos momentos para contemplar a Colmillo de Sierpe. Durante mucho tiempo habían luchado. Enzarzados en interminables batallas. Poniéndole en peligro de muerte en muchas ocasiones y, lo que es más importante, acabaría por poner en peligro a algún ser muy querido para él. Lo tenía contra las cuerdas, justo al filo de la guadaña. Un corte profundo y rápido, y todo habría acabado.

Pero luego, miró a Estelae, que la observaba expectantemente con sus ojos felinos. Observó al público, ávidos de cierto derramamiento de sangre y vísceras; que, en un afán de satisfacer su monótona vida, buscaron el placer en el dolor ajeno. Se observó a sí mismo, que se había visto envuelto en todo aquello, a punto de acabar con la “vida” de una “persona”; sí, cierto es que había acabado con alguno que otro, aunque siempre lo había evitado en la mayor medida de lo posible, y este no era un momento de estricta necesidad. Finalmente observó a Colmillo de Sierpe, tirado en el suelo, sangrando y confundido, cerca de ser asesinado frente a varias decenas de personas como un animal. Error, ni un animal se merecía aquel bochornoso espectáculo.

El Segador alzó la guadaña hasta donde podía con sus dos invisibles manos. Todos siguieron la trayectoria del arma. Ya está, había tomado una decisión. El arma descendió rápidamente y golpeó al Renegado en la sien con la punta del mango de la guadaña, dejándolo inconsciente.

-Suéltalo...-Ordenó el Segador a la pantera, añadiendo educadamente al final:-Por favor.-

Estelae obedeció la petición, no sin cierto asombro. Siguió al Segador hasta ponerse a su lado y ambos observaron al boquiabierto goblin que hacía de árbitro y presentador. Todo el público se tomó unos segundos más de silencio. Luego, el sonido explotó. Aplausos y abucheos ocuparon todo el aire disponible. Bector y Razor aplaudían como locos y Anaysha, aunque aplaudía de forma leve y educada, observaba con cierta extrañeza a la variopinta pareja que allí se encontraba, de pie en la arena.

El goblin alzó las manos para acallar a los espectadores, los cuales obedecieron rápidamente, gracias a la presencia de los ogros guardias. Cogió su bocina y habló para todos los presentes.

-¡Señoras, señores y demás tipos! Tenemos aquí a nuestros honorables ganadores. Ahora ellos tendrán la posibilidad de elegir su merecido premio, así como la oferta de seguir participando con nosotros como campeones invictos. Bueno, ¿qué me decís?-¿Elegiréis los víveres para toda una vida? ¿O preferís el dinero?-

Todo se sumió de nuevo en silencio hasta que la voz de Razor empezó a sonar de forma desesperada:-¡El dinero! ¡El dinero! ¡Maldita sea, ten tres dedos de frente, por favor!- Esta intervención fue prontamente acallada, posiblemente gracias a la ayuda de Bector.

-Tomo los víveres, los cuales cedo totalmente a aquellos tres de allí…-Acompañó el comentario con un gesto de la guadaña hacia donde se encontraban Bector, Anaysha, Razor, Llenthy y Defi.- Y en cuanto a lo de trabajar con ustedes, lo rechazo, gracias.- El público estalló de nuevo, mientras el Segador desaparecía ante sus atónitos ojos y la pantera salía corriendo rápidamente, sin posibilidad de que alguien la pudiese atrapar.



***



Kronüs salió de entre la espesura hasta la entrada de la arena donde encontró a sus compañeros ocupados en meter diversos y nuevos víveres en sus zurrones. Cuando llegó a su lado, sonriendo con tranquilidad, todos se giraron hacia él, con miradas acusadoras, todas menos una.

-Buenas. ¿Al final habeis ganado el combate?-

-Bah, ha tenido que intervenir el “Regador” ese…-

-Segador...- Corrigió pacientemente Estelae.

-Lo que sea. Yo quería combatir, al menos no habría necesitado la ayuda de la pantera aquella.-

-¿Una pantera?- Preguntó Kronüs con oculta diversión.

-Sí, una estilizada y delicada pantera hembra con un hermoso pelaje negro con ciertos brillos azules cual hermoso cielo nocturno.- Respondió sarcásticamente Anaysha, mirando disimuladamente a Estelae.

-Bueno…-Prosiguió Razor, ajeno a la extraña actitud de Anaysha.- Tu novia ya nos ha dicho que prefirió no ver lo que allí se cocía. Pero, ¿y tú?-

-Oh…-El gnomo agachó la cabeza sonriendo avergonzado mientras se rascaba la nuca.- Creo que una de las frutas que tomamos me sentó mal y tuve que ir a “evacuar” urgentemente.-Razor alzó la mano rápidamente, dando a entender que no quería más detalles.

Kronüs se encogió de hombros y los ayudo a almacenar los nuevos víveres y ponerse en camino lo más rápidamente posible.

Mientras la compañía seguía adelante, Anaysha y Estelae se pusieron varios metros en cabeza para vigilar que no hubiese más imprevistos. En un momento dado, Anaysha le dio un leve codazo a Estelae con complicidad.

-No soy idiota, no se ven muchas panteras como la que estuvo luchando allá abajo en la arena.-Estelae se limitó a no decir nada, con la mirada perdida entre la frondosa vegetación que les rodeaba.- Kronüs diría algo del estilo: “Cómo solía decir mi padre: El que calla, otorga…”O algo así.

-En realidad su padre solía decir: “El que calla, algo trama.”- Corrigió pacientemente Estelae que trataba de ocultar su incomodidad ante el repentino interrogatorio que estaba sufriendo.

-No importa. La cuestión es que es fácil engañar a esos dos cabezas de chorlito, pero no a mí. Conozco a los druidas, tanto como que mi querido padre era uno de ellos, y como “habitante de la naturaleza” que soy, conozco muy bien a los animales, y aquella pantera no se comportaba como un animal.-Anaysha fijó la mirada en Estelae, la cual acabó por emitir un leve suspiro y asintió lentamente con la cabeza.

-Solo….Solo deseaba ser de ayuda. No quería que aquel…Aquel “ser” cargase con toda nuestra responsabilidad, sin conocernos de nada…-Estelae se volvió a Anaysha, la cual la estaba mirando con una ceja alzada.

-¡Oh venga ya!-Exclamó Anaysha, provocando una expresión de confusión en el rostro de Estelae.-El barco, el que te defendiese de aquel pirata, las heridas, que te ofrezcas a ir con él, sin apenas conocerlo supuestamente, en la arena, el que cuidase de ti durante aquella batalla, y sobretodo, la enorme coordinación natural que habeis demostrado allí; es más que evidente.-Estelae mantuvo la calma, aparentando no saber de que estaba hablando la cazadora.

-¿El que?-Preguntó ella, sabiendo de antemano la respuesta.

-Pues…- Anaysha miró hacia atrás con confidencia y luego se acercó al oído de Estelae.-Que Kronüs…Es el Segador Helado.-Anaysha volvió a apartarse, esperando una mueca de estupefacción en el rostro de Estelae. Esta no llegó. En su lugar, una leve y tierna sonrisa le hizo dudar de sus pensamientos.

-Reconozcámoslo, Kronüs no está hecho para esas batallas y demás. Es más bien torpe, en ese sentido, jijiji.- Y Estelae decidió apremiar el paso, con el objetivo de evitar más preguntas incómodas. Anaysha se quedó unos segundos atrás, con Llenthy a su vera. Miró a la tigresa con una sonrisa de complicidad.

-Me da a mí que la gatita timidilla oculta algún secreto de nuestro pequeño amigo, ¿no crees así, preciosa?-

Llenthy, despreocupada ante los asuntos de los bípedos se limitó a asentir con su cabeza y a mostrar sus colmillos afilados en una felina sonrisa. Asentir y sonreír, ese era el truco.



***



La oscura noche de nuevo se había cernido sobre la frondosa tierra de la Vega de Tuercespina. Hacía tiempo ya que la compañía había dejado atrás la Arena de Gurubashi y habían establecido un pequeño campamento más al norte. Según sus mapas, se encontraban en la orilla este de un río que llegaba hasta el lago Nazferiti, que se encontraba al norte, y con el campamento hordino de Grom’Gol lejos, al oeste.

El ambiente en la compañía era relajado, ahora que tenían provisiones de sobra, el futuro de la expedición se les planteaba un poco más brillante. Razor y Bector cantaban alegremente, bamboleando sus jarras y animando a Defi, la cual estaba bailando de forma cómica sobre sus dos patas traseras.

-¡¿Queréis callaros idiotas?! Hay enemigos por todas partes, no podemos relajarnos así como así.- Exclamó molesta Anaysha mientras Kronüs y Estelae reían levemente ante la escena.

-Por eso ya no bebo alcohol. Bueno, déjalos Anaysha, por un día que se relajen no tiene nada de malo.-

-Luego vendrán enemigos por su culpa y estos no podrán luchar decentemente, ¿y quien será el que os salve vuestros borrachos traseros?-

-¿Pues quien va a ser, mujer? Nuestro ángel de la guarda, ¡el Regador Helado!-Exclamó Razor balbuceante por el alcohol.

-¿No era el Negador Helado?-Preguntó confundido por la ebriedad Bector antes de dar otro largo trago a su pichel de latón, cuyo contenido se vertió principalmente en su barba.

-¡Cómo si es el Pecador Helado! ¡Otro brindis por ese tipo que nos salva de todo sin cobrarnos!- Razor rompió a carcajadas junto a Bector mientras agotaban las reservas de alcohol de sus picheles. Anaysha refunfuñó molesta y se concentró en su comida a base de carne de cerdo en salazón y galletas. Estelae, por su parte, miró divertida a Kronüs y este le sonrió. Ambos se encontraban algo más alejados de los otros tres y eso le permitió a la elfa susurrarle si eso iba a ser siempre así. El gnomo fingió un extenuante y cómico cansancio.

-Es mí deber, así que estoy atado de manos y pies.- La “no-pareja” también rompió a reír, en silencio, contemplando el jolgorio de sus compañeros ebrios.

Mientras, aprovechando el alboroto que cubría sus pasos, numerosas sombras se movieron por entre la fronda, en dirección a la pequeña fogata de la expedición. Se movían de forma torpe, pero las risas evitaban ser oídos y el alcohol, ser vistos. Al menos, no por todos.

Kronüs movió lentamente su mano sobre la de Estelae, sin dejar de mirar a la fogata.

-¿Los has oído?- Preguntó en un susurro apenas audible. La elfa asintió levemente con la cabeza.

-¿Puedes transformarte?-El gnomo se mantuvo en silencio contemplando el fuego mientras varios pensamientos relámpagos pasaron por su cabeza. Cada vez estaban más cerca y el número iba en aumento poco a poco. Venían de todas partes.

-Sí…Crearé una distracción. En el momento justo.-

Varias voces toscas susurraban desde los arbustos. Parecían mantener alguna clase de discusión, pero eran lo suficientemente inteligentes como para no alzar la voz demasiado.

-¿Ahora?-Preguntó la primera voz.

-Ahora.-

Numerosas figuras saltaron desde los arbustos, pero pronto se vieron sorprendidos por la repentina oscuridad, pues alguna clase de corriente de viento  había apagado el fuego y no se veía apenas nada. Todo fue confusión, gritos y rugidos. Los borrachos lanzaron numerosas blasfemias mientras trataban ponerse de pie y conseguir alcanzar a alguno de los enemigos invisibles con sus torpes movimientos.

Entre la oscuridad, unos luceros azules surgieron. El Segador contempló en medio del caos. Ogros, ogros salvajes. Había oído de ellos pero no se había acordado. Fue un grave error. Por suerte, la oscuridad repentina había cogido por sorpresa tanto amigos como enemigos. Por desgracia, como ya había supuesto, la visión de los ogros debía estar mejor adaptada a la oscuridad, así que debía actuar rápido. Anaysha, Llenthy y Estelae, en su forma felina, trataban de hacer frente a los torpes aunque duros enemigos.

-¡Chicas!- Gritó el Segador con la voz de Kronüs para evitar preguntas innecesarias.- Llevaos a Bector y Razor y huid lo más rápido que podáis. Son demasiados.-Y así era. El número de ogros podía llegar fácilmente a la treintena y se preguntó como podían haber pasado por alto a un enemigo tan fácilmente detectable.

El Segador se deslizó rápida y letalmente por entre los ogros, creando la confusión. Los ogros por su parte, estaban atemorizados ante la visión de aquel misterioso enemigo, propio más de una pesadilla.

Pronto, los cuatro junto con Defi y Llenthy salieron corriendo a trompicones y el Segador trató de seguirlos con el objetivo de protegerlos de imprevistos. La noche era ahora su mejor aliada. Entre la frondosidad de los árboles y las nubes que cubrían la luna, apenas podían ser vistos, menos en la lejanía y moviéndose.

De repente, disparos invadieron el aire. Todos se volvieron extrañados, pues resultaba desesperanzador que los ogros tuviesen refuerzos, y además armados. Estaba claro que debían ser enemigos, pues las balas iban en su dirección, silbando cerca de sus cabezas y formando surcos en los troncos de los árboles.

-¡Corred! No paréis, no podemos dejar que nos cojan.-Los cuatro salieron corriendo como pudieron y el Segador se dispuso a seguirlo. De repente, otra detonación. Un dolor punzante y un sentimiento de mareo. El Segador trató de arrancarse lo que tenía clavado y lo examinó. Un dardo.

-¿Qué demo…?

La visión se le nublaba y trató de dar unos cuantos pasos, los últimos, pues perdió el equilibrio y cayó redondo, como un árbol. Poco a poco, fue perdiendo la consciencia, y con ella, su ilusión desapareció. La oscuridad del Segador se esfumó y la guadaña se tornó bastón una vez más.

Antes de sumirse en la inconsciencia, pudo oír pasos que se acercaban a él. Borrosos pies se pusieron a su altura y una voz lejana graznó a alguien:

-¡Buena la has armado!-

Luego, oscuridad.



***



Kronüs entreabrió confundido los ojos. Se sentía confuso. La luz le cegaba y comenzaba a oír el sonido de un río fluyendo pausadamente. Pronto, los recuerdos empezaron a llegar en forma de instantáneas. La fogata, el ataque de los ogros, los disparos, sus amigos y Estelae co…

-¡Estelae!- Exclamó Kronüs incorporándose repentinamente, lo que le provocó una enorme sensación de vértigo y tuvo que recostarse un poco de nuevo. Varias voces empezaron a moverse hacia Kronüs hasta que el rostro de un enano se puso a la altura de sus ojos. Era de mediana edad, pelo negro oscuro, barba corta, monóculo en su ojo derecho y estaba embutido en unas flexibles aunque elegantes ropas de cuero de tonos pardos y verdes.

-Por fin despertó nuestro huésped.- Sonrió el enano.- ¿Puede levantarse, señor gnomo?-

-Esto…Sí, creo que sí…- Kronüs se levantó poco a poco, con cierta dificultad. Miró a su alrededor. Tal y como había adivinado, se encontraban a la orilla de un río en un vano intento de campamento con solo dos tiendas y una fogata con una olla bullendo activamente. Lo más llamativo de todo era la cantidad de armas de fuego que había, así como la escasez de personas, pues, sin contar al gnomo y al enano, habían otras tres personas más.

-Bonito, ¿verdad?- Opino satisfecho el enano.- Bienvenido a la Expedición Nesingwary, establecida en un principio por mi padre Hemet Nesingwary. Y claro está, regida actualmente por un servidor, Hemet Nesingwary Junior, experto en la caza de ráptores, para servirle.- Explicó el enano con una rápida verborrea mientras extendía su mano para estrechársela al gnomo. Este le devolvió el gesto de forma vaga y con un aire de gran confusión.-Permita que le presente a los demás…-El enano puso sus dos dedos índices en la boca, realizando un sorprendente silbido y los pocos presentes se volvieron en una postura medianamente marcial.

-Este de aquí es el joven Barnil, fiel seguidor del libro de mi padre: “Las Verdes Colinas de Tuercespina”. Un gran libro, se lo recomiendo encarecidamente.- Afirmó Hemet presentando a un enano joven de pelo rubio, barba larga y ropajes de cuero marrones con pelajes de tonos más claros. El enano hizo un alegre saludo al gnomo, el cual respondió con la ya habitual vaguedad y confusión.

-Y esta de aquí…-Prosiguió el enérgico enano dando un paso al frente hasta ponerse a la altura de una joven humana, también de pelo rubio, recogido en un humilde moño, y vistiendo ropas flexibles de cuero marrón.- Es Ajeck Rouack, gran experta en el arte de cazar a los tigres, todo aprendido de su padre, obviamente, ¿quién no ha oído de él? Era de las mejores, ¿no es así Ajeck?- Preguntó Hemet divertido. La humana respondió con una pícara sonrisa.

-Así es, jefe.-

-Y por fin…-Pronunció Hemet mientras daba otro paso con burlona solemnidad mientras se ponía a la altura de un humano adulto de pelo castaño largo con un leve bigote y vistiendo ropajes de cueros rojizos y grises.- Nuestra joya de la corona. “Sir” S. J. Erlgadin, nuestro experto en panteras, si por experto entiendes confundir una pantera con un amable gnomo. A él le debe ese buen sueñecito. Esto me recuerda… ¿No tenías algo que decirle al buen gnomo?-Preguntó el enano severamente mientras le daba un fuerte codazo a Erlgadin. El humano suspiró y bajó la cabeza como un niño arrepentido.

-Siento mucho haberle confundido con una pantera, a la cual debería estar cazando ahora mismo para compensarle por haberle inyectado uno de mis dardos soporíferos, causándole un sueño ininterrumpido de dos días que podría haber aprovechado en algo más importante para usted…-Enunció el humano como un niño obediente que recita la lección a su maestro. Fue entonces cuando la mente de Kronüs por fin empezó a funcionar y se dio cuenta de algo.

-Un segundo…. ¡¿Dos días?!- Gimió pálido de la sorpresa el gnomo.

-Pues sí…Erlgadin se pasó con la dosis…Y menuda forma de roncar la suya, si me permite la expresión.- Puntualizó Hemet.

-Oh no…Tengo que irme, lo siento. Y gracias por su hospitali…-El gnomo cayó de rodillas al intentar marcharse corriendo. Hemet le ayudo a levantarse y le sacudió servilmente el polvo de la túnica.

-Aún está muy débil para marchar. ¿Por qué no nos explica lo que le ha sucedido mientras el bueno de Barnil le sirve algo de nuestra olla?-Kronüs consideró que sería mejor aceptar esa propuesta. En el estado en el que se encontraba no podría hacer nada por sus amigos. Así pues, se sentó junto con los cazadores alrededor del fuego y tomó un poco de aquel extraño cocido mientras le explicaba la historia. Narró los hechos ocurridos durante el ataque, omitiendo su identidad de Segador y tratando a Estelae como una pantera domesticada en caso de que la encontrasen en dicha forma.

-Esa pantera…-Interrumpió Erlgadin, aún con la mirada de un infante arrepentido.- La he estado siguiendo durante estos días.-Kronüs se puso pálido, con temor de que le hubiese pasado algo a Estelae.- Tranquilo. Está bien, parece que un grupo de panteras la han aceptado con ellos. Seguramente Zarpasombría, su líder, la ha tomado como consorte, no sería de extrañar, es desde luego un hermoso ejemplar.-

-¿Con…Sorte?- Preguntó confundido Kronüs.

-Bueno…Ya sabe. El líder toma a una buena hembra, para hacer lo que hacen las parejas de panteras adultas y tener más panteritas…- Explicó el humano como quien da la lección a un niño de seis años.

-Sí, ya sé lo que significa, gracias…-El gnomo suspiró alicaído, temiéndose lo peor.- Tengo que encontrarla… ¿Por donde suele habitar ese grupo de panteras?- Todos los cazadores le miraron extrañado.

-¿Piensa ir solo a buscar esa pantera?- Preguntó Ajeck extrañada.

-Es…Muy importante para mí. Haré lo que sea para recuperarla.-Todos se mantuvieron en expectante silencio. Un tintineo persistente sonaba. Se trataba de Hemet, que se estaba terminando su comida en silencio. Cuando hubo acabado, dejó lentamente su tazón en el suelo y se limpió dramáticamente con una servilleta algo vieja.

-Bien…Si eso es lo que quiere…Nosotros iremos para compensarle, ¿no es así chicos?- El enano miró a sus compañeros, los cuales sonrieron ávidos de cierta emoción.

-¿Caza en grupo?- Preguntó divertida Ajeck mientras preparaba su rifle.

-Ahá. Nos liderará Erlgadin, a ver si esta vez lo hace mejor.- Explicó mirando severamente al humano.

-¿De…De verdad?-Preguntó gratamente sorprendido el gnomo. Todos asintieron sonrientes mientras se alzaban con sus armas en ristre y apagaban el fuego. Todos se pusieron en camino, dejando abandonado el campamento, sin preocupación pues, según Hemet, ningún ser, vivo o muerto, se atrevería a acercarse.

Mientras andaban, los cazadores iban en sepulcral silencio, con Erlgadin al frente. Kronüs iba a su lado, por si veían a Estelae. En un momento dado, sin poder evitar la curiosidad, se volvió al humano.

-¿Puedo preguntarle algo?-El humano se mantuvo con la vista al frente y un rostro sonriente.

-Claro, dispara.-

-¿Por qué le llaman “Sir”?-El humano se mantuvo un momento en silencio, observando a todos lados a la búsqueda de algún objetivo.

-Ah…Eso. Bueno, aunque no lo parezca, yo una vez fui miembro de la Casa de los Nobles de Ventormenta, pero de eso hace ya mucho. Esa gente no es más que un montón de papanatas egoístas que no saben de la belleza de la naturaleza.-

-Oh…Yo pensaba que ustedes solo se dedicaban a la caza para vender sus piezas…- Explicó Kronüs avergonzado. Al momento notó como una gruesa mano se posaba en su hombro y Hemet se puso a su lado.

-Sí bueno, eso es lo que mucha gente piensa. De ahí que mi padre haya recibido muchos títulos poco…”Halagüeños”…-

-Como “El Extincionador”-Explicó Erlgadin.

-“El Enemigo de la Naturaleza”.- Aportó Ajeck.

-O “El Destripador de Tuercespina”.- Terminó Barlin.

-Sí…Como esos.- Repuso Hemet algo molesto.- No niego que mi padre tal vez se haya pasado un poco con sus balas, pero nosotros respetamos la naturaleza y cuando cazamos a algún animal no lo hacemos por el dinero o por los alardes sino porque consideramos a ese animal como un auténtico contrincante el cual se merece una honorable batalla y, si se da el caso, una honorable muerte. Fíjate que muchos animales son muchísimo más inteligentes que algunas personas…-Explicó el enano, mirando de nuevo a Erlgadin. Este se limitó a desviar la mirada y prosiguieron con la caminata en silencio.

La Expedición Nesingwary anduvo durante todo el día hacia el sur. Según le contaron a Kronüs, tras haberlo encontrado inconsciente lo habían llevado a su campamento, bastante más al norte de donde lo habían encontrado, así que ahora estaban deshaciendo más camino, lo cual provocaba cierta incomodidad en Kronüs por el hecho de que se molesten tanto por él.

Durante la caminata, Kronüs fue descubriendo que aquellos cazadores, si bien era cierto que no cazaban animales por auténtica necesidad, sí tomaban cuidado de mantener un cierto equilibrio en la naturaleza con sus actos y amaban a los animales como auténticos enemigos cordiales a los que debían respetar como iguales. Jamás atacaban a las crías ni a los ancianos o enfermos, pues esto no era honorable ni para el cazador ni aún menos para el animal. Era por ello que de hecho repudiaban a aquellos seres codiciosos que atacaban a cualquier animal con el único objetivo de obtener algún beneficio.

También descubrió por Erlgadin que la pantera que al parecer había acogido a Estelae, Zarpasombría, era una de las panteras más esquivas y poderosas de la zona y protegía a cada uno de los miembros de su grupo con su vida si era necesario, y que, por lo tanto, iba a ser bastante difícil hacer que la pantera volviese con él.

-A menos, claro está, que la pantera esté enamorada de ti.- Explicó Hemet antes de romper a reír junto con el resto de la expedición. Kronüs se limitó a mostrar una tímida sonrisa, aunque en su interior sentía cierto miedo por perder a aquella elfa a la que amaba.-Porque, diantres, hablas de ella como si tú lo estuvieses.-Y de nuevo, los cazadores volvieron a reír mientras andaban por la jungla, sin percatarse de que algunos ojos los vigilaban desde los arbustos.


***



La caminata transcurrió sin mayores incidentes hasta que la noche cayó sobre ellos. Habían cruzado el río y ahora se encontraban en el lado sureste del Lago Nazferiti. Los cazadores decidieron establecer un campamento para pasar la noche. Según Hemet, llegarían a la zona de reunión de las panteras mañana.

Mientras los cazadores comían alrededor del fuego, Kronüs se fue a unos arbustos a atender la llamada de la naturaleza.

Tras haber completado su tarea, Kronüs avistó un grupo de luces a lo lejos que le llamaron la atención, Azuzado por la curiosidad, decidió ir a ver que se trataba. Cuando estuvo lo suficientemente cerca, descubrió que se trataba de alguna clase de fábrica o estación, pues enormes maquinarias trabajaban a la orilla del lago, y varios goblins se movían de aquí para allá.

El gnomo decidió que sería mejor volver con los demás cuando de repente alguien le golpeó por sorpresa en la nuca, cayendo inconsciente.


***



El sol se alzaba una vez más en el este y la luz entraba tristemente por lo barrotes de la celda. Kronüs se frotó dolorido la cabeza, preguntándose a que venía esa tendencia de la gente a dejarle inconsciente.

Al menos, estaba claro que, fuese lo que fuese que aquellos goblins estaban haciendo allí, no podía ser nada bueno.

El gnomo observó la celda con cuidado. Nada especial, una cubículo cuadrado con un catre, un socorrido excusado, una minúscula ventana y unos barrotes que lo separaban de la libertad. Será fácil salir de allí, pero algo le decía que debía investigar un poco más.

Al cabo de un rato, se percató de que su bastón no estaba allí, lo cual, aunque no era terminal, si que reducía considerablemente su poder. Un goblin entró por la puerta y pasó dentro de la celda.

-Vaya, vaya. ¿Qué tenemos aquí? Un curioso por lo que vemos. ¿Quién te envía?

-Nadie.- Dijo decidido el gnomo.-Pasaba por aquí y vi toda vuestra base por casualidad. Por cierto, ¿quienes sois?- La pregunta del gnomo fue recibida con un puñetazo en la cara que le hizo caer al suelo. El goblin se frotó los nudillos.

-Si tanta “curiosidad” tienes, somos Ventura y Cía., una empresa comercial que pronto superará al poder del Cártel Bonvapor, y sin necesidad de acatar todos esos inconvenientes legales. Ya me entiendes, una zancadilla por aquí, un salteador por allá…Y ahora, ¿quién te manda?- Preguntó el goblin de nuevo, ahora más enojado.

-Le digo que nadie…- Respondió el gnomo levemente, mientras se levantaba, con la mandíbula dolorida. El goblin mostró una macabra sonrisa mientras salía de la celda y llamaba a otros dos goblins. No pudo entender lo que decía, pero las palabras “trato especial” dejaban entrever las intenciones. Los dos nuevos goblins entraron en la celda y se llevaron a rastras al gnomo a otra habitación, con una serie de instrumentos que confirmaban las sospechas del gnomo.

-¿Esperáis que diga algo?- Preguntó el gnomo, con una voz firme, aunque el miedo recorría su espinazo rápidamente. Uno de los goblins se fue a un rincón mientras el otro agarraba a Kronüs, Pronto volvió con una atroz mutación de un látigo.

-Oh no…Solo esperamos que llores, jijiji…-


***



Hemet miraba en derredor, en búsqueda del gnomo. No había aparecido desde anoche. En un principio había pensado que se había alejado porque necesitaba soledad, pero todavía no había vuelto.

El enano se volvió a sus compañeros.

-¿Alguien ha visto a nuestro huésped?- Los demás se miraron extrañadas y todos negaron con la cabeza.

-No jefe.- Respondió Erlgadin.- Anoche dijo que se iba un segundo a responder a la “llamada de la naturaleza”, pero no lo he visto desde entonces.- El enano se frotó la barba, preocupado por el gnomo.

-Apagad el fuego y coged vuestras ballestas. Esto no me gusta nada.- Todos obedecieron y recogieron el campamento con gran velocidad.- ¿En que dirección se fue?- Preguntó Hemet a Erlgadin y este le señaló el camino. Siguieron en esa dirección y pudieron observar que el gnomo se había acercado al lago. Pequeñas señales, apenas perceptibles para ojos inexpertos se lo mostraban: Ramitas rotas en determinadas alturas, hierba pisada y tierra removida. Siguieron la dirección que seguramente había seguido el gnomo.

-Oh no, por las barbas de mi padre…-Dijo Hemet cuando estuvieron más cerca de la base de operaciones de Ventura y Cía.; un terreno que siempre se debía evitar.- Esto no pinta bien….Nada bien…-


***



Kronüs fue arrojado al interior de la celda como si de un saco se tratase. Junto a él, había una bandeja de lata, con un intento de comida de cárcel, y su túnica, ahora sucia y llena de sangre. El cuerpo le dolía como un infierno, pero tenía que comer la repulsiva comida si quería recuperar fuerzas.

Una vez hubo comido, se acercó a rastras a su túnica. Por suerte, sus bolsillos aún estaban intactos. Rebuscó entre ellos. Todo el contenido había sido custodiado gracias a alguna seria de hechizos de alteración de espacios de Kronüs. Sacó su cuaderno de notas, un lápiz y lo que parecía una miniatura de una maquina voladora. Escribió algo rápidamente en una hoja, la arrancó a duras penas y la enganchó a la miniatura. Pulsó una serie de botones para programarla y la hélice de la miniatura empezó a girar. Como si de un pequeño piloto se tratase, la miniatura empezó a moverse sola y salió por la minúscula ventana de la celda. Ahora, solo debía aguantar hasta la noche.



***



La tarde bañaba el cielo con un tono rojizo como la sangre mientras el grupo de cazadores investigaba la zona. Hemet estaba sentado frente a un mapa improvisado del campamento, explicando a sus compañeros las posiciones.

-El señor gnomo debe estar aquí.- Explicó el enano señalando a un pequeño cubículo mal dibujado.- Habrá guardias seguramente en el interior, así como en estos puntos. Barnil y Ajeck, atacareis dese el norte, Erlgadin y yo iremos desde la zona sur. Recordad que hemos de llamar la atención lo menos posible, no queremos que todos los guardias se nos echen encima. Estos no son simples animales. Son goblins, lo que significa que son crueles y harán lo que haga falta para matarnos en cuanto nos descubran. ¿Entendido?- Todos los cazadores asintieron decididos y el enano se irguió colocándose su ballesta en su hombro derecho.- Manos a la obra, pues.-


***



Lo noche oscurecía con su manto la base Ventura y Cía. Había llegado la hora. Kronüs abrió los ojos. Se puso su túnica aguantando gruñidos de dolor. Lo primero era conseguir su bastón. Sería fácil. Lo había visto por la tarde cuando lo llevaban a aquella habitación. Estaba justo en la celda contigua a la suya. Pero lo primero de todo era salir.

Rebuscó entre sus bolsillos hasta sacar una carga de seforio que acopló a la cerradura de la puerta. Encendió la mecha y se alejó al otro extremo de la celda. La carga explotó sin demasiado alborto y la vía estaba libre. Salió y comprobó que le bastón seguía allí. Repitió el proceso con aquella puerta y la de salida.

Una vez al aire libre, observó a los guardias, o más bien su ausencia. Salió lentamente por la puerta. Todo habría sido más sencillo usando al Segador, pero estaba demasiado dolorido y agotado para ello. Había que salir lo antes posible.

Se escabulló por uno de los laterales de la celda, pero, nada más llegar al otro lado del pequeño edificio, numerosos focos se centraron en él y se vio rápidamente rodeado por varios guardias. El gnomo no pudo evitar soltar una maldición por haber sido tan ingenuo.

Los guardias se acercaban poco a poco hacia él, azuzándolo para que volviese a la celda, cuando algo ocurrió. Los goblins fueron cayendo al suelo uno a uno, sin nada más que emitir un último gemido de dolor. Los que aún quedaban en pie, corrían despavoridos, pero pronto también caían al suelo sin remedio.

Una vez que todos los goblins hubieron caído, Kronüs se acercó a uno de ellos y comprobó que realmente había muerto. Un virote de ballesta atravesaba su sien. Se había olvidado de ellos. Que gran suerte que ellos no se habían olvidado de él. El grupo de cazadores se acercó en silencio hasta donde se encontraba el gnomo y le saludaron con gran alegría y asombro por ver que el gnomo se había librado de su celda. Sin embargo, esta alegría no duró mucho, pues una alarma empezó a sonar por toda la base, y docenas de guardias salieron de todas direcciones para atacarlos. Los cazadores cargaron sus ballestas, listos para lo que viniese.

Pronto se vieron rodeados por una gran masa de guardias goblins que les tenían rodeados y apuntándolos directamente con sus armas. Todo parecía estar perdido cuando, de nuevo, los goblins fueron cayendo uno tras otro y el resto miraba con pavor en derredor. Entonces, un ejército surgió de entre la vegetación y sen enzarzó en un duro combate con los guardias. El pequeño grupo decidió aprovechar la distracción para huir de allí. Una vez que estuvieron suficientemente cerca, pudieron observar a lo lejos las llamas que surgieron en la base de Ventura y Cía. y Kronüs sonrió levemente satisfecho.

-Han llegado antes de lo que esperaba.- Todos se giraron extrañados al gnomo y Hemet fue el que se acercó a él.

-¿Los conoces?-El gnomo asintió.

-Son los Asaltantes Aguasnegras, de Bahía del Botín, les envié un mensaje para avisarles de los planes que tenían aquellos goblins contra el Cártel Bonvapor. Han sido más rápidos de lo que esperaba.- Los demás decidieron no preguntar nada, por el momento. En aquel instante, el gnomo necesitaba descansar urgentemente.



***



A la mañana siguiente, el gnomo se levantó bastante tarde, pues estaba agotado, y fue atendido por Ajeck, que era la que poseía mayores conocimientos médicos de la expedición. Debido a las heridas del gnomo, consideraron que debían pasar un par de días sin moverse, pero el gnomo se negó en redondo y les dijo que debían seguir con la búsqueda de la pantera.

Los cazadores, al ver que no podían hacer nada para que cambiase de idea se pusieron de nuevo en marcha, ya sin parar, pues estaban cerca del objetivo. Anduvieron toda la tarde, en silencio y haciendo la menos cantidad de altos posibles, solo cuando el gnomo realmente lo necesitaba. De nuevo, unos ojos los vigilaban desde la distancia.



***



Al cabo de unas horas, la noche llegó. La expedición se acercó sigilosamente a un claro situado al este del lago Nazferiti donde se reunía el grupo de panteras al que seguían. Pero, en aquel momento, estaba vacío. Los cazadores inspeccionaron el lugar. Había huellas en el terreno y restos de comida recientes, lo que demostraba que habían estado allí hace poco. Kronüs observó tristemente el lugar, preguntándose una vez más donde estaría Estelae. La mano de Hemet se posó en el hombro del gnomo.

-Sé que es muy importante para usted…Pero ahora no están…Tranquilo, ya volverán. Nos volvemos chicos.- Dijo esto último dirigiéndose al resto del grupo. Fue entonces cuando un leve frufrú sonó y una decena de panteras salieron de distintos puntos. Una emboscada. Apenas había luz y todo era un caos. Kronüs convocó de nuevo la ilusión para transformarse en el Segador Helado. Las panteras se movían con gran agilidad, pero los cazadores no se quedaban atrás y respondían a los zarpazos con gran rapidez.

El Segador vio como Hemet estaba en apuros luchando frente a una pantera de enorme dimensiones. Se lanzó contra ella con el objetivo de incapacitarla, pero otra pantera le placó y le tiró al suelo, sujetándolo con sus patas. El Segador, aún algo débil y bastante dolorido, trató de luchar, pero le retenía con fuerza. Miró a la pantera que rugía y se lanzaba a arrancarle el cuello de un mordisco cuando, de repente, paró y se quedó mirándolo. Pantera y Segador se miraron fijamente y se reconocieron en tan solo un segundo.

-¡Tú!-



Continuará…

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